miércoles, 30 de diciembre de 2009

Bigotonas (El Financiero 2006)

El otro día leí muy azorado en un periódico el siguiente titular: “Desprecia Tiziano a las mujeres mexicanas”. Me quedé estupefacto ya que al único señor que responde a ese nombre y que yo conozco es un pintor cuyas obras maestras deben ser muy buenas pero inescrutables para mí y que a estas alturas del partido solo pudo haber emitido tal comentario por medio de la tabla ouija ya que tiene trescientos años en calidad de fiambre.
Todo se aclaró cuando continué mi lectura y me enteré que el susodicho es un cantante italiano que además se apellida Ferro (un nombre digno de demanda penal) y que en una entrevista de televisión dijo lo siguiente (apostillado en cursivas por su humilde servidor): “No puedo decir que se come bien en Bélgica (si el referente son las coles de Bruselas, estoy de acuerdo), no puedo decir que adoro el clima de Bruselas (se necesita ser idiota para adorar a un clima en específico). Del mismo modo que es imposible decir que en México están las mujeres más bellas del mundo, con todos mis respetos (ya se sabe que cuando alguien dice “con todos mis respetos el asunto se fue al carajo). Tienen bigotes. Se necesita valor para… ¡Lo siento!... Pero ellas lo saben, ¡Tal vez Salma Hayek!, aseguró Ferro ante el estupor del público (Imaginar público con estupor) y la indignación del presentador del programa Fabio Fazio (otro nombre escalofriante), quien pidió perdón por las declaraciones de su invitado (no entiendo la razón por la cual un presentador de televisión se tiene que andar disculpando porque sus invitados metan la pata).
Muy bien, vayamos por partes; lo primero que hay que decir es que el joven Tiziano tiene la misma lucidez que un triciclo, porque me parece muy evidente que andar diciendo esas cosas, puede provocar la lesión irreversible en la susceptibilidad de los mexicanos que, como se sabe, solo es superada por nuestra afición a las tortillas con guacamole. Cualquier asesor razonable tendría que haberle dicho: “Tiziano, no seas pendejo, ¿Qué no ves que se nos pueden molestar?, recuerda que tu club de fans ha sido muy leal contigo”. Sin embargo el cantante cavó su tumba generando un escenario nada prometedor que supone un linchamiento colectivo el día que se le ocurra pisar el aeropuerto internacional Benito Juárez y que es tan predecible como un meteorito.
Sin embargo, la parte interesante del asunto tiene que ver con la indignación colectiva ante el comentario de marras. Hoy escuché a un señor que decía cosas tan idiotas como que estaban insultando a su madre y a su hija (la esposa debe tener bigote). Una conductora de televisión que está buenona, se puso bigotes postizos y en general lo que la gente imbécil llama “la familia artística” unió filas en torno a la defensa de la belleza nacional.
El asunto, por supuesto, tiene huecos; mi maestra de catecismo tenía más bigote que yo y el otro día en un restaurante tuve el raro privilegio de observar a la mujer más fea del mundo. Una señora que se había peinado simulando un nido de golondrinas, tenía triple papada y se había decorado la cara siguiendo la escuela impresionista. Me resulta evidente que cuando alguien dice “la mujer mexicana” está hablando de una variedad infinita en la que caben verdaderos monumentos y viejas chotas. Eso es normal y a nadie debería sorprender. El problema es que resulta absurda una generalización tanto del joven cantante: “las mexicanas están pal gato”, como de nuestros connacionales” las mexicanas son muy hermosas”. Cualquiera que se suba al metro un día domingo sabe de lo que estoy hablando.
Lo que yo propongo para salir del atolladero es simple, vayamos caso, por caso y contemos. Podemos utilizar las próximas elecciones y agregar a los funcionarios de casilla a un señor o señora (recordemos el enfoque de género) que evalúe las propiedades capilares de las damas que asistan a votar; si están bigotonas pondrá una palomita y en caso contrario un tache. De esta manera elemental sabremos si el joven Tiziano nos debe una disculpa o si en cambio, somos nosotros los que debemos desagraviarlo porque tenía razón.

lunes, 28 de diciembre de 2009

El nintendazo (El Financiero 2005)

En mis tiempos, los niños teníamos diversas formas de divertimento que resultaban simplemente elementales; salíamos a la calle y pintábamos con gis porterías para jugar futbol. Los riesgos de atropellamiento eran pocos, aunque había un niño Beto que era muy bruto y que se desgració el fémur por su falta de pericia para esquivar un opel olímpico. El mayor peligro, en realidad, lo representaba un perro llamado Tufi que era un verdadero asesino y se ubicaba a la altura de la media cancha lo que generó una estrategia deportiva de jugar a balonazos que luego fue copiada por el equipo inglés. También había yo-yos, y trompos, canicas y un juego de burro notable por los versitos que había que recitar mientras uno sacaba encíma de sus congéneres (“cuatro, jamón te saco”). En las tardes hacíamos hoyos en la tierra y tirábamos una pelota llena de lodo para luego sacarla de alguno de los agujeros y tirársela al idiota que no corriera. Como se verá nuestras diversiones tienen el sabor de lo que se ha ido y pueden ser catalogadas como ligeramente imbéciles, pero, que diablos, eran nuestras diversiones.
Dos cambios revolucionaron estas escenas urbanas de niños medio pazguatos; el primero fue la transformación de la ciudad y de su gente. Actualmente jugar en la calle es tan seguro como irse de turista a Irak, los conductores son animales en jauría y abundan los secuestros por lo que la imagen de infantes divirtiéndose en las vialiades es simplemente premoderna. La segunda revolución fue tecnológica y mucho más dramática; cuando yo era niño, mi juguete más sofisticado era un globo que se elevaba por medio de una como secadora de pelo, la única gracia era poner el globo arriba del aire para verlo subir, lo cual, por supuesto era idiota ya que hubiese bastado soplar. Mi hermana Diana era, por otro lado, la feliz poseedora de una madre llamada “horno mágico” en la que se cocinaban pasteles utilizando la sorprendente energía de un foco de 40 watts. Siempre he sospechado que nuestro gato falleció porque nadie se tomó la molestia de advertirle que los productos fabricados por Diana eran carcinógenos.
Luego llegó la tecnología y todo se fue al carajo. Entiendo que en Nueva York se abrió la primera tienda que rinde tributo a Mario, un personaje de nintendo. Aparentemente fue un evento masivo donde generaciones de oligofrénicos se dieron una misteriosa cita. El misterio radica en un análisis elemental del homenajeado, es decir, de Mario. Por principio habría que explicar que el personaje es enano y se viste como Pepe el Toro, esto es, con overoles azules y sin ningún sentido de la moda, además utiliza guantes blancos, lo que es una incompatibilidad en sí misma. Porta una cachucha de motociclista de tránsito, nomás que de los cincuenta y un bigote que debe ser muestrario de fideo. Este señor con esa apariencia se echa a correr en la pantalla como alma que lleva el diablo mientras sortea los obstáculos más diversos creados por alguien que debe ser multimillonario.
A mí lo anterior me parece idiota pero, ante las ventas del nintendazo, me parece clara la enorme soledad de mi argumento. He visto infantes (entre ellos mi hijo, el niño Frijol) entrar en catatonia en el preciso momento que toman el control del aparato. Su hipnosis es total y pierden de inmediato contacto pleno con el mundo exterior. De hecho si uno logra distraerlos un minuto se obtiene una mirada asesina ya que por nuestra culpan se les desmadró el enano.
Si usted, querido lector, pone atención se dará cuenta de que en cualquier reunión de adultos embriagándose, los niños llegan equipados no con pelotas y balones, sino con discos de todos calibres para pasas la siguiente centuria atizándole al jueguito. El problema es que ya nada es suficiente; recientemente salió al mercado una versión independiente que no requiere conexión eléctrica y es además portátil. De esta manera, con gran lucidez, se ha logrado el aislamiento total de la criatura.
Cualquier esfuerzo por contener esta avalancha es simplemente estéril; es obvio que un libro –que no tiene foquitos y tampoco habla- no posee la capacidad de seducción necesaria y es una competencia muy rezagada. Ello explica la mirada de conmiseración de un niño cuando se le sugiere que lo mejor sería leer un poco. Ni hablar

sábado, 26 de diciembre de 2009

El libro de los sueños María Guillén (el orgullo de mi nepotismo)

