jueves, 24 de diciembre de 2009

Breve historia de mi nombre (Uno más Uno 1989)

El ser humano, a través de su existencia, ha generado la búsqueda de una identidad que le permita diferenciarse del resto de sus congéneres. Existen serias perspectivas de fracaso si uno inicia esta tarea llamándose Juan Pérez, lo que ciertamente es un punto en contra. Pero, por otro lado, las soluciones empleadas para contrarrestar este problema a menudo son extremas y determinan nombres tales como: Leodegario, Pafnucio o Fedro, Quisiera referirme a este último básicamente porque es el mío y porque ademas creo que mi experiencia puede servir para que los padres indecisos que aún no han determinado cual será el nombre de su hijo (a), reunan mas elementos que les ayuden a tomar la decisión final.
Parece que los primeros problemas se presentaron cuando fui llevado a la pila bautismal, ya que el cura se negaba a bautizarme argumentando (con toda lógica) que mi nombre era pagano, ofreciendo como alternativa el nombre de Margarito, santo que se celebra el día de mi natalicio. Gracias a Dios, mis padres en un arrebato de determinación que aun les agradezco, desoyeron las indicaciones del párroco, con lo que esa Iglesia (la del Sagrado Corazón) dejó de contar a partir de ese momento entre su grey a la familia Guillén, y el mundo perdió a un sonrosado Margarito.
La primaria transcurrió en una razonable tranquilidad, debido básicamente a que los niños pequeños poseen una muy limitada capacidad de asombro. Algunos tragos amargos se presentaron durante mi adolescencia. Mis amigos asociaban mi nombre con lo primero que les venía a la cabeza, (perro, feo, jedro, ferro etc.) conducta que invariablemente derivaba en un pleito a golpes en el que yo, que pesaba 40 Kgs y med'ia 1.50m, llevaba la peor parte. Recuerdo que una vez al inicio de cursos el profesor de radio al que le decían "el bulbo" al pasar la lista de asistencia y llegar a mi nombre dijo al tiempo que reía: Qué chistoso, tiene nombre de árbol
Con grán dignidad yo repuse:
El nombre no es Cedro, es Fedro
Instantáneamente mientras se golpeaba el muslo con la palma de la mano su risa se tornó en carcajada mientras repetía:
¿Fedro?... ¡ja ja..Fedro!
Fue un momento muy humillante, aunque justo es decirlo sentí que la afrenta estaba cobrada cuando poco tiempo después durante una clase, un camión de la escuela sin frenos entró al salón justamente por la pared que sostenía el pizarrón, "el bulbo" que en ese momento explicaba la diferencia entre un circuito en serie y otro en paralelo, sufrió una crisis nerviosa que probablemente todavía lo tenga en el Hospital... por lo menos eso espero.
No existe un documento oficial en el cual mi nombre esté correctamente escrito, en todos dice Pedro. Mi relación con los burócratas se ha convertido en una especie de reto. Yo me presento en una oficina pública a tramitar, digamos, mi pasaporte, todo marcha muy bien hasta que llegamos al momento en que se me pregunta mi nombre de pila, yo contesto: Fedro y me apresuro a decir: con "F" la secretaria levanta la mirada, parpadea lentamente, para luego escribir en la maquina un nítido Pedro.
Esa es la historia de mi vida. Sin embargo, con el tiempo le he tomado cariño a mi nombre, y les puedo jurar que el primer hijo que yo traiga al mundo se llamará como su padre.... Fedro