lunes, 18 de enero de 2010

Feministas (El Financiero 2004)

No, no me refiero a señoras respetables que se han pasado la vida defendiendo las muy defendibles causas de la mujer. Es obvio para todos que las féminas del mundo han tenido que luchar con una corriente avasallante y jodida que se basa en el paradigma de que cumplan una misión histórica, concretamente, de trapo de cocina. Yo tengo conocencias que dan por buena la idea de que el ciclo de vida de la mujer se resuma en los siguientes pasos: 1) nazca 2) sea educada en la noción del respeto a “su hombre” 3) se case 4) se reproduzca el número de veces que el señor (su esposo, no el señor de los cielos, aunque bien mirado es lo mismo) dictamine 5) administre sabiamente los recursos que le son otorgados para la manutención familiar 6) se ponga lentes oscuros para tapar los moretones producidos por el pedote de su marido 7) que trabaje, pero en su casa... etcétera. Esta visión, querido lector, que parece prcámbrica y arcaica es desgraciadamente moneda corriente en muchos lugares y es por ello que considero muy justo y saludable tratar de equilibrar los cartones de mejor manera. Muchas mujeres (y hombres) se han echado esta empresa a cuestas y para ellos va todo mi respeto.
A las que si me refiero son a las viejas chotas que consideran el concepto “hombre” equivalente al concepto “nazi” que tenían los gringos de las películas, es decir personas malditas con baba en la comisura con puras ganas de andar chingando. Lo anterior (que es por supuesto una imbecilidad) se manifiesta de varias formas conspicuas. Una de ellas –lo he dicho ya- son las ganas enormes de modificar el lenguaje para que no tenga un sesgo machista. El asunto es ocioso y una pérdida de tiempo pero eso lo he dicho antes y no pienso reiterarlo, querido lector (si fuera consecuente con los reclamos debería escribir “y querida lectora”, lo que supone usar 15 letras y 17 espacios para no decir nada más que soy un hombre moderno). Veamos un ejemplo, el párrafo que sigue ha sido redactado por una organización feminista:
“Periódicamente el estado de la natalidad aparece en los medios de comunicación tratado como un grave problema. Suscita un fácil, aunque sorprendente consenso entre sectores de lo más variopinto como son banqueros, políticos, sindicalistas, y tertulianos. Se habla de ello en términos pesimistas, alarmistas, preocupados por un país que se reproduce poco, y coinciden en señalar la necesidad de aumentar la tasa de fertilidad, es decir en la necesidad de que las mujeres tengamos más hijas e hijos.”. El problema es inapelable y obvio, si un país disminuye el número de nacimientos de manera constante. Al cabo de 30 años estará lleno de viejitos gagá (yo seré uno de ellos en menos tiempo) que demandarán bienes y servicios y no habrá nadie en la parte inferior de la pirámide poblacional para producirlos, ello supondría enormes cambios, migraciones masivas y probablemente violencia. Ese es un asunto que nos atañe a todos, sin embargo, como puede advertirse el grupo redactor del documento lo considera una agresión directa a las mujeres ya que aparentemente nomás ellas tienen hijos. Es obvio también que cualquier mujer (u hombre) tienen el derecho de tener los hijos que les dé la gana, nomás eso faltaba. Sin embargo, es también claro que el Estado debería velar atentamente por los cambios demográficos de un país ya que en ello le va el futuro y si genera una política para estimular mayores tasas de reproducción, esta deberá ser atendida por las personas a las que les dé la gana seguirla como ya ha ocurrido en varios países.
Ese problema (sentirlo todo como una actitud de agresión y hostigamiento) es una hueva, y así nomás no se puede. Parecería que la salida evidente es velar armas y andar buscando al enemigo así de bulto. Desgraciadamente “el enemigo” no puede ser un género, sino los imbéciles que creen que las mujeres son inferiores o los idiotas que están en contra de las medidas anticonceptivas, o los estúpidos que las maltratan. Habría que teledirigir los mensajes contra ellos y no contra todos, porque yo francamente me empiezo a sentir el nazi de la película y francamente sin deberla ni temerla.