Ya daban las once con quince cuando Eliza cayó dormida con un libro a su lado, la gran casa localizada en Manchester permanecía en silencio.
Ella iba a una escuela religiosa que admitía niñas solamente, siempre fue una excelente estudiante pero tenía algunos problemas con las monjas y otras alumnas, no tenía amigas en la escuela pero sí un mejor amigo llamado Héctor que vivía en su misma calle, él la cuidaba y la divertía mucho pero no la comprendía ni a ella ni a sus gustos. Ella siempre fue una ávida lectora; a donde quiera que fuera llevaba un libro en la mano.
Esa tranquila noche su padre llegaría muy tarde ya que estaba inundado de trabajo por lo que los únicos que estaban en la casa eran Eliza y su hurón llamado “Grapa”. Más tarde –cuando Eliza dormía profundamente- algo extraño pasó; el libro que estaba en su regazo y que constituía su más preciada posesión se abrió y de él salieron ramas y flores que brotaban poco a poco hasta cubrir todo el cuarto aunque dejando intacta su cama y la de Grapa. A las dos de la mañana Eliza oyó un ruido y se despertó, cuando abrió los ojos, su cuarto estaba convertido en el más bello jardín que una niña pudiera soñar, ella se sobresaltó y dio un grito, que no se podía saber si era de temor o de emoción. Trató de abrir la puerta de su cuarto pero ya no había puerta detrás de esa enredadera. Eliza se asustó y corrió por todo su cuarto, lo que observó es que mientras ella se movía las ramas, flores y árboles se expandían y creaban una enorme meseta. Siguió corriendo hasta que se dio cuenta de que mientras más avanzara, el terreno crecería y nunca podría volver. Se sentó cerca de un gran olmo y a lo lejos vio un caballo que era montado por una bella mujer rubia y delgada como Eliza. Mientras más se acercaban Eliza dio un salto de emoción; se trataba de su difunta madre a la cual reconoció inmediatamente. Impulsivamente, la abrazó y se sentó a llorar pero su madre la desconoció, regresó al caballo y siguió montando. Eliza pensó: “quizá no se acuerde de mí porque murió cuando yo tenía un año y ahora tengo 14”, le grito fuertemente pero no obtuvo respuesta. La señora siguió su camino sin siquiera verla ni oírla. Ella se rindió y pensó en formas de regresar a su cuarto, se decidió por caminar sin rumbo, en el camino cayó profundamente dormida en un espacio con pasto y lleno de flores, pasaron las horas y ella despertó en su cuarto que se encontraba sin ningún rastro de vegetación. Su despertador sonó y Eliza estaba confundida y asustada, en vez de vestirse con el uniforme e irse a desayunar, decidió correr al otro lado de la cuadra y contarle a Héctor lo que había ocurrido.
Se fue envuelta en una bata a su casa y llegó, Héctor estaba desayunando en silencio ya que sus padres trabajaban desde muy temprano. Eliza histéricamente gritó: “¡Héctor, ayer mi cuarto se convirtió en un bosque y vi a mi madre!”. Héctor la miraba divertido y le respondió: “Eliza ¿segura que no había alcohol u hongos en tu cena?”Ella se rió pero luego le explicó todo lo que había pasado y dijo estar segura de haber reconocido a su madre en lo que Héctor llamaba “un sueño bizarro” y ella “una aventura sin explicación alguna”. Ese día Eliza y Héctor decidieron faltar a la escuela -Sin el permiso de sus respectivos padres- para investigar más sobre el libro y el suceso que ocurrió en el cuarto de Eliza. Cuando llegaron abrieron el libro y vieron una extraña coincidencia; la primera historia era sobre una doncella que cabalgó por todas las mesetas y bosques del mundo, solo que en la historia no había ninguna descripción de la mujer. Después de un rato lo único que lograron averiguar fue que el libro había sido publicado originalmente en Irlanda y escrito por Andrew Bantry en 1928. Grapa salió por primera vez desde la noche anterior, estaba dormido en el cajón de calcetas de Eliza. Cuando lo vieron estaba pisando un pedazo de hoja desconocida. Tenía un color violeta y después de investigar en la enciclopedia de herbó logia del papá de Eliza, observaron una imagen con la misma planta y descubrieron que solo crecía en Asia. Voltearon el cuarto de cabeza y encontraron hojas de árboles de todo el mundo por lo que Héctor comenzó a creerle a Eliza.
Como era viernes, Héctor pidió permiso para acampar a casa de Eliza y sí que venía preparado; traía lámparas, libros, comida y agua. En la noche abrieron el libro y leyeron un cuento sobre sirenas, y aunque acordaron no quedarse dormidos dieron las doce y parecía que habían entrado en un severo estado de coma. De pronto el cuarto se tornó azul, la pared goteaba y empezó a salir agua del suelo. Héctor se sobresaltó al ver que el cuarto se inundaba, trató de abrir la puerta y cuando lo logró, una enorme ola los revolcó a los dos, un segundo después el cuarto de Eliza desapareció. Eliza comprendió que estaba pasando lo mismo que la noche anterior; mientras más nadaban, más grande se hacía el mar. Los niños estaban asustados pero al mismo tiempo no podían evitar asombrarse al ver un mar tan bello, coralino y claro.
De pronto Eliza vio una criatura nadando debajo de ellos ¿era acaso una sirena? Y no solo una hermosa sirena sino nuevamente la madre de Eliza. Héctor le grito y le dijo que no se acercara “¡solo es una ilusión!”, pero Eliza sin oírlo fue hacia ella nadando lo más rápido posible y la abrazó. Esta vez la sirena le devolvió el abrazo y se fue aleteando sin dejar rastro. La niña estaba confundida pero regresó con su amigo. Después de de lo sucedido intentaron retornar sin éxito. Pasó una hora y estaban agotados, por más que nadaran hacia las rocas parecían alejarse en lugar de acercarse. Héctor estaba muy cansado y cuando Eliza volteó se estaba ahogando “le dio un calambre” pensó. Lo trató de cargar pero se estaban hundiendo, se les acabó la respiración y se desmayaron hasta que súbitamente despertaron en el cuarto. Al día siguiente encontraron arena y algas.
Se preguntaban por que ocurrían estos sucesos después de leer un cuento de “El Libro de los Sueños” nombre que le puso Eliza.
Ese día Héctor tenía que ir con su familia a Sunborn una bella playa del sur y como su papá trabajaba todo el día se quedó sola. Después de desayunar dudó en leer otro de los cuentos del libro pero se decidió por hacerlo. Ese día paseó a Grapa por la cuadra y regresó. Fue al cuarto de su padre a buscar algún tipo de información sobre su madre ya que él nunca le decía nada al respecto. Encontró fotos de ella y una maleta en la que estaban todos sus títulos profesionales, ella había estudiado Ciencias Políticas y se graduó con honores pero no pudo encontrar ninguna pista sobre donde trabajaba. Eliza cenó y esperó para quedarse dormida, esta vez estaba preparada para la transformación de su cuarto. Como usualmente pasaba, todo el cuarto cambió y esta vez se volvió arena, puso su despertador a las dos de la mañana y no fue necesario el despertador, el súbito movimiento de encontrarse en la punta de una duna gigante hizo el trabajo.
Esta vez el clima también cambió, el calor incrementó de una manera notable.
Eliza se dio cuenta que era un desierto como en el libro pero a diferencia de este no había bazares ni un palacio, caminó por un largo rato sin ver nada. Se dio cuenta que estaba en el desierto del Sahara y esperaba encontrar a una mujer que era una princesa de la tribu Bororo como decía en el libro y que tomaría la forma de su madre como de costumbre, pero después de caminar y caminar viendo que el desierto parecía hacerse más extenso llegó a una palmera que daba un poco de sombra. Esperó media hora cuando vio una figura humana acercarse hacia ella, como lo había predicho era su madre cubierta en un turbante y un vestido. Se acercó y tomó asiento junto a ella en la arena. Esta vez la mujer tomó su mano y comenzó a hablarle sobre lo que le había pasado y la explicación de su muerte. Esta vez Eliza sintió que todo era real y expresó todos sus pensamientos y sentimientos a su madre sobre como se sentía abandonada por su padre y muy sola. De las dos brotaron lágrimas y continuaron con una charla muy larga. Aunque parecía que habían hablado un día entero la luz seguía con la misma intensidad. Siguieron juntas hasta que cayó la noche y se despidieron. De nuevo Eliza despertó en su casa confundida, parecía que cada sueño que tuviera se acercaría más a su madre, no sabía que hacer, quería saber más sobre ella pero ella era un espejismo o una ilusión, un espíritu que nunca estaría con su hija en el mundo real. Después de reflexionar seriamente tomó la decisión de leer un último cuento y despedirse de su madre para siempre.
El siguiente cuento era sobre un príncipe que escalaba la más alta montaña para demostrarle su amor a una princesa caprichosa que le ponía retos para concederle su mano. Al llegar a lo que se suponía era la cima de la montaña el príncipe dio un movimiento en falso y cayó por la montaña, la leyenda dice que antes de caer, el príncipe se volvió parte de la montaña .La princesa nunca más lo volvió a ver, y se dio cuenta que perdió a su ser más querido por un berrinche.
Eliza leyó el cuento, no le gustó tanto como los otros, le pareció cursi, ilógico, y menos fantástico que los otros.
Cenó una sopa de tapioca preparada por su nana y se fue a dormir.
Su cuarto empezó a temblar, Eliza desconcertada se escondió debajo de las sabanas no huyó, solo esperó. El ruido cesó, Eliza se destapó y para su sorpresa se encontraba en la cima de una montaña que al ver para abajo no parecía tener fin.
Se quedó quieta no intentó moverse porque sabía que el efecto sería contraproducente. Esperó por horas y miraba el cielo. No pudo evitarlo, al saber que prácticamente estaba en el cielo trató de tomar una nube y cuando se estiró para tocarla...
Eliza caía de la montaña a una velocidad impresionante, pasó el tiempo y aún no caía contra el suelo, cuando por fin lo vio, todo acabó, se encontraba en los brazos de su madre esta vez no en la montaña, sino en una nube.
Más que aliviada la niña se soltó a llorar de la emoción, el susto, emociones variadas.
Recuperó sus fuerzas y su rubor y le dijo a su madre: “Mientras yo caía por la montaña, pensé que nadie que me salvaría, si no fuera porque estás en este sueño, en el mundo real en mi mundo, estoy en una caída sin fin y nadie me puede sostener, conocerte fue lo mejor que me pasó, te quiero, pero ya no te visitaré más. Vivir en un sueño no es vivir, es la ilusión de todo lo que deseamos y amamos, pero no es de verdad. Aprendí algo de todo esto, tú siempre me vas a amar aunque no te vea aunque no te sienta aunque no te pueda abrazar, tú estás aquí conmigo. Buenas noches madre.

Al pronunciar estas palabras Eliza fue transportada a su habitación, no despertó hasta que pasaron algunas horas, vio el libro, lo abrió y en la última página había una flor, una concha, un frasco de arena y un pedazo de nube cristalizada.
Eliza no necesitaba más pruebas, su madre si estaba con ella.
Eliza fue corriendo al cuarto de su padre, corrió hacia su cama y le dio un abrazo enorme, un evento que nunca había pasado en la vida de Eliza, que ella pudiera recordar. Sin más hablar su padre comprendió el gesto y la abrazó de vuelta. Aunque fueran las siete de la mañana Eliza fue corriendo en pijama por la calle y llegó a la casa de su vecino, subió la escalera que daba al cuarto de Héctor, lo despertó pegándole con una almohada y le plantó un beso en la mejilla.
El mundo de Eliza cambió para siempre, para bien. Descubrió que las personas que más quería estaban con ella.
Todo lo demás no importaba sabía que de una vez por todas todo lo que necesitaba era saber que podía ser feliz y lo fue, más que nadie.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Medios adulterados (Etcétera 2005)

Uno supondría que los autores intelectuales de los reality shows tienen que ser imbéciles. Sin embargo los índices de audiencia logrados, sugieren en realidad a tipos muy listos que han hallado un filón en la pendejez inconmensurable de los teleadictos. Lo anterior plantea una pregunta casi filosófica: ¿la estupidez de las propuestas televisivas tiene un efecto didáctico y abona a crear ciudadanos más idiotas? o en contrario, ¿los productores se han percatado de que las masas sufren formas benignas de retardo mental y acomodan de esa manera sus propuestas? No lo sé pero el asunto me resulta ligeramente deprimente.
En esencia el formato de cualquier reality show es elemental; juntar a una nube de imbéciles que buscan un premio y obligarlos a competir entre sí para ir diezmando la población como en la canción de los perritos. Se les puede situar en una casa y entonces ocurrirán cosas tan interesantes como verlos desayunar chicharrón con huevo o enjabonarse sus vergüenzas. Otro formato los sitúa a la mitad de la jungla prendiendo la fogata con palitos y el último que vi llevaba a tres parejas a una isla llena de buenones y buenonas que hacían todo lo posible por conocer a los personajes en el sentido bíblico para propiciar adulterios que luego se mostraban al cornudo por medio de una camarita. Uno más en el cual un hombre soltero y guapetón se enfrentaba a una docena de bellas a las que se fajaba alternativamente para luego expulsarlas y quedarse con una afortunada.
Cada que veo una cosa así me quedo muy estupefacto de que un señor tenga la idea, que la produzca, que haya voluntarios, que se transmita y finalmente que alguien vea estos programas. Ansioso de entender me sumergí en la red y encontré el siguiente comentario de un adolescente argentino respecto a un reality gringo llamado “Cheaters” (Infieles). He respetado las faltas ortográficas que dan cuenta superficial del descerebramiento que sufre este jovenazo y que son confirmadas por el contenido de su mensaje.

“CHEATERS :banana: alguien vio este programa?...esta increible, es por lejos uno de los mejores "realities" que vi!!...
basicamente abro este thread para ver de comentar algunos capitulos de esta serie ....
comienzo:
me acuerdo de un capitulo...jajajja... que hay un negro que cuando va a buscar a su esposa infiel a la puerta de un boliche se le cagan de risa todos y lo re gastan y le hacen chistes!!...jaja..que bueno...jajaja
ojo que este canal tambien tiene otras pavadas que son buenisimas...
PD: yo se que para los amantes del cine este thread es un delito, porque ustedes aman las cosas bien echas, pero bueno che, hay que agregarle una cuota de humor
Saludos!!!”
Este notable miembro de una generación más que perdida se refiere a un programa que se produce en Estados Unidos y recientemente fue adquirido en su versión doblada por Televisa. En él, algún voluntario lleno de sospechosismo (es menester usar los neologismos en estos tiempos de cambio) sobre la conducta de su pareja, escribe a los productores, si es elegido, recibe la visita de un señor que es guapetón y que le interroga respecto de sus dudas. El hombre o mujer contesta que su pareja fulanita de tal anda en malos pasos y se está cogiendo al vecino o a la jefa o a uno que no conoce. Lo que sigue es simplemente fascinante; un equipo de vigilancia con todo y cámaras sigue al protoadúltero en misión comando con el fin de documentar sus excesos carnales. Esto se logra inequívocamente en tres o cuatro días y acto seguido llaman a la pareja, la suben a una camionetota y le muestran la evidencia. La engañada o el engañado ponen cara de compungidos y se les comenta que en ese preciso instante su pareja infiel se encuentra dándole vuelo a la hilacha, por lo que se dirigen en su busca para pedir cuentas. Los desenlaces son genéricamente un vodevil en el que puede haber reclamos, bolsazos, mentadas de madre y muchas dosis de llanto salpicadas por frases de rigor tales como: “!yo que confié en ti¡” “¿pero cómo pudiste?”o “eres un miserable”.
El resultado final es esforzadamente patético y nos obliga a analizar esta tendencia de los medios a buscar esta crudeza en la eterna lucha del rating. Percibo una diferencia entre este programa y sus compañeros de arrabal. En el resto, los personajes que participan son voluntarios y han dado su consentimiento para ser filmados haciendo el ridículo en cadena nacional. En el caso de cheaters se trata de una invasión (probablemente ilegal) en la vida de las personas. El adulterio es un asunto privado y como tal debe manejarse. Resulta escandaloso que se pueda seguir impunemente a alguien, filmarlo y exhibirlo en una especie de picota moral sin que medie su conocimiento de lo que está pasando. La inmoralidad paradójicamente no estriba en los guiños adúlteros de tantas personas -que son inherentes al comportamiento humano y pueden tener explicaciones muy complejas- sino en este atropello brutal a la privacidad.
Exhibir públicamente un video o una grabación, como lo hacen con total impunidad y cada vez con más frecuencia los medios, es una prueba de que nuestra capacidad de poner freno a algún mínimo control a los excesos del gran hermano, es simplemente nula. Supongo que los antídotos tendrían que concentrarse no en los vetos (como algunos proponen), sino en la producción de televisión de mayor calidad. Sin embargo, las respuestas del público (es el triste caso de nuestro corresponsal argentino) son una muestra de que esta carroña tiene destinatarios específicos que encuentran “divertido” el proceso por medio del cual un hombre descubre a su mujer con otro y, en consecuencia, convierten este deseo de mejorar los productos televisivos en una buena intención que se ve tan cercana como la victoria del inefable doctor Simi en las próximas elecciones presidenciales.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Breve historia de mi nombre (Uno más Uno 1989)

