lunes, 17 de agosto de 2009

El interés noticioso (Etcétera, 2007)



Alguien que se sentía muy listo pero en realidad era un imbécil una vez me dijo en tono didáctico una frase que él pensaba que era suya: "la noticia no es que un perro muerda a un señor, sino que el señor muerda al perro". Lo anterior refleja con mucho los axiomas que diversos medios utilizan de manera creciente para entregarnos día con día noticias seleccionadas con un criterio que cada vez me parece más anómalo y que, creo, marca una tendencia profundamente regresiva en la lucidez del medio noticioso.

Es muy evidente que una de las vías para convertirse en noticia es a través del escándalo, asociado con la tradicional chimiscolería mexicana que hace de este noble pueblo una turba ávida de enterarse de cosas que siempre he considerado por lo menos extravagantes. Hace no mucho un joven que es cantante y ejerce esta noble labor en un grupo impresentable que se llama Rebelde tuvo que salir al paso de la prensa para explicar su orientación homosexual dada la difusión de unas fotografías en las que se acompañaba de su pareja y que fueron tomadas sin la menor autorización. El asunto, efectivamente, me parece escandaloso pero por motivos diferentes. A nadie se le ocurrió cuestionar esta aclaración dada a rastras y sí leí, en cambio, diversas notas que elogiaban la "valentía" de Christian, que así se llama el jovenazo. Por supuesto es el mundo al revés; la orientación sexual de cualquier persona corresponde a un ámbito privado y en este caso la consigna periodística (la nota, pues) es inmiscuirse en lo que a nadie le importa, ni le debería importar. Es notable también el "control de daños" mediático que se generó para evitar que la imagen del grupo se viera afectada por lo que entonces queda claro que: a) si se es homosexual en este país y en este siglo, vale más no confesarlo, b) un medio de modo artero lo descubre y decide que hay interés noticioso probablemente violando la ley, c) dado lo anterior es menester aclarar las cosas para que las ventas no se caigan y los fanáticos no inicien un juicio sumarísimo. Lo anterior simplemente me parece patético

Otra vena muy socorrida es la de las notas de temporal que a fuerza de serlo pierden por completo el interés de la gente. En esta taxonomía se cuentan muy señaladamente...tifones, volcaduras de trenes, un bombazo en el confín del mundo, una manifestación asiática para evitar aumento de cuotas universitarias y aquí entra un largo etcétera. Asumo que dado que no vivimos en un huevo chilango, es más o menos correcto que se nos reporte sobre los asuntos del mundo. Sin embargo, no tengo la menor duda de que estas notas (una muy sorprendente es la de un torneo d futbol en el Vaticano) no le interesan más que a las víctimas de estas catástrofes y a sus allegados por lo que creo que el asunto en este caso carece de sentido alguno.

Finalmente existen las noticias que hay que cubrir a huevo y por fecha onomástica; si es 6 de enero sale una nota sobre la nube de idiotas que hicieron la rosca más grande del mundo, la salida de va-caciones produce que se mande a los reporteros a las terminales de camiones, casetas y el aeropuerto para que nos ofrezcan una nota obvia y anodina: "los capitalinos se disponen a dejar la ciudad... etcétera". Este tipo de noticias describe el desfile del 16 de septiembre con todo y unos señores vestidos de charros caracoleando caballos en la vía pública, también a los niños con cara de espasmo entrando a la escuela el primer día de clases y a una nube de albañiles festejando y en proceso de transición hacia una borrachera ejemplar, el día de la Santa Cruz.

Y digo yo, así no hay manera, es tal la aridez, la predictibilidad y la falta de criterio a la hora de discernir lo que es nota de lo que no, que me declaro en veda informativa hasta que alguien con sentido común se haga cargo de las cosas...por supuesto, compraré una silla para esperar más cómodo.

Mea Culpa

Como lo he demostrado a lo largo de lustros, soy ejemplarmente pendejo para cualquier actividad que implique oprimir un botón. El blog no es la excepción y veo con cierto horror que esta madre no me deja poner espacios entre párrafos que deben llevar un punto y aparte, lo que suele provocar ataques de epilepsia entre los potenciales lectores. Pido su indulgencia; en algún momento quedará reparado.

