martes, 20 de octubre de 2009

Luminodependencia (El Financiero 2007) Este artículo prueba que soy un adelantado a mi época

Lunes 11:30 a.m..- Escribo un artículo y de pronto ¡paf! Se va la luz. Acostumbrado a vivir en una zona en la que me quedo a oscuras cada que alguien estornuda, miro al techo y espero un milagro. Pasa una hora, me levanto y veo que en el buzón hay una atenta nota que me informa amablemente sobre el corte del suministro eléctrico. Hablo con mi asistente quien me informa que pagó hace una semana y me da el recibo en prueba, mismo con el que me dirijo a luz y fuerza con cara de agravio.
En la sucursal Obregón hay dos opciones, la primera es desmoralizante; se saca una ficha como las de salchichonería del superama que puede ser la 370 (en ése momento se atiende al cliente insatisfecho número 120) y una turba se encuentra sentada emulando la terminal de camiones de Tejupilco el Chico. La segunda opción consiste en formarse en otra fila y llegar a una ventanilla. Me tocó en suerte la señorita Miryam. Una mujer que no tiene sangre en las venas, le expliqué, me miró como se mira a un ave del trópico y dijo “mañana lo reconectan”. Casi le beso los pies, pero nos separaba un vidrio blindado así que me fui a mi casa a leer con velas.
Martes 8:00 p.m..- Mientras prendía las velas reflexioné sobre mi alta dosis de imbecilidad ya que pasé todo el día esperando la camioneta, como los huicholes a las lluvias. Por supuesto no llegó y decidí sacar una botella para embriagarme en la penumbra de la noche.
Miércoles 8:10 a.m..- Llego con la señorita Miryam, me pide que espere a que atienda al resto de la cola que va a pagar. Le pregunto si me recuerda y pone cara de nada, en su descargo debo admitir que mi aspecto se ha modificado; traigo ojeras, baba en las comisuras y una quemadura de segundo grado en los pelos del antebrazo producida por cera de vela. “No sabría decirle” –espeta- y seguramente se arrepiente ya que pongo muy mala cara, entra a una covacha, sale y me informa triunfal que ahora sí “hoy lo reconectan, ya está la orden”. Esta vez decidí salir todo el día con la esperanza de que se hiciera la luz, por supuesto no fue así. Cuando llegué a mi hogar, prendí las velas, asumí posición fetal y empecé a rezar una Magnífica.
Jueves 8:00 a.m..- Del refrigerador empiezan a salir emanaciones tóxicas, lo abro con un tapabocas y me encuentro con un cuarto de kilo de jamón que murió después de muerto y un frasco de yogurt que produce unas burbujas sospechosas, por lo que lo envío al Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares en sobre cerrado. Llego a las 8:30 al estacionamiento y el señor que da los boletos ya me mira como a un viejo amigo. Miryam no se presentó a trabajar y soy atendido por uno de barbita que va por un papel, me muestra la dirección en la que vivo y me dice “hoy sin falta”. Por supuesto cuando llego en la noche la luz no ha regresado pero ya nada me arredra y empiezo a planear una venganza, el problema es que no se me ocurre nada.
Viernes 8:10 a.m..- Las cosas se complican; no solo no está Miryam, esta vez tampoco el de barbita. El único cajero –un joven de cachucha- estudió con los marines y me manda a sacar una ficha, es la 322. Regreso con él con mirada suplicante y dice “a la vuelta están los de las camionetas, a lo mejor le ayudan”. Marco el teléfono de esa sucursal desde mi agonizante celular y me atiende la secretaria del gerente, me indica que toque una puerta. Se trata de un bunker en el que se mira con cristales de una sola vía a la ciudadanía descontenta. La señorita me informa que hoy pasarán a reconectarme, pero seguramente pongo cara de duda metódica por lo que me tranquiliza: “ya el gerente dio la orden” Argumento que eso mismo me dijeron el martes y responde con una joya; “Si, pero ahora sí dio la orden”.
Salgo tambaleante y le cuento a una amistad quien me remata “eres un pendejo, le hubieras dado lana a los de la camioneta”.
En fin, no sé que pasará pero de cualquier manera aprovecho para decirle al señor director de luz y fuerza, que su servicio –dicho sea con todo respeto- apesta.