El ser humano, a través de su existencia, ha generado la búsqueda de una identidad que le permita diferenciarse del resto de sus congéneres. Existen serias perspectivas de fracaso si uno inicia esta tarea llamándose Juan Pérez, lo que ciertamente es un punto en contra. Pero, por otro lado, las soluciones empleadas para contrarrestar este problema a menudo son extremas y determinan nombres tales como: Leodegario, Pafnucio o Fedro, Quisiera referirme a este último básicamente porque es el mío y porque ademas creo que mi experiencia puede servir para que los padres indecisos que aún no han determinado cual será el nombre de su hijo (a), reunan mas elementos que les ayuden a tomar la decisión final.
Parece que los primeros problemas se presentaron cuando fui llevado a la pila bautismal, ya que el cura se negaba a bautizarme argumentando (con toda lógica) que mi nombre era pagano, ofreciendo como alternativa el nombre de Margarito, santo que se celebra el día de mi natalicio. Gracias a Dios, mis padres en un arrebato de determinación que aun les agradezco, desoyeron las indicaciones del párroco, con lo que esa Iglesia (la del Sagrado Corazón) dejó de contar a partir de ese momento entre su grey a la familia Guillén, y el mundo perdió a un sonrosado Margarito.
La primaria transcurrió en una razonable tranquilidad, debido básicamente a que los niños pequeños poseen una muy limitada capacidad de asombro. Algunos tragos amargos se presentaron durante mi adolescencia. Mis amigos asociaban mi nombre con lo primero que les venía a la cabeza, (perro, feo, jedro, ferro etc.) conducta que invariablemente derivaba en un pleito a golpes en el que yo, que pesaba 40 Kgs y med'ia 1.50m, llevaba la peor parte. Recuerdo que una vez al inicio de cursos el profesor de radio al que le decían "el bulbo" al pasar la lista de asistencia y llegar a mi nombre dijo al tiempo que reía: Qué chistoso, tiene nombre de árbol
Con grán dignidad yo repuse:
El nombre no es Cedro, es Fedro
Instantáneamente mientras se golpeaba el muslo con la palma de la mano su risa se tornó en carcajada mientras repetía:
¿Fedro?... ¡ja ja..Fedro!
Fue un momento muy humillante, aunque justo es decirlo sentí que la afrenta estaba cobrada cuando poco tiempo después durante una clase, un camión de la escuela sin frenos entró al salón justamente por la pared que sostenía el pizarrón, "el bulbo" que en ese momento explicaba la diferencia entre un circuito en serie y otro en paralelo, sufrió una crisis nerviosa que probablemente todavía lo tenga en el Hospital... por lo menos eso espero.
No existe un documento oficial en el cual mi nombre esté correctamente escrito, en todos dice Pedro. Mi relación con los burócratas se ha convertido en una especie de reto. Yo me presento en una oficina pública a tramitar, digamos, mi pasaporte, todo marcha muy bien hasta que llegamos al momento en que se me pregunta mi nombre de pila, yo contesto: Fedro y me apresuro a decir: con "F" la secretaria levanta la mirada, parpadea lentamente, para luego escribir en la maquina un nítido Pedro.
Esa es la historia de mi vida. Sin embargo, con el tiempo le he tomado cariño a mi nombre, y les puedo jurar que el primer hijo que yo traiga al mundo se llamará como su padre.... Fedro

miércoles, 23 de diciembre de 2009

El Financiero (etcétera 2008)

En enero de 1992 por motivos misteriosos me dirigí a El Financiero para entrevistarme con Víctor Roura, editor entonces y ahora, de la sección cultural. Le propuse un artículo, aceptó y desde entonces con una periodicidad semanal estuve escribiendo hasta hace un par de semanas en que decidí renunciar. No le cuento esto porque lo crea particularmente importante ya que imagino perfectamente su cara de “¿y eso a mí que me importa?”, en realidad creo que ilustra una condición endémica de los medios en la que se encuentran un señor que es editor y otro que, como es mi caso, le da por la escribidera.
En primer lugar hay que decir que uno tiene mucho agradecimiento cuando alguien considera que lo que se escribió es publicable y entonce se inicia una relación que puede ser buena o mala en función de la lucidez de los actores. La mía fue neutra pero todo empezó a irse al demonio, de acuerdo a mi humilde opinión, por dos razones; la primera fue un libro que me pidieron, escribí y a nuestro joven editor no le pareció. Dado que a mí me parecía perfectamente aceptable que no le pareciera, le indiqué que no lo publicara y ya. El asunto le molestó. El segundo tema tuvo que ver con mi salario. Ocurre que El Financiero me pagó durante 15 años $350.00 por artículo, que es más o menos el salario de un minero antes de la huelga de Cananea. Hace unos meses pedí una revisión y recibí argumentos extraordinarios, porque extraordinario es que le digan a uno que “es de lo colaboradores de más nivel económico” ya que no recuerdo en que momento me hicieron el estudio, ni veo cómo ése puede ser un argumento para llegar a la tienda de raya periodística, además adujo que si me aumentaba el sueldo habría menos colaboradores lo que me dejó tres meses con una culpa enorme. Finalmente se acordó pagarme $500.00 pero me salió el tiro por la culata ya que lo que ocurrió fue que en lugar de aparecer semanalmente espaciaron mis colaboraciones y acabé ganando menos que al principio.
Un último punto era notable; resulta que El Financiero tiene por norma pagar el segundo viernes de cada mes de 3 a 5 de la tarde, es decir destina dos horas para que tooodos los colaboradores vayan a casa de la mismísima tiznada a cobrar un chequesucho. Cuando escribí genéricamente que las normas de pago de diversos lugares donde escribo eran anómalas, Víctor se negó a publicar este artículo bajo el comprensible argumento de que a nadie le gusta que le digan que trabaja en casa de la tiznada.
Luego vino una espiral descendente y cuando le escribí al señor editor pasó la segunda cosa extraordinaria, porque extraordinario es que uno se dirija a Víctor y el correo lo responda Eduardo (Mejía) que en ese momento se convirtió en mi interlocutor de manera muy amable. Así, de manera muy amable, el señor Mejía me hizo favor de decirme que una colaboración mía no salió porque me orinaba en los golfistas y el periódico era leído por muchos de ellos. Acto seguido me invitó a no faltarle al respeto a los lectores (quien me haya leído sabrá que hace años no respeto ni la memoria de mi difunta abuela, pero en fin). El estoconazo final se dio porque hace poco opiné que era muy idiota preguntarle a la gente en forma de consulta lo que no sabe y en este caso se me explicó que había un comité que lo leía todo y aprobaba o desaprobaba, que mi artículo estaba mal escrito, carecía de humor, no tenía nada que ver con la sección y era insultante. Por supuesto renuncié.
Veamos, seguramente ellos tienen su versión de las cosas y considero que les asiste todo el derecho a hacer lo que les dé la gana con sus colaboradores, para eso pagan. Sin embargo expongo la historia anterior no en un arrebato de bilis (he sido admitido en un periódico que paga un poco más y no está en casa de la tiznada) sino como una ilustración de lo frágil que es la relación entre aquellos que tienen la sartén por el mango mientras uno actúa como huevo frito. Ni modo. La otra razón es que El Financiero no hubiera publicado este artículo ni bajo el influjo de las drogas, pero –lo dije ya- es su derecho.

martes, 22 de diciembre de 2009

El cazador cazado (Etcétera 2008)

Existen muy diversas historias y leyendas ejemplares que ilustran la necesidad moral de que aquel que abusa sufra posteriormente los mismos abusos. Es probable que la mitad de los western, las películas de Pepe el Toro y toda la zaga de luchadores nacionales abreven de esta premisa. Después de todo esta especie de “para que veas lo que se siente” es una especie de acto justiciero que –adictos a los dramas, es la condición humana- disfrutamos enormemente. Cuando Saby Kamalich en su papel de sirvienta humilde y buena es vejada, lo que deseaba la unanimidad de los televidentes es que tomara un merecido desquite de la lagartona que la hacía ver su suerte y la humillaba diciéndole que no traía zapatos en recepciones de doscientas personas.
Los adictos a los medios han sido troquelados en esta idea (ingenua) de que “el que la hace la paga”. Estoy seguro que cuando arrestaron a Pinochet en Inglaterra, la enorme mayoría de la humanidad (con la obvia excepción de parientes y gorrones) pegó un brinco de gusto, lo mismo que cuando murió Darth Vader o los vampiros persecutores de Capulina y aquí podríamos ensayar un largo etcétera.
Sostengo que el caso de Fabián Lavalle llama la atención –guardado sea todo el tipo de proporciones- por razones similares a las antes descritas. Este buen hombre forma parte del naciente ejército de profesionales de los medios que tiene como función hurgar en el subsuelo informativo con el fin de alimentar y a la vez generar más apetito en televidentes que imagino imbéciles y numerosos. Las notas son anticipables como un meteorito; Fulanito de tal fue sorprendido en la compañía de una buenona por medio de una cámara oculta, lo que atrae de inmediato dos consecuencias reporteriles: la búsqueda de una reacción por parte del adúltero (que invariablemente dirá que se trata de una amiga) y la de la mujer cornuda que se negará a dar entrevistas mientras tira por el balcón las corbatas de su amado. Otra variante es descubrir a los que ellos mismos llaman “famosos” en situaciones comprometedoras como orinarse en unos arriates en la vía pública, gritar leperadas abrumados por las tinieblas del alcohol o sorprenderlos en una grabación telefónica en la que mientan la madre a discreción a diversos destinatarios. Todo lo anterior con la complicidad de diversas autoridades (es sabido que los policías que detienen a alguien de cierto nombre reciben una compensación económica al comunicarlo a los reporteros) En fin, hasta aquí nada nuevo; los analistas dirán que esto es basura y los basureros se abanicarán con estos comentarios pero ¿qué pasa cuando uno de ellos resulta víctima del monstruo que ayudó a engendrar? Veamos.
No han sido meses fáciles para Fabián Lavalle; primero y con una falta de tino envidiable se metió en el mismo cuarto de hotel con un troglodita que lo mandó al hospital y ello generó el primer circo mediático del que salió ligeramente vapuleado tanto física como públicamente. Semanas más tarde fue detenido por el alcoholímetro dando de que hablar por segunda vez, mientras decía que “solo se había tomado unas copitas”. La hazaña más reciente se encuentra en la portada de una revista donde lo “sorprenden” (por cierto, el término es literal) besándose con otro señor y desde luego (no podíamos esperar otra cosa) lo mandan a la picota entre burlas que tienen el mismo buen gusto de la maestra para el vestir.
Ante todo esto ¿qué posición se debe tomar? Para mí es clara, considero vergonzosa la intromisión en la vida privada de Lavalle (aunque francamente el tipo me cae tan bien como Idi Amin). La obsesión de los medios por atrapar a uno de los suyos solo son superadas por la torpeza con la que este jovenazo intenta defenderse. Sin embargo, una segunda enseñanza se puede sacar de todo esto; entender que la noticia vende, que los menesterosos informativos seguirán consumiéndola y que para lograr esta infeliz relación no hay impedimento ético que valga. Ignoro si el señor Lavalle ha analizado que está pagando platos que el mismo fabricó, de hecho me da igual. Como nos debería dar igual las andanzas privadas de cualquier persona ya sea pública o privada o asumir las consecuencias y entrar de lleno en la ley de la selva.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Leprosos (Milenio 2008)