Gorrones (El Financiero 2001)

La gorra es un patrimonio orgullosamente mexicano que se presenta en todos los estratos sociales y en algunos casos puede alcanzar niveles que la convierten en una de las bellas artes. Yo tenía, por ejemplo un amigo que durante más de veinte años se mantuvo e inclusive subió de peso gracias a su habilidad para el sablazo. Las técnicas eran muy variadas; la primera consistía en tener una agenda rotatoria con el nombre y dirección de treinta amistades (entre las que tuve el honor de contarme), de tal manera que a cada uno le tocaba un día del mes. Lo siguiente era presentarse alrededor de las dos de la tarde en la casa que correspondía y no moverse ni con polea hasta que no recibiera la esperada invitación a comer. Terminados los sagrados alimentos, se limpiaba el mole de las comisuras y se despedía con un periódico (esto es importante) bajo el brazo.

La segunda estrategia lo llevaba a la banca de un parque en donde abría el periódico y buscaba los eventos intelectuales del día. Como es sabido, en esta noble ciudad diariamente la clase intelectual se da cita para acciones diversas; un performance en que encueran un zorrillo mientras el artista toca la caracola, la presentación de tal o cual libro en el que un grupo de amigos y otros que no lo son tanto se sientan a la mesa para hablar bien del autor y mal de los ausentes; una mesa redonda en la que se diserta sobre el papel del gremio intelectual en la solución de los problemas nacionales y demás yerbas. Bien, el secreto de mi amigo era presentarse al final (ir desde le principio me parece una prueba insuperable) del evento más prometedor y tragarse tres cuartos de kilo de empanadas de camarón.

Una tercera, pero más riesgosa estrategia consistía en llegar a un restaurante con otro grupo de comensales. Normalmente a la hora de pagar la cuenta se levantaba al baño y regresaba a la media hora, si esto no funcionaba, se hacía lo que los clásicos llaman con cierta vulgaridad, pendejo y en casos extremos sacaba un billete roto de a mil que nadie aceptaba. La más indigna de sus técnicas, sin embargo, era meterse a un supermercado y buscar a las señoritas de charolas que ofrecen quesos y salchichas. Se podía comer un kilo.

Otra forma de gorronería es la visita inesperada; está uno muy tranquilo leyendo el periódico y suena el timbre. En la puerta se encuentra alguien que tiene el suficiente nivel de confianza para llegar con una maleta, pero la suficiente lejanía para que no se le invite ni borracho. Como el palo está dado y no hay manera de librarla uno le ofrece el sofá y los tres alimentos por un “período temporal” (esta temporalidad depende siempre de variables como un dinero que se cobrará o el arreglo de una situación doméstica terrible). A los tres meses han ocurrido varios incidentes; la visita indeseable se ha adueñado de la televisión; vio encuerada a la legítima saliendo del baño, dejó la puerta abierta y el perro se fue para nunca volver y un día se le ocurrió hacer una fiesta en la que tres amanecieron encuerados y en posición comprometedora.

La última forma que se me ocurre no es propiamente una gorronería pero puede pasar como tal y se relaciona con los buffetes. Como se sabe esta variante alimenticia se basa en la idea de poner platos, charolas humeantes y uno señores atrás de ellas que le explican a la gente que las fajitas de filete se llaman fajitas de filete. Por algún misterio que tiene que ver con la ley de la oferta y la demanda, la gente cree que servirse poco es equivalente a ser estafado. Para curar esta percepción se sirven en un plato lo que se podría comer una tropa de scouts en tres días y se van a una mesa a masticar como zopilotes, mientras el dueño calcula como reciclar los platos que contienen restos de alimento.

Los gorrones dan sablazos que nunca pagan, disponen del patrimonio ajeno y tienen la misma concha que un quelonio de quinientos kilos. Que con nuestro pan se lo coman.

