viernes, 25 de junio de 2010

Este artículo se negó a publicarlo Víctor Roura bajo el argumento de que "a nadie le gustaba que le dijeran que trabaja en casa de la chingada" Diosss

“Lo difícil no es trabajar…la bronca es cobrar por lo que se trabaja” dijo alguna vez un tío y me dejó como los monolitos de la Isla de Pascua ya que no entendí de que carajo hablaba. Sin embargo, en fechas recientes he tenido la oportunidad de valorar la frase de marras y (con lágrimas en los ojos) reconocer lo certera que era.
Los mexicanos somos una raza desorganizada, voluble y en criterios administrativos insondable, no sé por qué, ni tengo el remedio. Sin embargo, me parece que los ejemplos que citaré a continuación son perlas que ofrezco en forma de analgésico a todos aquellos señores que se dedican a la cobranza y que cuentan desde hoy con mi más rendida solidaridad.
Como se sabe entre actividades varias me dedico a escribir y lo hago en diversos medios, bien en todos ellos el asunto de la cobrada es más difícil que la recuperación del vellocino de oro por parte de Jasón y sus argonautas. Permítame, querido lector, asestarle tres ejemplos tres. Omitiré de qué medios se trata, no vaya ser que encuentre almas susceptibles y no vuelva a cobrar nunca.
Ejemplo 1.- Me explican que uno debe ir a la revista los días jueves para revisar cuántos artículos ha escrito y en consecuencia hacer el recibo correspondiente que se entrega ese día para cobrar el viernes. Me parece anómalo y le digo a la señorita que si no sería más fácil que por teléfono ella me diera esta información el jueves y entonces yo entrego mi recibo a cambio de un cheque el viernes. Responde que no y yo (un alma en pena) llego el día jueves a la hora señalada. La misma señorita me dice que “esa semana los recibos se entregaban el miércoles” y me señala un pegote en la ventana que dice lo mismo que ella. Parpadeo y le pregunto –con cierta lógica- que cómo chingados podía haber leído el letrero antes del miércoles si me citaron el jueves. ¿Conclusión? Una derrota total que me hizo regresar la semana siguiente a cobrar con la cola entre las patas y que se agravó por un correo del director de la revista diciéndome que “mi recibo (dictado por la señorita simpatía) estaba mal llenado”.
Ejemplo 2.- “Aquí se cobra el segundo viernes de cada mes de 3 a 5” fue el desmoralizante comentario del responsable de administración del segundo medio. Bien considerando que un mes tiene en promedio veinte días hábiles con ocho horas laborables, podemos concluir sin apasionamientos que de las 160 horas hábiles, este medio concede dos al pago de los servicios de sus colaboradores lo que representa el 1.2% del tiempo total. Asumida la equitativa ecuación me encamino al medio (en casa de la chingada) me formo en una fila atrás de un señor que dice que es colaborador. Llega su turno y la cajera le dice “hoy no salieron los cheques”. Para mi sorpresa replica muy conforme “muy bien, vuelvo la semana que viene” y me deja con la misma cara que tenía Emilia Guiú el día que le anunciaron que su hija era negra.
Ejemplo 3.- En este caso hay tecnología; se trata de llenar una papeleta en la que uno tiene que decir qué día escribió, cómo se llamó el artículo, en qué página salió y cuánto va a cobrar por él (solo les falta preguntar la capital de Corea del Norte), aquí hay que ir los lunes y prepararse para enfrentar al señor de la puerta del que empiezo a sospechar que tiene una forma benigna de retardo mental. Llegó, me recibe, le explico que vengo a dejar un recibo y responde “eso es en cajas”. Entonces llama y me dice imperturbable “no hay nadie”. Por supuesto mi paciencia (que siempre ha sido poca) se desborda y le explico, a mi vez que son las doce del día, que es hora laborable y que tiene que haber alguien: “no hay nadie” es la respuesta. Le pregunto el teléfono del periódico, me lo da, marco de mi celular, me comunico con una persona que me da su extensión, se la repito al guardia que está enfrente de mí, la marca y finalmente paso, pero ya muy vencido ante tanta calamidad administrativa que –créame, querido lector- me está matando.