De los primeros leprosos que tuve noticia son los que aparecen en Ben Hur; los recuerdo confinados en un valle de miedo mientras perdían la nariz de un estornudo. En este tragedión la madre y la hermana de Ben Hur han contraído la enfermedad y él va a buscarlas en una escena que aun recuerdo entre pesadillas. Cuando pregunté la razón de este aislamiento se me explicó didácticamente que “la lepra era una cosa de mucho contagio” y di por bueno el razonamiento, aunque años después me surgió la duda de si no habría formas más humanitarias de tratar a esta pobre gente.
El problema es que en estos tiempos modernos he adquirido una condición similar a la de un leproso y procederé a explicarme. Estaba yo el otro día escribiendo algo que no me importa ni a mí en un agradable salón que utilizo hace algunos años, cuando de la nada apareció una señora de 115 años que me puso un sustazo a traición. Venía acompañada de una empleada y me preguntó por la espalda: “¿ya no está fumando?”. Un servidor que en ese momento tenía las dos manos en el teclado elevé los ojos al cielo, me repuse de la taquicardia y sintiéndome muy listo respondí: “es evidente que no”. Acto seguido la vieja decrépita y la empleada procedieron a explicarme que de acuerdo a la nueva ley estaba prohibido fumar en ese espacio y que por favor lo dejara de hacer ya que “dañaba su salud y era una inconciencia”. La tentación era mucha para mandarlas a la chingada pero soy un hombre prudente, así que decidí retirarme de un lugar que me es grato y al que no pienso volver.
Veamos, se argumenta que la gente que fuma es una especie de asesina silenciosa nomás que con colillas en la mano. Los mojigatos del mundo han emprendido una cruzada bajo el ostensible argumento de que los no fumadores no tienen por que inhalar tanta porquería y que sus derechos deben ser respetados. No soy tan idiota para negar cierta razón al argumento, sin embargo las medidas cautelares empleadas reducen todo a una proscripción leprosa que ayuda poco a la ya de por si vapuleada convivencia en esta ciudad. Utilizando un argumento similar yo podría decir que los camiones de ruta (del gobierno) me emiten CO2 en la cara y además de dejarme tiznado me llevan a una muerte temprana. Argumentaría también que la clase dorada, que se va en avión a mamadencias como Vail está emitiendo, vía el aeroplano en el que viaja, una cantidad de sustancias que me son nocivas pero –lo expliqué ya- no soy tan idiota para pedir que se prohíban los vuelos comerciales. Podría también decir que le hecho de que las licencias de conducir se den de “buena fe” produce mucho idiota al volante con la capacidad de dañar la salud del prójimo debido a un atropellamiento masivo o que la venta de alcohol genera que a la gente se le desarmen las entendederas y se quiera madrear con el prójimo (lo que también daña la salud).
La gente que no fuma se encuentra empoderada; uno lo advierte cada que saca un cigarro y los no fumadores nos observan como se observa a una plaga de langostas o menean las manos espasmódicamente para evitar que el humo entre en su nariz. Son inconfundibles mirándonos con una mezcla que media entre el desprecio y la conmiseración. Aparentemente nadie advierte que estamos dividiendo a la sociedad (una vez más) en opresores y oprimidos. No tengo la menor duda que la corrección política (esa lacra postmoderna) en un rato permitirá que la gente presente demandas porque su vecino usa celular y las ondas electromagnéticas son las responsables de un tumor cerebral, créanme no tardamos en llegar a tal imbecilidad
Los que fumamos entendemos que hacerlo es un placer al que es difícil renunciar y asumo que nos atenemos a las consecuencias. Mi atenta súplica es que nos den un poco de aire (o nicotina, quizá) no sea que iniciemos una revolución bajo el lema de que los pulmones son de quien los trabaja y de nadie más.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Pastorela 2009 Pa mis hijos y sobrinos

PAULINA (10) CLARITA
ISABEL (9) DIABLA 1
MARIANA (8) DIABLA 2
SANTIAGO (14) ANGEL 1
FEDRO (13) ANGEL 2
CONSTANZA (4) ANGEL 3
SOFÍA (12) VIRGEN MARIA
MALENA (3) BURRO
PACO (7) SAN JOSE
TOÑO (18) MELCHOR
BETO (5) GASPAR
FERNANDO (5) BALTASAR
SERGIO (11) L Y F 1
ANDREA (13) L Y F 2
MARIA (15) JUANITO
REGINA (22) ABOGADA
Letrero que dice “Copenhague” se oyen gritos atrás y Angel 1, 2 y 3 salen con pancartas que dicen:
“Calderón, sóplame un ojo. Energías eólicas”, “Carstens, a calentar la banca, energías solares”, “Obama, la porra te saluda”
(Entran Angeles 1, 2 y 3 vestidos de invierno)
Angel 1.- Esto sí es trabajo sucio, Mira que mandarnos a Copenhague en Navidad. Aquí hace más frío que en el Polo…
Angel 2.- Sí hermano, y allá por lo menos la señora de Clos nos daba chocolatito
Angel 3.- Sí pero yo no entendí quiénes eran los enanitos y el gordo ridículo.
Angel 1.- Angelita¡¡ más respeto¡¡¡ se llama Santa Clos y si bien reconozco que se le pasaron los romeritos, es un buen hombre. El pobre ya no sabe si el Xbox es 417 o 518.
Angel 2.- Basta de distracciones¡¡¡ no nos enviaron a perder el tiempo, los países están deliberando y debemos incidir en la votación…
Angel 3.- No entiendo nada…
Angel 1.- Ni entenderás si sigues interrumpiendo. La crisis es grave, muy grave, el calentamiento se va a cargar a los pingüinos
Angel 2.- Esa sería una gran noticia para Batman…
Angel 1.- Dios, me he rodeado de inútiles… Pongan atención, el calentamiento pone en riesgo la llegada de María y José. El burro se desorienta, María está llena de bochornos y José…
Angel 2.- ¿José? Ya sabemos que es medio inútil…cada pastorela es lo mismo…siempre se pierde. Tienes razón vamos a protestar. Angelita tú primero
Angel 3.- Okei “Calderón maricóooon”
(Salen)
(Entran María, José y el burro. José carga al burro o lo lleva en un carrito))
María.- José, gordo, ¿otra vez perdidos? No puede ser. Se supone que vamos a Belén y el último letrero decía Deportivo Huayamilpas
José.- Lo sé mujer, lo sé, pero con 20 años de pastorela ya las corvas no dan, el burro está clonado y la verdad es que no veo nada. (se pone lentes y mira al cielo)…no veo nada y encima cargando al burro.
María.- En efecto, no se ve nada dicen que es por el calentamiento, pero lo que yo tengo es un bochorno global y las contracciones me están matando.
José.- Espera mujer, espera que el burro ya se enclochó (se dirige al burro). Burro, se supone que nos debes llevar, no nosotros a ti.
Burro.- Es que he estado malito
María.- José¡¡¡¡ se fue la luz¡¡¡ ¿qué hacemos? Este año por tacaño no me llevaste al psicoprofiláctico
José.- Déjame ver si encuentro unos fusibles
(Entran L y F 1 y 2) Debe ser evidente que son del sindicato ya sea con cascos o logos hablan naquísimo)
L y F.- Alto¡¡¡ compañeros la lucha sindical los necesita¡¡¡ hemos sido despojados de nuestras legítimas fuentes de trabajo¡¡¡
L y F 2.- Sí caray, tan eficientes que éramos. Extraño mi chamba, ahora que nos corrieron, hacemos lo mismo, es decir nada, pero sin cobrar y no se vale.
María.- Señores, señores ¿ustedes saben cómo llegamos a Belén?
José.- ¿Y por qué no hay luz?
L y F 1.- Uyyy jovenazo, lo de la luz va a estar en chino decidimos bajar el switch (saca una palanca)
Ly F 2.- Echacatamente…nuestra lucha es la lucha del pueblo bueno… a menos que se quieran poner a mano
Burro.- Tengo miedo
L y F 1.- No cederemos, además el compañero Rafael Acosta pa los cuates “Juanito” prometió respaldar nuestro movimiento.
María.- ¿Juanito? Y ése quién es ¡Ay José¡ ahí viene el niño…
Ly F 1.- ¡Jesus¡
José.- ¿Jesus? No es mal nombre q te parece mujer..está mejor que Ponfilio
Burro.- Tengo miedo
María.- José¡¡¡¡¡¡
José.- Perdón mujer ¿quién es ése Juanito?
(entra Juanito y la licenciada él trae su banda y ella un portafolio)
Juanito.- Qué se ofrece, que se ofrece? aquí estamos ¿verdá? Porque la gente votó por Juanito y diario recibo más de 500 correos ¿verdá? De mis seguidores que saben que no los voy a dejar solos a ver licenciada léame el último
(La licenciada saca su blackberry y lee)
Licenciada.- Estimado señor Ponfilio…
Juanito.- Juanito Ju-a-ni-to, verdá? No se mande licenciada que lo del acta falsa era un compló…siga
Licenciada.- Perdón..estimado señor Juanito…puras promesas con usted, es un mamarracho menesteroso usted no tiene mad…
(Juanito interrumpe)
Juanito.- Suficiente, licenciada, suficiente ¿verdá? (se dirige al resto) ¿Y ustedes que transa? ¿Son gente de Clarita? Se me hace que sí verdá? Porque manda puras gordas…
José.- Óigame¡¡¡ la señora está embarazada, más respeto¡¡¡
L y F 1.- Juanito, somos del sindicato y nos dijeron que nos pusiéramos a tus órdenes
L y F 2.- Sí somos las fuerzas vivas. Tú di burro y yo brinco
Burro.- Tengo miedo
Juanito.- Licenciada ¿cuál es mi agenda de hoy?
(La licenciada abre el portafolios, saca un TV novelas con una encuerada)
Juanito.- No licenciada el taller de lectura es mañana, prosiga.
(La licenciada saca un papel y lee)
Licenciada.- Veamos, cita con Marcelo y Mariagna (evitar el chupe), mitin en la glorieta de camarones. Obra en el Blanquita con El Caballo y tareas de soporte logístico para que nazca el niño Dios.
Juanit.- Achis achis…la Mariagna ésa se pone re mal, la última vez le sacó el relleno al pavo…
(Se dirige a José y María)
Juanito.- Muy bien jovenazos ¿ustedes tiene el protagónico?
María.- No sé de qué habla señor Juanito pero debe ayudarnos, el niño está por nacer, el burro se ha colapsado, se fue la luz y no podemos ver la estrellas por el cambio climático…
Juanito.- Tiene que ser obra de Clarita…
L y F 1.- Juanito, lo de la luz, lo arreglamos, somos maestros en el arte de los diablitos. Aunque este inútil la última vez dejó a obscuras a medio Ecatepec…
L y F 2.- Oh bueno, se trataba de arreglos logísticos,y no se mocharon pa los chescos…
María.- ¿Nos ayudarán?
L y F 1.- Lo que diga Juanito
L y F 2.- Le entramos si nos da la administración de la semana santa con la concesión de las tortas de queso de puerco sin rasurar.
Juanito.- Hecho¡¡ Licenciada, páseme mi agenda
(La licenciada saca unos cazares, una matraca un llavero de peluche y le da una agenda, Juanito la revisa)
Juanito.- Vámonos¡¡¡ Clarita se prepara.
Burro.- Tengo miedo
(Salen)
(Entran Clarita y Diabla 1 y Diabla 2 las tres traen cuernos)
Clarita.- A ver a ver, mis canchanchanes. Este año lo podemos lograr, estamos más cerca que nunca
Diablo 1.- Y tenemos el apoyo del rayito de Esperanza tropical
Diablo2.- Pero no tengo claro qué tenemos qué hacer…yo de mentadas de madre ya estoy harta.
Clarita.- Usted no desista…no desista. Ya tenemos la delegación Iztapalapa, un (saca un papel y lee con dificultad) énclave estratégico. Este Noroña con sus palabritas domingueras (continúa)…un énclave estratégico en la lucha popular.
Diablo1.- No sé que es eso, lo que necesitamos es saber qué tenemos que hacer Clarita…instrucciones por favor.
Diablo 2.- Sí porque además de que nos mientan la madre nos caen a huevazos
Clarita.- Muy bien, tenemos que impedir que el niño nazca porque ello puede traer esperanza a la gente y eso no nos conviene. Mandé a los de Luz y Fuerza para sabotear la luz ¿hay noticias?
(Diablo 2 saca un celular y marca)
Diablo 2.- Sí, no, sí, ajá, no, jajaj la que traigo de campana…qué? Bueno yo le aviso.
Diablo 3.- ¿Qué pasó manita? ¿era el Cacharifas?
Diablo 2.- No, era el Mazahual que manda decir que ya se nos voltiaron y que andan con Juanito, que el les ofrece puestos y no marinas de mole.
Clarita.- Noooooo¡¡¡¡ tenemos que impedirlo, vamos por Noroñas, ése sí les parte su mandarina en gajos. Vamos.
(Salen)
(Entran los reyes magos)
Melchor.- Amigos míos, este año ha estado muy rudo. El catarrito de Cartsens se convirtió en neumonía ya no se siente lo duro, sino lo tupido. Encima de todo con el calentamiento no veo la estrella de Oriente
Gaspar.- Si Melchor, tienes razón ¿te acuerdas que el policía nos dijo que fuéramos a la TAPO?
Baltasar.- Pero ni Tapo ni nada…yo ya no aguanto los pies.
Melchor.- No te quejes Baltasar, empeñar los animales era necesario para los regalos del niño. Además han quedado en buenas manos
Gaspar.- ¿Te parece que el circo de los hermanos Fuentes Gazca son buenas manos?
Baltasar.-Exacto, yo no estoy nada seguro, el domador como que se quería filetear a Abú, mi querido dromedario.
Melchor.- No se quejen y sigamos, de otra manera vamos a llegar como siempre…tarde mal y nunca ¿alguien trae un GPS?
(Gaspar saca un aparato y se lo da)
Melchor.- Dios mío, estamos más desviados que las ideas de la Gordillo, es para el otro lado¡¡¡
(Gaspar saca una guía roji)
Gaspar.- De acuerdo a mi confiable guía roji, nos hayamos en Tejupilco el Chico, así que debemos apresurarnos
Baltasar.- Lo sabía creo que el año que viene mejor me alquilo en la Alameda.
(salen)
(Entran Angeles se oyen gritos atrás)
Angel 1.- Híjole, que frío y los presidentes que no llegan a acuerdos, la única noticia es que hay huelga de prostit…
(Lo interrumpe Angel 2)
Angel 2.- Señoritas que fuman, señoritas que fuman, hable bien…
Angel 1.- Bueno, lo que sea, el hecho es que si estos inútiles no llegan a un acuerdo el cielo nunca se despejará, los mares subirán y ya no habrá pastorelas.
Angel 3.- Por eso, o porque el autor es un fodongo.
Angel 1.- Creo que poco podemos hacer, lo mejor será regresar y ver cómo están las cosas por allá, el niño ya va a nacer y aquí somos de la misma utilidad que un maestro mexicano.
Angel 2.- De acuerdo pero esta vez pido pasillo en el avión, ya sabes que con las corrientes de aire me dan vahídos…vamos.
(Salen)
(Entran Juanito, la licenciada, L y F 1, L y F 2, José, María y el Burro)
Juanito.- Camaradas…la cosa está de la chifosca verda? La ñora ya va a parir y nadie sabe técnicas de psicpropedeutico
Licenciada.- Psicoprofilático…
Burro.- Tengo miedo.
Juanito.- Eso¡¡¡ eso. Psicronmportilactico…. Está peor que Ponfilio. Mis asesores me informan que Clarita ya se arrancó a nuestro encuentro ¿sugerencias?
L y F 1.- Una es llamar a los camaradas de los 400 pueblos pa que hagan una manifestación encuerados.
L y F.- Sí son como un arma de destrucción masiva, los que los miran no vuelven a comer en 3 días.
María.- Señores, por caridad, ya estoy dilatada.
(Juanito saca un reloj)
Juanito.- Pos le presto mi reloj jajajaj un chistoretazo ¿verdá? Es que desde que soy artista me brota el carisma.
José.- No sea payaso y ayúdenos, no queremos aacabar en el ISSSte como el año pasado
Burro.- Fue horrible
Licenciada.- Señor, los reportes indican que Clarita se aproxima con rumbo Nor noroeste.
Juanito.- No sea payasa licenciada verdá? ¿Dónde queda eso?
Licenciada.- Por el deportivo los Galeana
L y F 1.- Entons qué, le entramos con los 400 pueblos?
L y F 2.- Nomás que esos si cobran en especie
Juanito.- Nanches que. Miren ahí están ¡¡¡vamos a tupirles¡¡¡
(salen regresa Juanito)
Juanito.- Verdá? Perdón pero es una muletilla que me enseñó el Caballo Rojas
(sale, entra el burro)
Burro.- Tengo miedo
(Sale)
(Entra Clarita diablo 1 y 2)
Clarita.- Todo se está derrumbado esos canijos del sindicato ya se nos voltearon
Diablo 1.- Sí y son un montón
Diablo 2.- Yo estoy simplemente harrrta
Clarita.- Podemos pedirle poyo a Marcelo porque el rayito ni sus luces.
Diablo1.- Parece que la rayito lo boicotearon los electricistas y ya quedo en velita, no en rayito.
Diablo 2.- Pues ni modo que nos rajemos ¡ahí vienen¡¡¡
Clarita.- La victoria fue siempre de quien jamás dudó, mmm que buena frase¡¡¡siempre la quise decir en la pastorela. Vamos¡¡¡
Diablo1.- ¡¡¡así se templó el acero¡¡¡
Diablo 2.- ¡¡¡la lucha del pueblo es la lucha de todos¡¡¡
Clarita.- No pus este año el Noroñas si se esmeró con las frasecitas…vamos¡¡¡
(Salen)
(Entran ángeles y reyes magos)
Melchor.- ¿Y qué tal Copenhague?
Angel 1.- Se come bien, hay muy buen arenque
Gaspar.- ¿Y el clima?
Angel 2.- Frión,, hermano, frión
Baltasar.- ¿Y consiguieron algo?
(Angel 3 saca una esferita (Fedro autor la tiene y la pone ese día)
Angel 3.- mira, un bonito recuerdo
Melchor.- Nosotros como idiotas y la batalla ha empezado, necesitamos reforzarlos si no les va a ir peor que al atlante con el Barcelona, vamos¡¡¡¡¡¡
(salen todos atrás del escenario se oyen gritos de batalla)
Clarita.- Bellacos¡¡¡
Juanito.- Ganapanes¡¡¡
María.- El niño¡¡¡¡¡¡
José.- El burro¡¡¡¡
Burro.- Tengo miedo¡¡¡¡
Melchor.- De quién es el blackberry¡¡¡¡¡
Angel 1.- Esta Clarita muerde¡¡¡¡
Angel 2.- ya se descontaron a Juanito¡¡¡¡
(la pelea termina entran todos, Juanito y el burro traen un ojo morado. Clarita y los diablos vienen con las manos amarradas y María trae al niño en brazos)
María.- Queridos amigos, sabemos que lo sabían pero no lo deben olvidar. El bien siempre triunfa. En estos tiempos todos nosotros les recordamos lo importante que es estar unidos y juntos para seguir adelante y lograr un año y muchos más mejores para todos. Los queremos mucho
(todos)
Felicidades¡¡¡¡
Burro.- Tengo miedo

