viernes, 30 de abril de 2010

Mc Donalds (El Financiero 2002)

Hace un par de años mi familia en pleno se mudó a la ciudad de Chicago con el fin de que mi legítima cumpliera una estancia en la universidad de Illinois, un servidor se tuvo que quedar en el país chilango porque la prestigiada universidad no se interesaría en mis servicios ni para acomodar coches, por lo que fue menester hacer visitas periódicas en las que yo pasaba tres o cuatro días perdiéndome en las calles de esa bella ciudad. Recuerdo que uno de mis lugares favoritos se llamaba “Lalo´s”, un restaurante mexicano en el que me comía catorce tacos al pastor que pasaba por la traquea gracias al medio litro de margarita que ahí servían. También recuerdo que el lugar era frecuentado por una clientela variopinta compuesta por gringos gordos, negros de tres metros y nosotros, la raza de bronce.
Nunca lo que se dice nunca se presentó una turba de gringos frente al restaurante para cerrarlo porque atentaba contra sus valores patrios, jamás escuché a nadie quejarse de que este próspero lugar floreciera como la verdolaga en pleno corazón de una ciudad extranjera ¿por qué? No tengo ni idea pero si algunas pistas (entre las que se cuenta la imbecilidad) que propongo comentar con usted a la luz del rechazo a Mc Donalds en la capital oaxaqueña, asunto que ha sido presentado como una victoria de quién sabe qué causas.
Lo primero que debo advertir es que yo a Mc Donald´s no entro ni aunque me paguen ya que la comida que ahí sirven me parece escalofriante, por lo que este artículo no constituye una defensa a favor de mis gustos alimentarios, sino más bien un decidido ataque contra el nacionalismo que todo lo corrompe y que presupone que una torta de tamal es infinitamente superior a un mac trío. ¿De parte de quién? -pregunto yo- ¿cualquier grupo se envuelve en la bandera y decide por los demás? ¿bajo qué criterio debemos restringir la entrada de restaurantes al país? ¿por qué un café de chinos es una opción y no una pizzería gringa? ¿si se tratara de una pulquería el asunto sería legítimo?
Bajo los principios anteriores al rato vendrá un decretazo firmado por los intelectuales de siempre que prohíba las cachuchas de béisbol porque “van en contra de nuestras costumbres” y nos obligue a salir con traje de charro o vestidos de tehuana a la calle con la consigna de matar gachupines. El problema es que este es un mundo diverso y existen gentes a las que no les da la gana sufrir este tipo de imposiciones sobre todo cuando los argumentos son del calibre de los que utilizó Jorge Legorreta en un texto leído para la ocasión y que cito a continuación con lágrimas en los ojos: Otro aspecto es aprovechar su notable influencia cultural (de Mc Donald´s) en nuestra población infantil. Solicitemos a los estrategas de Mc Donald´s u otro consorcio (es seguro que vendrán más), con todo respeto para nuestra historia, que sus promociones de héroes galácticos y juguetes de la globalidad de Disney, Ronalds y otros personajes, sean acompañados de nuestros propios héroes y valores nacionales. En cada cajita feliz, también la historia y los personajes de nuestra vida nacional, pinturas y demás valores culturales y artísticos de nuestra nación. ¡Señores: estamos en México! ¡y también en la inopia de las ideas! agrega editorialmente un servidor ante una propuesta para la que no se me ocurren calificativos (imaginar en este momento al cura Hidalgo en la cajita feliz al lado de Pluto o a la Corregidora en la mantelería de Burger King). La idea también presupone que la música ambiental se base en el huapango de Moncayo no por gusto sino a huevo y que los huevitos kinder contengan una réplica a escala de las pirámides de Teotihuacan.
Así nomás no se puede pero si vamos a seguir el signo de los tiempos propongo en este preciso instante comandar una esforzada legión de expedicionarios para recuperar la Alta California y darle a los gringos su merecido en pleno corazón de los terruños del mismísimo Ronald Mc Donald que como ya se vio ha sido declarada persona non grata en este nuestro mexicano país.