sábado, 5 de marzo de 2011

El Aristeguigate (Etcétera 2011)

México es una Nación de susceptibles y como tal debe ser analizada sociológicamente. El reciente caso de un trío de imbéciles que conducen el programa Top Gear es ilustrativo; como es ampliamente sabido estos señores lo que hicieron fue pitorrearse de la raza tenochca utilizando argumentos propios de alguien que se pegó en la cabeza cuando era niño. La reacción –como siempre- fue desmedida y exaltada, sin reparar que tenemos la nacional costumbre de ver la paja en el ojo ajeno y no en la viga del propio. Cualquier programa del canal 2 en el que ponen a un negro con un hueso en la cabeza debería bastar para matizar nuestras iras o, si se quiere una medida extrema, mandar un comando encabezado por Legarreta, Chapoy y Bozzo a Londres para que ahora sí sepan lo que es amar a Dios en tierra de indios.
El segundo evento se vincula con el pleito con el gobierno francés. En este caso está clarísimo que Sarkozy no las traía todas consigo el día que se subió al ring y que la respuesta inicial de nuestro gobierno fue adecuada. Sin embargo, como nadie nos enseña que escalar un lío es absurdo sobre todo ante tales motivos, nos enfrascamos en la bravata confiando en que las armas nacionales se cubran de gloria y que gente respetable como Carlos Marín hable del “resentimiento por la batalla del 5 de mayo”. Dios.
Todo este preámbulo es para hablar de Carmen Aristegui, una periodista a la que respeto pero que ilustra como en muchos casos en este país los informadores se han vuelta la nota que ellos deberían ofrecer a sus seguidores. Todo empezó con este Titán de la política conocido como Gerardo Fernández Noroña que en su estilo, copiado ideológicamente del Demonio de Tasmania, generó una provocación en San Lázaro aduciendo a los problemas que supuestamente tiene nuestro Presidente con la bebida. La reacción de un periodista en este caso a mí que no lo soy, me parece evidente; acudir con Noroña y pedirle que además de mantas nos ofrezca alguna evidencia que apuntale su, hasta ese momento calumnia. Pero no, el seguimiento en muchos casos fue de autocensura y la respuesta más llamativa fue la de Aristegui que en lugar de seguir esa línea sugirió que Los Pinos deberían de salir a aclarar este entuerto. Por supuesto que se trata de un exceso en el que es acusado parecería obligado a defenderse y no viceversa. La reacción de los empleadores de Aristegui fue simple, la despidieron y entonces se armo un sainete asociado a las “presiones de Los Pinos en contra de la libertad de expresión”.
Todo aquel que siga lo que escribo podrá acreditar que estoy muy lejos de apoyar el Gobierno de Calderón que me ha parecido enormemente ineficaz, sin embargo, en los países de blanco y negro como el nuestro, argumentar lo que argumento me pone inmediatamente de su lado y en contra de las libertades. Ése es el mal endémico de este país, la falta de análisis de coyuntura y caso por caso y los sesgos ideológicos que forman opiniones por consigna y no registrando las aristas de cada tema.
Es impresionante la polarización nacional, si se acepta a las redes sociales como un indicador fue notable la forma en la que ambos bandos se dieron hasta con la cubeta ante un tema que si bien no es irrelevante, tampoco constituye uno de los pilares de la agenda nacional. Son tiempos políticos ¿los hay que no lo sean? Mientras sigamos en un mundo de villanos malignos y de víctimas angelicales y mientras la pobreza argumental y la confrontación nos sigan sometiendo, será muy difícil construir acuerdos elementales libres de suspicacias y aroma a vendetta.