jueves, 17 de diciembre de 2009

María de mi corazón (Etcétera 1997)

--¿Pipí?
-- Sí, pipí.
La respuesta me desbordaba; si era necesario meter un papelito de colores en pipí para demostrar mi fecundidad la cosa no podía empezar bien.
Y sin embargo así inició.
El origen de la historia se remonta al consultorio 721 de un Hospital muy caro del sur de la Ciudad de México. Un servidor había establecido su primera cita con el urólogo ¿Por qué? Pues por una molestia que me aquejaba en el testículo derecho (al que en adelante me referiré con el término castizo: huevo). Pues bien a resultas de mi dolor en un huevo llegué a la antesala del doctor -que con propósitos narrativos llamaremos Jekyll-. Hice una antesala de hora y media y me entretuve observando el rostro de los antesalistas. Era deprimente; todos y cada uno de ellos tenían muy mala cara. Parecían protagonistas de una historia de Dickens. Cuando llegó mi turno, entré a una oficina y Jekyll se encargó de hacerme preguntas muy raras del tipo: "si come picante, ¿no le arde?". Después del interrogatorio entramos en una salita con plancha de metal, el galeno me ordenó bajarme los pantalones. Recordando a Ibargüengoitia y su Ley de Herodes, tragué saliva y cumplí la instrucción.
Nunca debí haberlo hecho.
Jekyll se puso un guante, me apretó las vergüenzas y pidió que adoptara la conocida posición de decúbito prono. Pude negarme, pero no lo hice y en un momento, sucedió lo que tenía que suceder. Al salir del consultorio, comprendí la mala cara de los pacientes y me fui a casa para contarle a mi mujer el atropello.
La siguiente visita fue más reposada. Jekyll me mandó al ultrasonido y quedamos de platicar a los quince días. Llegó el plazo y me presenté. Con unas radiografías (que no eran radiografías) en las manos, Jekyll anunció que yo tenía algo que no recuerdo si eran várices o quistes en un huevo. "Eso" agregó "lo vuele a usted técnicamente estéril, debemos operar su testículo".
Desde luego, no volví.
Por algún milagro espermático, me encontraba ahora con mi mujer, sosteniendo una tasa (que luego tiramos a la basura) llena de orina. Esperábamos un cambio de color lo mismo que un agricultor espera la lluvia. Pasaron cinco minutos... el papelito cambió de color... Estábamos embarazados.
El proceso del embarazo -créame- es una de las visiones que más se asemejan al cuarto círculo del infierno. Es horrible.
A lo largo del proceso, mi esposa subió veinte kilos, asunto que combinado con un desajuste hormonal la puso de un humor equivalente al del General Patton. Adquirió costumbres de asceta; no comía porquerías, prescindió de cualquier medicina y vomitó, durante tres meses, cualquier alimento sólido.
Las visitas al médico eran otro infierno. El doctor parecía complacerse en preguntar cosas que hubieran hecho vomitar a un buitre. Cada visita me dejaba lívido.
Luego vino el sicoprofiláctico, al que fui literalmente a rastras. Allí escuchamos varios testimonios que hubieran hecho vomitar a una parvada de buitres. Los padres se complacían en contar como limpiaban la sangre de sus hijos o cortaban el cordón umbilical. Todos parecían conformes con el testimonial. Cuando salimos le dije a mi mujer: "soy un desadaptado".
En las reuniones a las que asistíamos me encontré con la mayor cantidad de expertos en cuestiones de niños. Pasaba yo las horas tomando whisqui, mientras un coro de sádicos se empeñaba en decirme que a los niños había que acostarlos boca abajo o que si su caca era verde no me preocupara. Había otros que advertían cosas como: "los primeros dos años no vas a poder pegar el ojo" o: "si se te queda viendo fijo, seguro es sordomudo". A las viejas pendejas que decían que el embarazo era el estado natural de la mujer, las volteaba yo a ver con una mirada asesina.
Las predicciones del médico anunciaban que nuestro hijo nacería el diecisiete de julio, es decir, el día de la final del Campeonato mundial de futbol. "Perfecto" pensé, "no va a ir ni el anestesista". Sin embargo, paso el diecisiete y el dieciocho... y el diecinueve. Nada. Ya para el día veintisiete, estábamos alarmados y fuimos al Doctor.
La visita fue terrible; el médico anunció que había evidencias de que el cordón umbilical se estaba estrangulando (en ese momento pensé en un niño estrangulado) y que era necesario intervenir en el desarrollo natural de los hechos.
Al día siguiente nos levantamos muy temprano y dirigimos nuestros pasos al hospital. Dejé a Georgina y me fui a cobrar un dinero que, dada la naturaleza de nuestra futura deuda, era muy necesario.
Mi hija nació mientras yo caminaba como baboso en la cafetería del Hospital. Resultó una niña de tres mil seiscientos setenta gramos, sana y fuerte. En el momento en que la llevaron al cunero y me pude asomar por una rendijita, inició la magia; pese a mi predisposición natural a considerar a cualquier recién nacido una cosa horrible, sentí que me conmovía. Ese pedacete era mi hija.
Ya repuesto de la conmoción y sintiéndome la madre Teresa, esperé en el cuarto a la madre, mi esposa, que aún no se reponía del tremendo agujero que traía en la barriga cosido con hilo nylon. Cuando llegó la arropamos y una enfermera hizo mi cama. En ese momento me percaté de que la maleta donde tenía mi ropa, se hallaba en el armario de mi casa a veinte kilómetros de distancia por lo que me acosté semidesnudo.
Exactamente a las tres de la mañana, Georgina despertó dando un grito que aún recuerdo entre estremecimientos. Me levanté y toqué todos los botones posibles incluida la manija del baño. Llegó la enfermera, su mirada me recordó que estaba semidesnudo, me tapé y le administró un analgésico a mi cónyuge que así calmó su dolor.
Al día siguiente llevaron a María, sentí un alivio enorme cuando me di cuenta que no había heredado mi nariz de asiento de bicicleta, le dimos de comer y cambié sus pañales, demostrando un profundo amor ya que -éste es un dato técnico- la mierda de niño huele a máscara de cartón del dieciseis de septiembre.
Tres días después salimos del Hospital; en el momento de pedir la cuenta estuve a punto de volverme a internar ¡trece mil nuevos pesos! Tuve un pequeño triunfo personal cuando devolví la foto que le tomaron sin mi autorización y que costaba treinta y cinco nuevos pesos, de esa manera pagué doce mil novecientos sesenta y cinco nuevos pesos y nos fuimos a casa.
A partir de ese momento María decidió que las tres de la mañana era la mejor hora para comer y nos lo hizo saber con un berrido ultrasónico. De nada valieron mis mejores trucos; la voz del Pato Donald o mi espléndida imitación de Capulina, la niña quería comer y se acabó.
Nuestra vida cambió; Georgina se convirtió en una madre extraordinaria y un servidor aprendió el controvertido tema: "debajo de un botón/ qué encontró Martín/ había un ratón/ hay que chiquitín" (que interpreto en momentos de franca desesperación).
En fin, ahí está María -la de la pata fría- permitiendo que me derrita cada vez que la veo. Lo que -aquí en confianza- me parece muy bien.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Crónica de una relación laboral (Etcétera 1993)

