sábado, 15 de mayo de 2010

En campaña (El Financiero 1995)

Para Alejandra en Estambúl...feliz cumpleaños
El otro día vi un anuncio; se trata de dos transeúntes que van caminando por la banqueta con cara de nada. En su trayecto encuentran un anuncio espectacular nomás que en la pared, dentro del anuncio hay una cabeza colosal, la de Beatriz Paredes que de pronto cobra vida y se dirige a los peatones a traición para decirles que ella tiene mucho corazón. Si a mi me ocurriera una cosa así, seguramente entraría en estado de coma del pinche susto, pero estos muchachos parece que son de hierro ya que no solo no se desmayan, inclusive dicen que van a votar por ella. No entiendo muy bien si el publicista (o “creativo” como dicen los yuppies mamones) inhaló volátiles, si la idea les pareció buena en una junta de marketing, pero a mí el asunto me resulta inescrutable, como muchos de los caminos de la democracia, que me interesa compartir con usted, querido lector.
No se necesita ser una lumbrera para advertir una tendencia creciente y perversa a priorizar la imagen de los candidatos por sobre sus ideas, basta analizar el destino de los recursos que recibirán por parte nuestra en la compra de espacios mediáticos para entender que de lo que se trata es de salir en la tele. El solo hecho de que haya un señor de edad que se llama doctor Simi, (cuya costumbre es rodearse de buenonas y de mandar hacer encuestas con su primo) que cuenta con el 2% de las preferencias gracias a su campaña, me parece escalofriante y supone por supuesto que este país no tiene el menor remedio.
Los candidatos ahora no necesitan asesores, sino consultores de imagen que les indican de qué tamaño deben cortarse las patillas, cuál es el color de la corbata que retrata mejor y la forma en la que se deben cargar infantes indígenas para ganar simpatías. Este fenómeno ha revitalizado la industria de la publicidad con resultados como el de la cabeza colosal. No entiendo muy bien por qué razón se deben gastar esas millonadas para actos tan mamarrachos, tampoco me queda clara la razón de que la gente vote por un señor que sale con frecuencia en la tele diciendo lugares comunes, pero como se sabe yo entiendo poco de las cosas. Una de las tendencias más visibles cuando los candidatos van a la televisión es buscar a la cámara, mirarla fijamente y tratar de sonreír. El efecto es patético dada su nula experiencia en el manejo de medios y el resultado es una gente volteando al lugar equivocado que suda la gota gorda por tratar (simultáneamente) de contestar algo coherente.
Un fenómeno agravante es el los partidos cascajo; la gente que sabe me explica que las alianzas son normales y cotidianas en los países modernos y que no debemos asombrarnos. Pues será el sereno, pero me parece muy idiota que los ciudadanos no podamos filtrar a algunos partidos de los que estamos hartos porque se alían y solo así mantienen su votación. Es notable como un partiducho de pacotilla espera los tiempos electorales con el fin de decidir si se va con melón, con sandía o con la vieja del otro día. Ello supone unas maromas ideológicas casi mortales que no sorprenden a nadie. ¿Por qué demonios en las boletas a pesar de las alianzas no se define por quién votó cada quién en lugar de tachar un tucán con el escudo nacional? Misterio.
Finalmente está el tema del voto en el extranjero que –como se sabe- no tuvo éxito alguno. Ya he expresado que me opongo frontalmente a la medida ya que si bien comprendo que la gente emigra por necesidad y no por frivolidad, no entiendo por qué razón un señor que vive en Wichita Falls va a decidir quién me gobierna a mí sin que el sufra las consecuencias de su decisión. Ello me parece profundamente inequitativo y poco lúcido.
Como puede usted advertir, querido lector, estoy plagado de confusiones de todos tipos, ello puede deberse a mi ineptitud congénita o a que las cosas en este país se hacen con las patas, por pura autoestima esta vez me quedaré con la segunda hipótesis.