martes, 27 de octubre de 2009

Guía vacacional (El Financiero 2008)

El período vacacional en la muy noble y leal ciudad de México está marcado por diversos ritos que nunca dejarán de sorprenderme pese a que se repiten inexorablemente año con año. En primer lugar las familias clasemedieras se enfrentan al problema de qué hacer con los infantes durante dos meses y entonces se recurre a una madre llamada “cursos de verano” que en estos tiempos empiezan a tener propósitos ligeramente delirantes. Uno esperaría que el niño entrara a un curso para jugar futbol, hacer macramé o lo que fuera, recordemos que se trata de mantenerlos ocupados y en manos de gente muy noble que los debe aguantar durante tres semanas diciendo cosas como: “¡Niños, no se orinen en los arriates!” o “¡Juanito, sácale esa vara de la oreja a Pao!”. Sin embargo, la nueva moda es meterlos a cursos de naturaleza indescifrable en los que se busca satisfacer aspiraciones, así por ejemplo los hay de “apreciación artística” o de “yoga para menores de ocho años”. Por supuesto si yo fuera un niño y mis padres me inscribieran en una cosa así, les metería una demanda penal que los dejaría ciegos.
Otra derivación asociada al período vacacional se centra en lo que los clásicos llaman “planeación estratégica”. En este caso conviene imaginarse a tres jefes de familia frente a un mapa lleno de leyendas buscando la mejor manera de llegar a algún lugar en casa de la chingada con el fin de aventurarse junto con la prole. En estas reuniones se dicen cosas como “me han dicho que los rápidos son una gran experiencia” o “es la playa más virgen posible”. Desgraciadamente lo que nadie les ha dicho es que en los rápidos la gente se ahoga o que justamente la virginidad de la playa se debe a que está infestada de moscos y pulgas de agua que le dejan a uno las nalgas como chirimoyas. Lo siguiente es determinar la forma de transporte y entonces se decide que para ahorrar gasolina todos se irán en la camionetota del tío Federico que es enorme. El problema es que por un principio físico conocido popularmente como “impenetrabilidad” es imposible que quince personas se suban a un vehículo automotor con todo y maletas, sin generar parálisis en las piernas, pérdida de riñón o pleitos a golpes en la parte trasera. Durante el viaje, siempre pasa algo; se poncha una llanta o alguien se olvida de la tienda de campaña. A las tres horas el interior del vehículo tiene el mismo aspecto que el del relleno sanitario del bordo poniente y los expedicionarios ya van de un humor de los demonios porque el pendejo del tío Federico no dio la vuelta en la desviación adecuada y fueron a dar a las grutas de Cacahuamilpa cuando en realidad querían ir a Chiconcuac.
Una opción que parece razonable es la de contratar un “paquete” de esos en los que todo está pagado y no hay que preocuparse de nada. En este caso la tragedia consiste en que la idea es tan buena que es emulada por una turba que llega exactamente el mismo día al mismo lugar. Las perversiones de esta conducta son múltiples; hay que bajar a las cuatro de la mañana para buscar camastro, en el desayuno los que se anticiparon ya no dejaron melón ni donas y a la hora de meterse a la alberca uno puede quedar embarazado, independientemente de su sexo, por el tumulto encontrado. En estos casos la gente que vacacionar se siente obligada a descansar a huevo y ello produce que uno sea testigo de un señor sentado en el piso pero leyendo o una señora que teje mientras hace cola para entrar a un restaurante que está atestado.
El regreso normalmente es una prefiguración del infierno; los noticieros con diligencia de temporal nos muestran las centrales camioneras, los aeropuertos y las casetas completamente llenas de gente con cara de espasmo que espera un camión o entrar a la ciudad durante cinco horas, seguramente pensando que el año que viene no amarrados repiten la experiencia. Lo fascinante es que este propósito no se cumple nunca y la historia se repita hasta el infinito, mostrando que nuestra tenacidad por el descanso no tiene límites.

lunes, 26 de octubre de 2009

De antologías e intelectuales (El Financiero 2008)