"Ni hablar" dijo Carolina Valdespino es mucho mejor la opción B
Y selló mi destino.
Estaba sin empleo y me había presentado al Centro de Trabajo Universitario. Allí conocí al Licenciado, el ser más miserable del mundo.
"Tienes mucho futuro aquí" dijo "te llamo mañana".
El Licenciado era un pigmeo con el pelo de flequito partido a la mitad. Como cualquier enano que no asume su talla se había dejado un bigote enorme cuyas guías peinaba hacia arriba (una especie de Mini Dalí digamos). Tenía una sola ceja que se movía nerviosa arriba de sus ojitos de musaraña. El era el jefe de la opción B.
No llamó al día siguiente. El que llamó fuí yo a la semana. Me contestó la secretaria Del Valle, una mujer eficientísima que era la encargada de transmitir las mentiras de su jefe.
Así estuvimos un mes. Yo llamaba y ella aplazaba, hasta que un día me indicaron que llevara mi curriculum. En ese momento tuve oportunidad de calar el caracter de mi futuro patrón; "trae todos los comprobantes posibles" dijo, llevé hasta mi diploma del Instituto Campanita donde saqué séptimo lugar de ortografía, tratando de olvidar la mirada de franca desaprobación de mi cónyuge: "no mames" dijo. El licenciado mandaba hacer un cartel y pedía que pusieran su nombre con letras pequeñitas en un costado al lado del nombre del diseñador, luego lo metía a su curriculum.
"Vas a ver que tabulador te dan, te vas a sorprender" . Efectivamente me sorprendí por la mierda que me ofrecieron. Allí dije que nones y entonces me propuso escribir un libro.
Luego apareció la opción A en el mismo Centro de Trabajo Universitario. El sueldo era mejor y decidí aceptar. La condición que puso el jefe de la opción A fue que hablara con el licenciado porque "no quería problemas". La verdad es que me preocupé un poco pero no dije nada y hay que te voy a ver al chaparrín. Se puso furioso; "lo que te ofrezca A te lo ofrezco yo, vente conmigo" En ese momento debí haber dicho que no tenquiu, pero vino la plática con Carolina Valdespino y todo se fue a la merda (en italiano).
De manera que empecé a trabajar para el Licenciado. Era un tipo raro. A lo mejor sus papás le pegaban de chiquito porque hacía cosas extraordinarias; una vez, lo oí hablar por teléfono y decir "por favor no se preocupe, todo está listo, llame mañana" para inmediatamente colgar el teléfono y decir, esta vez a la secretaria Del Valle: "si vuelve a llamar ese tipo, dígale que no estoy", la escena me hizo pensar en las llamadas que yo hacía antes de tomar el trabajo.
Mis compañeros formaban un grupo interesante; estaba Eustaquio Huidobro, un gordo que se sentía cultísimo, digamos el William Sheakespeare del Centro de Trabajo. Era un mamón. Su máxima habilidad consistía en manejar un programa de computadora que nadie entendía. Era misógino y jugaba solitario en su cubículo cuando nadie lo veía.
La Biomédica Sánchez era otro personaje. Padecía de atques de risa muy impresionantes por lo agudos. Su competitividad era envidiable. En las reuniones cuando se explicaba un proyecto decía:
"Fue idea mía"
Estaban luego Sara y Giselle, mucho más interesantes y atractivas, ambas tronaron.
Nos juntábamos todos en el Kings Pub, y la charla giraba alrededor de la mierda de persona que era el Licenciado. El único que no criticaba era yo, lo que constituiría una notable paradoja que entendí más tarde.
El Licenciado estaba encantado con mi eficiencia, hasta me invitó a comer para contarme su vida ("soy medievalista" dijo, "medievalista mis huevos" pensé). Sin embargo, ese trato preferencial tenía sus contrapesos. Una vez llamó por la Biomédica y por un servidor. Entramos a su cubículo mientras sonaba el teléfono. Nos quedamos muy quietecitos en la puerta, hasta que levantó la bocina y nos hizo un gesto equivalente al que emplean los taqueros para cuchilear perros. Salimos muy humillados.
Luego vino la mudanza; el Centro de Trabajo emigraba hacia otras oficinas. El sabado el Licenciado nos citó a todos. Es decir, 2 licenciados en letras, 2 biólogos, una historiadora y un chalán "con ropa informal" aclaración innecesaria en si misma ya que el se presentaba a trabajar con tenis y una chamarra del ejército de salvación toda la mañana nos puso a cargar el mobiliario, él llevaba el papel de la impresora. En el último viaje nos quedamos todos sin movernos y hasta allí llegó a las 2 horas con un humor negro:
"Es el colmo" dijo.
En ese momento Paco, que se había quedado con él en la antigua oficina me contó que cuando vio mi taza y la recogió para llevármela fue detenido por el Licenciado que dijo: "que venga él por ella".
Luego vino el congreso en Xalapa al que fuimos el cieneasta Brailovsky, el joven Bioquímico (ambos enemigos terribles del licenciado) y yo. Cuando mi jefe se quizo colar al coche le explique que yo de cien no bajaba, advertido de que no toleraba la velocidad.
Se quedó en México.
Para el congreso me dio comisiones muy extrañas; una cámara para tomar fotos del evento, que sólo use en la Hacienda de Santa Anna. Una grabadora para almacenar las ponencias que me volaron el último día y que ocasionó un problema terrible que me llevó hasta el jurídico de la Universidad. Poco antes de salir el Licenciado me había ofrecido aumento, al regresar mandó por mía a su oficina y dijo:
"Me dijeron (he allí la notable paradoja) que andas hablando mal de mí"
Debí contestarle que lo extraño sería que alguien hablara bien de él pero me callé la boca y respondí con dignidad real: "¿si?, pues que venga el que dice eso". Ya no le movió.
Poco tiempo después mandó cerrar el baño (que solo usaba él) para que el resto pudiéramos hacer pipí, era necesario bajar un piso y pedirle la llave a una señora que no tenía por que enterarse de que uno se estaba orinando. Luego cuando recibimos línea telefónica, le prohibió a la secretaria Del Valle que nos diera el número de nuestro teléfono. Hubo que írselo a pedir como si fuera un favor. Más tarde se quedó con la única llave de la puerta principal...
Era un cerdo.
Las cosas empezaron a agravarse. Pese a que me había dicho un mes antes que vigilara a la Biomédica y que mi trabajo era maravilloso había cambiado de opinión; "trabajas muy rápido" decía, una idiotez considerando que cada media hora se metía a mi cubículo sin tocar para ver si ya había terminado.
Todo estalló el día del teléfono; me disponía a llamar cuando la secretaria Del Valle me instruyó para que colgara el aparato ya que por indicaciones superiores estaba prohibido hacer llamadas personales. Entré a su cubículo y le dije que no mamara. Esa tarde me mandó a una comisión extraordinaria que consistía en visitar Museos mientras terminaba mi contrato. Fue una época en la que pasaba las mañanas comiendo chicharrones en Chapultepec. Luego me sacó de los créditos clandestinamente. Esculcó mis cajones y habló mal de mí.
A la historiadora la botó de fea manera mandando a la inefable Del Valle a que le prohibiera la entrada. El penúltimo día antes de vacaciones avisó que no me recontrataría cosa que él (y yo afortunadamente) sabíamos desde hace un mes. La biomédica y el gordo me vieron como a un apestado. Sin embargo, tuve la prudencia necesaria de pedir empleo en la opción A y para mi sorpresa (el licenciado me había echado una cantidad de mierda interplanetaria) lo obtuve. El primer día llegué a su oficina:
"¿Vienes por tus cosas?" preguntó
"No, vengo a ponerme a tus órdenes en la opción A, allí si prestan teléfono"
Se le erizó el bigote... Ese día fuí feliz.

martes, 15 de diciembre de 2009

Antesalas (El Financiero 2007)