Preguntas telefónicas (El Financiero 1995)


Cuando Alexander Graham Bell le dijo el 10 de marzo de 1876 a Thomas Watson, su chalán, que estaba en la habitación de a lado: " Watson come here I want you", estaba inventando el teléfono y probablemente no se dio cuenta de las terribles derivaciones que su avance tecnológico traería a la humanidad. Desde pendejazos que llaman a las tres de la mañana para preguntar por la señora Joaquina, hasta badulaques de celular, los usuarios telefónicos muestran una cantidad de taras que no dejan de ser notables. Las preguntas que se pueden recibir por vía telefónica poseen un componente metafísico difícil de explicar. Veamos algunas de ellas.
¿ No te desperté? Esta la recibe un señor que se encontraba cataléptico diez segundos antes. "No -- contesta, mientras intenta abrir los ojos llenos de lagañas-- nomás estaba recostado". Existen más posibilidades de recibir llamadas de madrugada: la del señor que llama a la una de la mañana para confirmar la cita del desayuno (a la que uno no llega porque se quedó dormido) o la de los idiotas que hablan de Europa y no recuerdan que hay que restar horas en lugar de sumarlas.

¿ A ver, adivina quién habla? Generalmente ocurre en el momento que uno se ya se metió a la tina. Se dejan pasar los primeros tres timbrazos. Sin embargo, rápidamente toma cuerpo la paranoia de que el que está hablando es el embajador de Francia o Demi Moore que quiere una cita. Se sale del baño pegando una carrera vergonzosa. En lugar del embajador se escucha la voz misteriosa (que parece disfrutar el hecho) e inicia el cuestionario ¿ no te acuerdas de mí? La siguiente escena es la de un hombre maduro, encuerado y chorreando agua diciendo: ¿María? ¿Alicia? ¿Paquita? En el instante que la siguiente frase sería: ¿tu chingada madre?, se nos anuncia que es Luisa la que llama.

"¿Cuál Luisa?", pregunta uno mientras recuerda que la única mujer conocida por ese nombre fue atropellada por un Joya-Tlacoligia en 1987.

¿Ay, no puede colgar? Es que se cruzó La eficacia de los técnicos nacionales ha determinado que eventualmente se cuele a la conversación la llamada de otra persona. Por algún misterio las gentes que invaden nuestras vidas son dos jovencitas que tienen quince años y catorce neuronas. Que si Ricky Martin es lindísimo, que si Mónica es una puta, etcétera. Como a uno no le da la gana terminar una llamada que ya estaba en curso, solicita cortésmente que las interventoras lo hagan. Frecuentemente los resultados son desastrosos. O se recibe un adjetivo del tipo de "viejo guango", o las adolescentes fingen colgar y se quedan calladas. Su presencia auditiva se delata cuando se ríen porque uno cuenta alguna intimidad.

¿Quién habla? Esta variante es siniestra. La gente que llama a algún lado es tan bruta que en lugar de preguntar algo sensato como: "¿ Es la casa de fulano?", inquieren por la identidad del receptor de la llamada, que invariablemente contesta ¿ con quién quería hablar? Y entonces la persona que llamó pregunta ¿ no es la casa de fulano? asunto que, como ya se vio, se podía haber evitado.

¿Es el licenciado Guillén? Cuando se oye esta pregunta lo mejor es colgar porque del otro lado de la línea se encuentra un vendedor que a todo el que habla le concede la licenciatura y se empeñará los siguientes treinta minutos en regalar una tostadora y un viaje a Huatulco con tal de que uno asista "a una pequeña plática acompañado de su esposa". Las últimas palabras que emite el vendedor antes de ser mandado al diablo son: ¿ entonces no quiere su tostadora?

¿ No sientes que está temblando? Estas inmortales palabras las emitió el pasado jueves mi amigo Paco y fueron a dar al éter porque un servidor, que era el supuesto destinatario se encontraba ya en la calle pegando de gritos.

En fin, la gente seguirá haciendo uso del teléfono. Para pitorrearse de sus congéneres, para ganarse un disco de Juan Gabriel o para decirse cosas de amor, sin entender que es mucho más sensato expresarlas personalmente en lugar de estar babeando un auricular. ¿O no?