Hace ya varios años Malú Huacuja me mandó un correo en el que me pedía la autorización para publicar un texto de mi autoría en una página que ella había desarrollado y se llamaba “antilibros”. Seguramente, querido lector, usted se ha de estar preguntado ¿y eso a mí qué me importa? Sin embargo el asunto viene a cuento porque aquel artículo daba cuenta de una polémica que yo no entendía entre un señor que es crítico y se llama Christopher Domínguez y otro que no lo es, pero estaba muy molesto de nombre Víctor Manuel Mendiola.
Dado que no tengo el gusto de conocer a ninguno de los dos, gocé de envidiable neutralidad para cronicar la madriza que se pusieron a resultas de algo que Domínguez había publicado y que a Mendiola no le agradó. Hace unos días, en un ejercicio muy similar al del cometa Halley, la polémica regresó intacta y la he observado con cierta fascinación ya que me parece ilustra mucho del vodevil intelectual mexicano.
Los escritores en México tienen una cierta alma de primma donnas que los convierte en seres muy sensibles a los chingadazos y muy entusiastas ante los elogios. Andan en grupos y se les puede reconocer porque comen en cantinas, siempre traen un libro bajo el brazo, usan barba y se ríen de cosas que solo ellos entienden como: “¿Viste que le negaron al beca a fulanito…es un escritor muy menor, jaja”. Los escritores mexicanos viven marginalmente de lo que escriben y sustantivamente de alguna chamba editorial, una beca oportuna o un hueso en el gobierno corrigiendo discursos de políticos imbéciles. Se identifican a sí mismos por generaciones “pertenezco a la generación XXX” lo cuál es una pendejada ya que yo, por ejemplo soy de la generación del 59 y no se me ocurre andarlo repitiendo.
Otra característica distintiva de este noble gremio y que es la que destaco en esta colaboración, se relaciona con su tendencia a agruparse en clanes que son enemigos y se viven mentando la madre. El hecho de que hace años ya se haya gestado una disputa, que los argumentos sean más o menos idénticos y que los protagonistas sean los mismos, da cuenta de este peculiar fenómeno.
Veamos, todo empieza porque Mendiola le manda decir a Domínguez desde el periódico El Universal que su trabajo “Diccionario crítico de la literatura mexicana 1955-2005” no sirve para nada, que puso a puros cuates y desechó a otros de más valía, que el Fondo de Cultura Económica metió la pata y puso en tela de juicio su prestigio etcétera. Acto seguido Guillermo Samperio publica en las páginas de El Financiero una carta a la directora del Fondo en la que acusa a Domínguez de muchas cosas y argumenta, palabras más palabras menos, que si el texto se hubiera publicado en Alemania, Inglaterra o Austria (¿Austria?) a Domínguez “lo hubieran metido a la cárcel o lo hubieran expulsado del país” (imaginar a Domínguez expulsado del país).
El crítico defenesatrado sale en su propia defensa y responde que en principio el publicó a los autores que le gustan, es decir, los que le dan la gana y que ello no tiene nada de malo, como tampoco lo es que vuelva a usar textos ya utilizados. Además dice que el número de páginas dedicadas a cada autor no son sinónimos de su valía lo que por lo menos para mí no es tan claro.
La coda de este interesantísimo fenómeno la aporta la señorita Eve Gil, que descarga otro cañonazo hacia Domínguez mandándole decir que se deje de asumir como la “máxima autoridad de las letras del siglo XX” (imaginar, en este caso, a Domínguez en su papel de máxima autoridad) y la cosa sigue.
Sobre todo el desmadre anterior debo decir que estoy confuso pero, paradójicamente, cada vez entiendo más. Como en este país nadie está nunca contento (muy particularmente los escritores) sugiero una antología total de la literatura mexicana en donde quepa hasta yo. Habrá quien diga que es un ejercicio poco riguroso y seguramente las quejas serán de las glorias que no quieren verse al lado de pelagatos, pero seguramente evitaría la tinta invertida en estos menesteres….que es mucha tinta.

sábado, 24 de octubre de 2009

Las 10 mejores (Etcétera 1998)