Recuerdo que hace muchos años acompañé a mi padre a cumplir una gestión que no recuerdo si era la obtención de la licencia para abrir una rosticería de pollos, un permiso de captura de la vaquita marina o la solicitud por escrito para un puesto en el consulado mexicano en Kuala Lumpur. El hecho es que nos presentamos en una oficina más grande que mis malos pensamientos en la que encontré, muy asombrado, una versión moderna de la corte de los milagros. Había gente con muy mala cara y que daba toda la impresión de estar ahí esperando desde la noche de los tiempos. Todos llevaban algún obsequio variopinto que podía consistir en medio kilo de huevo, una gallina de Guinea o una manualidad digna de una demanda penal, pero manufacturada con mucho cariño.
Detrás de un escritorio y sentado de mala manera había un señor de corbata que parecía el producto de algún experimento científico. Su función era la de anotar en una libreta el nombre del solicitante y el motivo de la audiencia. Cuando no estaba cumpliendo estas importante comisión, le pegaba una mordida a una torta siguiendo un principio blitzkrieg, esto es, abarcaba siete cm2 en cada acometida. De pronto sonaba un timbre que acompañaba el encendido de un foco de color amarillo. En ese momento todos veían al de la corbata como Colón a la tierra prometida mientras que éste revisaba la lista y le daba paso a uno que acababa de llegar dejando un misterio indescifrable; ¿por dónde salían los que estaba adentro? Nunca lo supe, lo mismo que el resultado de la encomienda paterna pero recuerdo que al momento de salir se me ocurrió algo que si bien no era un monumento a la lucidez, era medianamente sensato: ¿por qué chingados la gente cita a más de una persona en el mismo horario?
Por definición existe una brecha de castas entre el que pide y el que concede una cita. El primero tiene alguna necesidad y el segundo el poder definitorio acerca de si le da la gana concederla. Los médicos –ese noble gremio- son verdaderos artesanos en el arte de hacer esperar a la gente. Uno llama con el pulmón expuesto a una señorita eficiente y le comenta que necesita una cita. La señorita (supongo) revisa una libreta y dice “el doctor lo recibe el miércoles a las cuatro”. Por supuesto no le preguntan al enfermito si la fecha le acomoda y éste (con cara de que se sacó la lotería) confirma el encuentro. El día y la hora señalados uno se aparece con el pulmón en un frasco y se encuentra a siete personas con cara de nada sentadas en la antesala. Como ellos ya están acostumbrados a este tratamiento, se han vuelto previsores; la señora de por allá lleva su tejido, el niño idiota su nintendo y el compañero sentado a mi lado, las memorias de don Justo Sierra, que en paz descanse.
Recientemente visité un sitio con el propósito de acudir a una cita. La primera notabilidad es que no cuenta con lugar para estacionarse y se encuentra en medio de la nada. La única opción es dejarle las llaves a un señor que es delincuente pero se hace llamar “franelero” para que “lo cuide”. Me negué y encontré un espacio prohibido, pero había otros cincuenta vehículos que violaban ya el interdicto. Entré a mi cita (doce del día). Vi pasar a cincuenta señores antes que yo y a las dos de la tarde también vi pasar a la chingada madre (esto es una metáfora) de la persona que me había citado. Me recibió quince minutos con resultados ambivalentes. Por supuesto en el momento que salí y no encontré mi auto, entendí que algo muy malo había pasado. Le pregunté a uno que era idiota y me dijo “uyyy joven, se lo acaba de llevar la grúa”. Sin embargo, la información importante (a dónde) no la poseía ya que me explicó que eran tres corralones posibles. Tomé un taxi, llegué al primero después de atravesar un puente peatonal con riesgo de mi vida y me encontré a un perro echado y una señora que daba miedo nomás de verla. Por supuesto me indicó que el auto estaba en otro corralón y hacia ya me dirigí, maldiciendo en voz baja las pinches antesalas.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Noches de ópera (El Financiero 2008)

Me entero, con cierto pasmo que en el hace unos días se ha presentado la ópera Carmen en el auditorio nacional y se anuncia que se trata de una “producción majestuosa con más de 300 actores en escena (la misma cantidad de habitantes de Tejupilco). Mi pasmo se produce porque la ópera es una manifestación artística que me resulta inescrutable por varias razones; la primera y más evidente es por la facha de los cantantes que a la legua se ve que fueron seleccionados por su voz y no por su aspecto. En el caso de los caballeros normalmente son viejitos con panza de albañil que por razones del argumento tiene que representar a un señor que es guapo y las seduce con la pura mirada. El efecto final es ligeramente repugnante. Las damas por lo general pesan lo mismo que una ternera en pie y son “divas”, esto quiere decir en cristiano “mamoncísimas”, se desmayan porque pasó la mosca, se visten con tiendas de campaña y se pintan el pelo como solo se lo pintaría Madame Mim.
Un segundo elemento son las voces; la primera vez que oí a un cantante de ópera me di cuenta que algo no andaba bien; nadie canta como lo hacen ellos, esto es, con una voz de ultratumba si son bajos, o con una agudeza que destroza la cerilla de los oídos si son sopranos. Por supuesto no debemos omitir el nada omitible hecho de que esta gente se comunica cantando y no como usted y como yo, que nomás platicamos. Esta desgracia es exportable a muchas películas en las que está el joven galán con una buenona y de pronto sin previo aviso se oyen unos violincitos que nadie puede ver y que son el preámbulo para que este idiota le cante a la bella que entorna los ojos de una manera horripilante.
Las óperas también requieren un vestuario específico que normalmente es escalofriante; los cantantes pueden salir de soldados romanos, de geishas o lo que es peor aún de toreros como es el caso de “Carmen”. Como es bien sabido el traje de matador de toros fue diseñado por alguien con iniciativa pero hijo de la chingada, ya que hay que tener muy mala leche para vestir a alguien con unos pantalones tan ajustados que causan orquitis, mallitas rosas, un chaleco tres veces menor a la talla normal y un sombrero de telera. En el caso que el intérprete del papel del torero en Carmen pese cien kilos, nos enfrentaremos al sorprendente espectáculo de observar a un zepelín multicolor en el escenario.
Por último se encuentran los libretos que son dignos de una demanda penal; el de Carmen trata la historia de don José, uno que es sargento y bastante imbécil ya que no se da cuenta que Carmen es, de acuerdo a la sinopsis “una cigarrera nacida para el amor” lo que equivale en cristiano a decir que es meretriz. Ambos se enamoran, pero ella nomás le trae malfarios a José; cuando la meten al bote él la deja escapar y lo castigan, luego lo convence de que se vaya al monte a tratar con contrabandistas mientras ella quiere conocer en el sentido bíblico a un torero famoso que se llama “Escamillo” (si yo me llamara Escamillo viviría en Alto Volta)
Las cosas se precipitan ya que Escamillo sube al monte (imaginar a un torero en el monte) y cuando están a punto de agarrarse a madrazos los dos rivales, le llega la noticia a José de que su madre agoniza por lo que deja a Carmen y a José haciendo valer la ley del mismo nombre, es decir, la del monte.
Llega la corrida de toros y aparece José, pero Carmen decide desdeñarlo en una decisión pésima para su salud ya que en ese preciso instante José saca un puñal y la manda al más allá en el momento justo que Escamillo mata a su vez al toro siguiendo un método similar.
Como puede verse el asunto resulta ligeramente infumable y es por ello que a toro pasado explico mi ausencia de tan memorable evento. Francamente prefiero las luchas o ya de perdida una película de Pepe el Toro.

viernes, 11 de diciembre de 2009

País de burros (El financiero 2009)

En un hecho periodístico de temporal, de cuando en cuando alguna entidad educativa internacional tiene a bien pasarnos por la tabla de manera inmisericorde lo que provoca titulares escandalosos en los que se consigna que somos un país analfabeto, que estamos en último lugar y que ya ni chingamos. Por supuesto y de inmediato se levantan voces que tratan de capear la tormenta diciendo idioteces como “no son exámenes estandarizados” o peor aún: “no hay apoyos para los maestros”. También hay quien argumenta que no tienen por qué andarnos revisarnos ya que ello viola nuestra soberanía educativa. Dios mío.
Veamos cualquiera que viva en este país y no sea pendejo se podrá dar cuenta que la institución educativa es desastrosa por diversas razones, la más conspicua es su sindicato en el que se agremian cientos de miles y que maneja los mismos niveles de honradez de los bandidos de Río Frío; las plazas se venden los líderes se corrompen y los maestros manejan información insólita “No jóvenes, los murciegalos no esisten en la cuidad”, decía mi maestro de biología sindicalizado.
De cuando en cuando uno se entera de perlas periodísticas como que la lana que se sacó de PEMEX se destinó a los aguinaldos de los profesores o que existen decenas de miles de maestros “comisionados” por lo que no se paran jamás enfrente de un grupo. (aunque esto, hay que decirlo, puede ser comprensible considerando la psicopatía de los adolescentes modernos). Ante la evidencia anterior nunca pasa nada, todo mundo se escandaliza se pega el grito en el cielo y la educación nacional sigue haciendo más agua que el Titanic.
El circo anterior está aderezado por la alta burocracia que ha sido elegida para dirigir los caminos educativos siguiendo criterios francamente misteriosos. Porque misterioso es que el yerno de la enemiga de la Secretaria sea el señor Subsecretario y más misteriosa aun es la reciente reforma educativa que ha permitido que las buenas conciencias interpelen los programas de biología ya que se comete el pecado de tratar de enseñarles a los niños que su pene no se llama pajarito y que la cigüeña es un ave zancuda y no un animal que trae a los bebés de París cargando una bolsa en el pico y con muchos trabajos.
Todo el desastre anterior se adereza con la combatividad de los maestros que cada mes de mayo deciden que sus salarios son miserables y toman por asalto la ciudad de México para realizar lo que los clásicos llaman un “plantón”. Se instalan en la calle, ponen unas lonas y se quedan dormidos todo el día hasta que sus líderes, que los arrean como se arrean las vacas, les dicen que ya consiguieron el cinco por ciento y entonces desarman la caravana y se regresan a sus casas a ponerles tarea a los niños que abandonaron por un mes.
Este panorama produce que las escuelas públicas sean tan confiables como Richard M. Nixon y nos obligan a los padres a buscar instituciones privadas en las que se cobran cuotas de tal calibre que podrían generarnos, sin la menor duda, expectativas de un Nobel de química y no de un niño recitando como tarabilla las tablas de multiplicar en la sala de la casa. Existen pagos “a la sociedad de padres” “al fideicomiso” y una madre que se llama “reinscripción” por medio de la cual uno inscribe a su retoño en un lugar al que ya estaba inscrito nomás que pagando once mil pesos. Las escuelas privadas tienen además el defecto de generar ciudadanos suecos y no mexicanos. Por lo menos eso es lo que uno observa cuando ve a un grupo de adolescentes de colegio marista hablando como idiotas, con celular en la mano y la actitud de la reina Cristina frente a sus súbditos.
Como puede verse el problema no tiene la menor solución; entre la OCDE, evaluándonos, la maestra con sus casas en San Diego, los maestros aguerridos, las autoridades pasmadas y las escuelas privadas esquilmando al que se deje, parecería que lo mejor es iniciar la ruta del autodidactismo. Ya Juan José Arreola y Tito Monterroso lo hicieron y no parece haberles ido mal.

jueves, 10 de diciembre de 2009

De toros y toreros (El Financiero 2006)

Para Gabriel Quadri por la afición incompartida
Donde usted, querido lector, lee: “Zotoluco se llevó el gato al agua al meter en la canasta a un manso de solemnidad que terminó por meter la cara por ambos pitones entregado al poderío muleteril del espada chintololo, Cumplido llevó por nombre el burel al que Eulalio le cortó las orejas tras una faena recia, maciza, en la que a base de someter y cercar a su enemigo logró arrancarle muletazos de largo trazo e innegable temple. La estocada, aunque desprendida, fue suficiente para que doblara el quinto de la tarde por lo que la petición mayoritaria no se hizo esperar”, yo leo: XWRTGFR TRXWZX GRTUYIPIUYU. La crónica de Jorge Murrieta, podría estar escrita en alguna lengua muerta y su humilde servidor entendería lo mismo. En primero lugar lo de meter la cara por ambos pitones parece un albur que envidiarían Chaf y Queli, no sé qué carajo es chintololo pero suena como a idiota. Me parece temible que un señor le arranque las orejas a su enemigo (siempre que no se llame Atila el huno) y también ignoro que es una estocada desprendida aunque queda claro que por muy desprendida que sea, deja en calidad de fiambre al pobre animal.
Lo primero que llama mi atención acerca de los toros es justamente la pinche jerga que emplean los taurinos y que me parece de una mamonería ejemplar; que si patialzado, que burel, que chicuelinas… ¿por qué carajo un grupo de gente habla en clave? ¿para que el resto no entendamos? ¿Cómo una especie de código de los bufalos mojados? Misterio triple.
El segundo elemento de sorpresa tiene que ver con el aspecto de los que asisten a las plazas de toros y que parece ha emprendido una cruzada para vestirse como solo se viste aquella gente con total desprecio al que dirán. Algunos llevan sombreros como los que usaba David Reynoso, nomás que con un mecatito que cuelga por atrás. Otros llevan un atuendo como el del vocalista de los churumbeles de España con otro tipo de sombrero que tiene la particularidad de parecer un pastel al cual le cuelgan unas borlas y que es idéntico a los que los gringos creen que usábamos en tiempos del Zorro.
Un cuarto misterio tiene que ver con el momento en que la gente se emociona y le da por aventar su sombrero a lo que los entendidos llaman “ruedo”, aunque bien visto el asunto y a juzgar por la facha con la que uno luce al portarlo, yo también lo aventaría.
Descripción aparte merece el traje del torero que usa unas mallas temibles que deben provocarle orquitis, se pone medias rosas y unas zapatillas que solo le he visto a la Pavlova. También utiliza una corbata como la de los hombres de negro y un chaleco que a todas luces es tres tallas menor a la correspondiente. El sombrero (o “montera” para que no haya protestas) puede ser adquirido en un centro comercial, concretamente en la panadería ya que parece un pambazo de a peso nomás que negro. Hay otros señores que se ve que tocan en una estudiantina nomás que con sombrero de plumita (si uno fuera marciano sería plausible la hipótesis de que el primer requisito de la fiesta brava es portar sombreros de idiota).
La fiesta ¿por qué fiesta? Inicia y entonces sale el señor de las mallitas da unos pases para que luego venga un gordo a caballo que le clava una pica más larga que mis malos pensamientos al toro. Luego viene otro señor que se aproxima dando brinquitos y le clava unas banderillas a la bestia. Cuando uno está pensando seriamente en llamar al doctor Soberanes y denunciar el abuso, viene el torero y le clava un espadazo al animal y lo deja listo para un filete de aguayón. Si lo hizo competentemente recibirá un par de orejas (honestamente yo preferiría una medalla a un par de apéndices sanguinolentos y llenos de pelos). Luego da la vuelta al ruedo y si da el peso adecuado lo cargan unos señores en sus hombros y lo sacan de la plaza.
Por todo lo anterior es que los toros se han privado de mi presencia y si algún lector taurino se quiere tomar la molestia de explicarme, le suplico se abstenga; soy un hombre de ideas fijas.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

El teléfono (Etcétera 1995)

"Piungying, choi fa, ma yong", esas y no otras, fueron las palabras que salieron del teléfono un 17 de octubre de 1968. Del día me acuerdo porque era mi cumpleaños, del año por “Gigi”, una perra French poodle hija de la chingada que perteneció a la familia y murió en circunstancias misteriosas. Como el veterinario, que era un badulaque, no le hizo autopsia, a todo el mundo le entraron dudas sobre la causa de su muerte: "¿No será rabia?" sugirió en un arrebato de enorme oportunidad la tía Engracia. Al oír la palabra "rabia" pensé inmediatamente en el niño Nosequemadres Meister, el primer receptor de la vacuna antirrábica. Entre estremecimientos recordé una lámina del libro de salud que había en casa; la escena representaba a un señor que bien podría ser un enfermo de rabia o Frankestein sacudido por el deseo sexual, era horrible y le brotaba de las comisuras un hilillo de baba amarilla repugnante. Además de la información sobre el niño Nosequemadres, se explicaba que la rabia también se conocía como hidrofobia, dada la aversión de los enfermos por el agua. En aquel momento pegué una carrera hacia el lavabo y me tomé medio litro del vital líquido (escribir “vital líquido” es una estupidez, pero ni modo de repetir palabras). Total, que para salir de inquietudes nos recetaron 14 inyecciones14 en la barriga a los dos hijos menores de la familia Guillén.
Recuerdo que nos llevaban a una clínica en la calle de Chiapas, allí esperábamos a que la enfermera (una mujer sin los dientes frontales) se acabara sus chilaquiles y pasábamos a un camastro enorme. La escena era patética: Claudia empezaba a pegar unos gritos horrorosos mientras la desdentada sacaba unas jeringotas. Yo, que poseía más dignidad, resistía el tormento llorando muy quedito (como Marga López, cuando Arturo de Córdova le hacía alguna marranada). En el momento de la inyección nos tenían que detener los brazos y las piernas como en una película de Boris Karloff para que no pateáramos a la enfermera (sospecho que no tenía dientes por trabajos previos). Al final de la operación presentábamos una tarjeta como la de la Cineteca para que la perforaran y nos mandaban a ver al Tibio Muñoz en la tele...
Decía pues que el 17 de octubre de 1968 el teléfono nos dijo: "Piungying, choi fa, ma yong", las circunstancias que determinaron tan extraordinario evento fueron las siguientes:
En la privada había cinco casas, la del fondo era ocupada por Berthita la loca, una mujer que se había deschavetado el día de su boda cuando el presunto marido al escuchar la pregunta del cura, volteó a verla y dijo que nones, que él no se casaba. En ese preciso instante Berthita se desmayó. Cuando volvió en sí, ya era loca de baba. Vivía con una sirvienta que la sacaba a pasear todas las tardes. Al salir de la privada, Berthita invariablemente decía una frase sorprendente que no tenía que ver con nada como: "¡Si hay pollitooo!" o "¡muera Luis de Orleans!" cosa que nos divertía mucho.
A la mitad de la privada, una frente a otra, se encontraban las casas que mi padre llamaba de "la dialéctica". En una vivía la familia De las Heras compuesta por don Enrique, su esposa doña Ana y tres hijas buenísimas: Ana, Alicia y Adriana. Desde luego don Enrique era un estúpido, lo que se podía inferir no sólo por los nombres de sus hijas que tenían que empezar con A, sino porque estaba convencido de que era descendiente directo de Fernando VII "nuestro ilustre antecesor" ("antecesor mis huevos" le oí decir una vez a mi tío Juan). Exactamente enfrente tenía su casa el señor Federico, un grabador con el pelo hasta la nuca. Su familia era mas notable aún: la esposa era una mujer de noventa kilos que se vestía de Tehuana (o Tehuanota, si consideramos su volumen). Hacía ofrendas a Tezcatlipoca y le gritaba al marido peladeces durante la comida. Los hijos eran dos adolescentes de pelo largo que fumaban enfrente de sus padres y (prodigio de prodigios) les hablaban de tú. Se habían hecho famosos por un letrero que pusieron con pintura vinílica en la barda de un terreno cercano, "Muera Cueto y sus hijos los granaderos"...
La relación entre las dos familias era lamentable y se caracterizaba por peleas a gritos en las que se decían de todo: "indios" (las niñas a los adolescentes fumadores); "vieja chirimolera" (doña Ana a la Tehuanota); "puta" (la Tehuanota a doña Ana), "viejo flácido" (don Federico a don Enrique)... etcétera.
Nosotros habitábamos la penúltima casa con todo y la "Gigi" y éramos vecinos de don Fanfarrón, el viejo más-hijo-de-la-chingada que he conocido en mi vida. Le decíamos así en honor al villano de los cuentos de Cachirulo. Vivía acompañado de un perrote que se llamaba Dingo, un animal llevado de la mala vida muy afecto a corretearnos cuando estaba de vena. Cómo la casa de Fanfarrón tenía el único espacio de tierra para las canicas, el viejo salía todas las tardes a regarlo para que no pudiéramos jugar. Si una pelota caía en su jardín, se la daba al Dingo para que la despedazara. Aunque todos los odiábamos nos daba mucho miedo; usaba un sombrero negro y capa. Parecía enterrador de película de espantos.
Afortunadamente don Fanfarrón emprendía viajes a quién sabe donde con mucha frecuencia ("a comer niños", decía Lalito que era un mamón) y eso nos daba la oportunidad de jugar canicas a placer sin tener que preocuparnos del Dingo que estaba amarrado. El tiempo de ausencia del viejo podía ser medido por la cantidad de comida que le dejaba al perro. Nuestros cálculos nunca fallaban.
El plan se nos ocurrió después de ver una película de la segunda guerra en la que los muchachos buenos, es decir los gringos, tenían que entrar a una fortaleza alemana y matar a 35 oficiales. Nomás que la puerta se hallaba custodiada por seis doberman de miedo. Para sortear a los perros, sacaban de su mochila medio kilo de aguayón envenenado y lo tiraban por arriba de la barda.. Del desenlace ya no me acuerdo pero al terminar la película Toño mi primo se dió un sopapo en la frente tipo “tengo una gran idea” y dijo: "¿y si le hacemos lo mismo al Dingo?" La sugerencia fue unánimemente aprobada por todo el grupo e inmediatamente surgieron las comisiones: "Tú Juan, consigues el veneno", "Luis, la carne", "Jorge, unos mecates" "Nomás es cosa de que el ruco salga".
Y esperamos.
Hicimos un juramento muy idiota para guardar el secreto y cada quién se fue a su casa. Los siguientes días se fueron pachorronamente hasta que un día el perro correteó a Berthita (que quedó mucho peor después del incidente) y la “Gigi” se murió de golpe. Todos sospechamos que Juan andaba probando el veneno pero lo negó terminante.
Por fin un 15 de octubre, Fanfarrón salió con su maleta, estaría fuera una semana. Acordamos que la segunda noche realizaríamos el plan y quedamos de vernos a las ocho con los implementos necesarios. A la hora de la verdad se presentaron algunos problemas: el pendejo de Juan no llevaba veneno sino un bote de “Don Máximo”, detergente muy popular que anunciaba un viejo pelón. Luis no llevó aguayón sino tres rebanadas de salami con hongos y el mecate de Jorge medía exactamente un metro treinta, magnitud suficiente para que todos lo pendejearamos. "No importa" dijo Toño que era nuestro líder, "vamos a ver si pega". Rociamos el salami con Don Máximo, lo hicimos rollito y lo aventamos por encima de la reja hacia la casa del Dingo, el perro salió, y se tragó el pedazo inmediatamente. Enseguida empezó a hacer unos ruidos muy extraños, como si se estuviera atragantando, entró a su casa y ya no se movió. Como todos supusimos su muerte, trepamos por la alambrada y saltamos del otro lado. Para entrar a la casa, nomás hubo que zafar la puerta del baño. Esta última acción fue motivo de un penoso incidente ya que la vanguardia de nuestra misión (Jorge) se descolgó sobre el excusado con la razonable creencia de que la tapa estaba puesta, caro pago su error, pues el pie se le fue para adentro y revolvió un pedazo de mierda del tamaño de una salchicha frankfurter. Ya dentro recorrimos todas las habitaciones buscando alguna evidencia que indicara que Fanfarrón comía niños o era puto, pero nada. Decepcionados, íbamos de salida cuando Luis nos detuvo: "¡El teléfono!" dijo emocionado. Efectivamente, sobre una mesita que señalaba estaba el teléfono. Tomar el directorio, averiguar la manera para hacer llamadas de larga distancia y realizar la primera fue cosa de un instante. El mecanismo era muy simple; pensábamos en ciudades grandes con teléfonos de seis números. Marcábamos el 02 y pedíamos "con quien conteste". Iniciamos con Madrid donde eran las tres de la mañana, contestó un señor de muy mal modo, le dijimos: "chin-chin-gachupin" y cambiamos a Londres (el tipo se ha de preguntar todavía hoy si vivió una experiencia paranormal).
Esa noche recorrimos todo el mapamundi; Lima, Guatemala, Milan, Río de Janeiro (esta última ciudad nos dio la oportunidad de hacer un chiste estúpido que terminaba: "hamaca du bolas". La llamada a Tokio fue la más corta, lo primero que se oyó fueron las inmortales palabras: "Piungying, choi fa, ma yong". Cuando Toño iniciaba un "chino, chino japonés..." se escuchó un ladrido terrible. El susto que nos llevamos fue espantoso y salimos corriendo a la alambrada, allí me desgracié los pantalones nuevos de mi cumpleaños, cuando llegué a mi casa el corazón me daba tumbos.
Al día siguiente fuímos a ver al Dingo, estaba apendejadísimo pero vivito y coleando, la verdad es que a todos nos alivió. A la semana llegó don Fanfarrón y al mes entabló una demanda contra la compañía de teléfonos que se hizo legendaria. Cada que algún adulto lo veía pasar le preguntaba:
--¿Y? don Eustaquio, ¿cómo va su demanda?
-- Son carroña-- replicaba furioso don Fanfarrón.
Un día Berthita que iba saliendo, probablemente poseída por el espíritu de Graham Bell, gritó en las narices de Fanfarrón: "¡ya suelta el teléfono Isadora!". El viejo se puso peor de loco que la mismísima Berthita.
Poco tiempo después nos mudamos y el asunto no se volvió a mencionar jamás, si lo hago ahora es para lavar una culpa de 26 años, pero sobre todo intrigadísimo por el significado de las palabras inmortales:
"Piungying, choi fa, ma yong".