¿Si estuvieras en una isla desierta en la que hubiera cocos, aborígenes y una videocasetera cuáles serían las diez películas que te llevarías? Solo esa situación extrema o una llamada de Marco Levario me harían pensar sobre el asunto y aquí estoy... pensando.
En el mundo del cine (como en todos los mundos) los mortales se dividen en dos categorías básicas; los que saben y los que no sabemos y que tenemos la única ventaja de ser mayoría aplastante. Los que saben tienen un catálogo de favoritas que se parece tanto al mío como un semáforo a una foca (un día iré a terapia para entender porque se me ocurren tales símiles); para ellos el Ciudadano Kane es una obra maestra, para mí es el recuerdo de un hombre obeso llorando no sé si por un trineo o un perro que se llamaba Rosebud. Los que saben veneran Un perro andaluz de Buñuel y su servidor simplemente evoca la sensación sobrecogedora de entender que un hombre en pleno uso de facultades filmara una retina de vaca y que una masa de otros hombres en pleno uso de facultades lo encontraran una obra maestra. Por supuesto hay más ejemplos Viscontifellinitruffatianos, en todos ellos recuerdo al salir del cine mi sentimiento de soledad intelectual: “soy un estúpido” pensaba, mientras todo mundo explicaba entusiasmado como el cuadro de la pared simbolizaba la relación edípica entre el protagonista y su señora madre.
Actualmente sigo siendo estúpido pera la diferencia es que ya no me da vergüenza y es por ello que quiero contraponer la débil oposición de un lego cinematográfico ante la aplastante mirada de los expertos, a los que mucho respeto pero con los cuáles no me iría a Ciudad Juárez en coche para hablar de cine en el camino. Una última advertencia: no es mi deseo jugar el juego de la simpatía hacia la ignorancia; el que crea que los que sí saben son los villanos se equivoca, como nos equivocamos todos cuando tratamos de imponer una preferencia en los demás.
Precisamente las preferencias siguen leyes darwinianas de evolución y me apresuro a decir que afortunadamente ya que, de otra manera, yo seguiría disfrutando las películas de Capulina. Se supone que la experiencia es una fuente en la que abreva la capacidad de discernir y que esta capacidad nos permite tomar una posición decidida ante las disyuntivas que ofrece la vida, sin embargo, la vida nos obliga, cada vez con mayor frecuencia a entrar en un terreno maniqueo en el que la opinión inmediata y definitiva es la única opción aceptable. Si ponemos atención nos daremos cuenta que el “déjeme pensar un poco” es un proceso en peligro de extinción. En este contexto la definición de diez películas es una tarea tan sencilla como afinar un reactor nuclear ya que son dos las alternativas elementales: determinar, por un lado, si uno al salir del cine expresa cosas como “que peliculón”, o, utiliza la expresión alternativa y ligeramente vulgar “es una mierda”. ¿Con qué películas quedarse? ¿Las que nos hicieron llorar? Pues entonces habría que tomar la imagen de “El Torito” calcinado o el momento en que Bambi pierde a su progenitora. ¿Las que hicieron brotar la adrenalina? No hay más que pensar en Michael Caine disfrazado de señora gozosa en "Vestida para matar", o ¿quizá los filmes (escribir filmes es un recurso literario que reconozco ridículo) que tuvieron un efecto didáctico? Es el caso de María Elena Marqués encerrando en un cuarto a un señor que, se supone, era Francisco González Bocanegra para escribir la letra del Himno Nacional (siempre supuse que el Himno tenía ese tinte bélico porque don Francisco no podía salir de la habitación).
Otro problema es el estado de animo con el que se entra a la sala. ¿Qué tal que el día que uno fue e ver Ocho y medio estaba de un humor de perros? ¿Quién nos asegura que la complacencia ante Rocky I no fue el producto del comercio carnal establecido antes de entrar al cine? Desde luego nadie.
Entiendo, de acuerdo a la encuesta recientemente publicada por este semanario, que existen películas que no pueden fallar en el Top Ten, entiendo también que ninguna de ellas se cuenta en mi propio Hit Parade, así que en este momento y hechas las reservas del caso, aventuro mi propia lista, con la misma sensación de seguridad que sintió el General Custer el día que le dijeron que los indios estaban un poco inquietos.
Alien
El esqueleto de la señora Morales
Toro Salvaje
1900
Derzu Uzala
Ciudad Cero
La última noche de Boris Grusensko
Sucedió una noche
El verdugo de Sevilla
Medtierráneo
Como puede verse es una lista gobernada por el eclecticismo y la esquizofrenia pero no podría ser de otra manera considerando mis naturales disfunciones. Si me preguntaran mañana seguramente la lista se modificaría lo cual me parece una de las ventajas de no ser un experto en absolutamente nada.

viernes, 23 de octubre de 2009

Fotogalería - Presentación de la Novela



Entrevista de Dalia Perkulis (en crudo)

Por Dalia Perkulis
D: Me gustó mucho la novela, tiene mojo, te felicito.
FCG: Francamente muy amable, me da gusto que te guste.
D: Se me va a hacer larga la espera de la próxima novela.
FCG: En eso estamos, justamente, en este momento estoy trabajando en la siguiente novela, ya veo la luz al final del túnel, ya se perfila el final. Es una novela diferente, con otro tiempo, pero marcada por un denominador común de mí que renuncia a entender que existe una cosa que se llama destino. Yo creo en el azar, creo en la necesidad y esta nueva novela juega un poco la misma idea que la anterior.
D: Perfecto. Soñé con Rocío Durcal: Se me figura como una road movie que es el trayecto un pretexto para un viaje introspectivo y en ese sentido me gustaría saber por qué elegiste el género de suspenso para hacer este viaje iniciático.
FCG: Me parecía que justo en este viaje al que haces referencia necesitaba un buen pretexto técnico para hacer converger historias que son absolutamente inverosímiles de converger. Si tú recuerdas la novela tiene dos registros: un registro contemporáneo, el Distrito Federal del siglo XXI; un registro histórico que tiene que ver con la invasión alemana a Francia durante la Segunda Guerra Mundial, entonces son dos asuntos que tienen absolutamente nada que ver y a mí me parecía que en este trayecto yo tenía que encontrar un género que le diera sentido e hiciera más o menos verosímil este trayecto y ese es el género que me pareció adecuado. Es decir, algo que se pierde hace más de 60 años tiene que ver con un pobre hombre que amanece un día crudo en su casa y esta idea justamente de un género que permite que juntes eso es lo que me ayudó a buscarle por ahí.
D: Me parece muy buena combinación tu arrojo, tu desenfado para ser tú mismo, me suenas muy a ti aunque no te conozco en voz del protagonista-narrador, en un tono muy amigable, muy informal como de plática de cuates y a la vez esa aparente improvisación de la vida contemporánea se contrarresta con una narración muy minuciosa de los hechos históricos en que parece todo muy real, muy estudiado. A la vez que fuiste muy tú mismo también hiciste tu chamba como novelista y te pusiste a imaginar y a crear situaciones muy literarias, me gusta mucho ese balance.
FCG: Fíjate que parte del chiste de esta novela tenía que ver con que me saliera un poco de mí, respecto a lo que he escrito que ha sido cuento, narraciones, crónica, etc. tienen mucho más que ver con este primer tono que tú descubres, que es un tono muy personal y muy ligero. Siempre creo que hay un falso dilema entre ligereza y profundidad, a mí me parece que hay escritos bien hechos y escritos mal hechos, no hay más que eso. Nadie gana con ser profundo, nadie gana con ser ligero, se gana si tienes una historia que contar y la cuentas principalmente. Me di cuenta de inmediato que la novela no aguantaría ese ritmo a lo largo de todo su desarrollo y entendí que tenía que haber un contrapunto que es un juego de espejos, este juego de espejos que tiene que ver con un registro absolutamente más obscuro, absolutamente menos lúdico, absolutamente más preciso, ahí sí se requiere cierta precisión histórica y es algo que me gusta hacer, de hecho pues yo soy científico, yo estudié ciencia, me gusta mucho investigar, me gusta mucho entender las cosas y esta parte documental, esta parte del juego de espejos debe ser lo más minuciosa posible y sí capté que eso era muy contrastante con ese tono ligero, desenfadado, irreverente, un poco casual del protagonista que es Javier Clausell.
D: Sin embargo eres genial para crear las anécdotas y los perfiles chuscos de los personajes, definitivamente entrañables, eso está súper bien logrado y tienes mucho ingenio y desparpajo también para delinearlos. Me fascinaron los antecedentes del abuelo de Nahui que mató a su sirvienta pedaleando con su artefacto volador y el abuelo de rosita, chiclero, que lo mordió una serpiente; me pudo fascinar cómo se hicieron amigos Javier y Guillermo en el festival que Guillermo interpretó a un venado y se le salió un huevo, Javier lo consoló y ya se quedaron amigos. Bueno, eres muy ingenioso y me encanta dentro del rigor de los antecedentes históricos, que los antecedentes y contextos de los personajes sean tan humorísticos, eres muy talentoso para eso.
FCG: Eres muy amable, en realidad justo de lo que se trata es de modelar personajes y tratar de que técnicamente por lo menos se mantengan en el registro que tú has creado. Y eso es parte de la talacha de un escritor; un escritor tiene que ser de pronto una joven alternativa como es Nahui o un medio yupi como es Javier, o un viejo que busca algo que ha perdido como es Bernal, o una secretaria que está loca como es Rosita, o un buen amigo, un gran amigo como es Guillermo, que son digamos los cinco personajes que están ahí rondando, más la madre, más el argentino que sale por ahí.
El asunto es justamente que tú como autor cuando terminas y cuando los vas moldeando te preguntes “este me cae bien, este me cae mal, éste está siendo consistente, éste me está fallando” y en esta construcción te vales de muchos recuerdos y memorias, toda esta construcción de anécdotas tiene que ver con la vida de uno mismo. Es muy difícil que uno se invente de la nada cosas y yo creo que dentro de las herramientas de cualquier escritor pues la memoria es quizá una de las más eficaces. Entonces efectivamente aquí el chiste, la gracia es lo que uno espera lograr, aunque nunca sabe si lo ha logrado, es que los personajes te jalen, te sean entrañables, queribles, porque de alguna manera de eso depende la atención del lector, si no hay esto lo que va a hacer es lo que hacen muchos: cerrar el libro en la página 15 y a leer otra cosa, que ese es el otro riesgo del escritor, que no lo lean, así de fácil.
D: El personaje de Rosita es mi favorito. El factor kitsch de Rosita es grandioso, deben venderla para llevar a domicilio porque yo quiero una por favor.
FCG: En realidad justamente se trata de jugar y provocar, el título en sí de la novela es una provocación. Y Rosita es una provocación porque todos los que se mueven en un medio como el de la publicidad saben perfectamente que las oficinas son aerodinámicas, que las secretarias son mujeres que se caen de buenas, que son un poco altivas, que están seguras de su belleza, pero en este caso justo el dardo de provocación es ése, que la secretaria de este hombre pues es una señora que está loca, que se pone sombreros con uvas de plástico, que es irreverente, que en realidad no le entiende nada a su jefe, y eso de alguna manera es una pista sobre Clausell (el protagonista), es decir una pista que no lo hemos perdido todavía, no ha renunciado a estos rasgos de humanidad que a veces renuncian estos jóvenes carnívoros (sobresaliente, nota de la reportera) de las agencias de publicidad que los hay exitosos o no pero normalmente son ligeramente estúpidos, a veces.
D: ¿Será que todos estamos a punto de la emancipación y que sólo necesitamos un empujoncito, sea un golpe de suerte, o abstraernos de la rutina, o un shot de adrenalina o… enamorarnos?
FCG: Parte de este recorrido al que haces alusión hace un rato, es decir, cuál es el mensaje central de la novela. Yo creo que hay dos, por lo menos yo percibo dos, aunque estoy seguro de que cada uno va a hallar el que más le convenga o el que mejor le signifique. Un primer mensaje tiene que ver con esto que yo te decía: no creo en el destino; creo en el azar y en la necesidad. Las cosas con destino me dan mucha flojera. Es fodongo pensar que existe un destino, es muy fodongo pensar que todo está ya terminado y tú eres más bien un títere que se mueve en ese escenario. Hay un mensaje que subyace a ese tema a lo largo de la novela. Y el segundo tiene que ver con la necesidad de tomar riesgos, de no asentarnos, de no pensar que ya está todo resuelto, justamente la metáfora de un publicista acomodado que no tiene absolutamente nada más que hacer y de pronto se ve envuelto en una cosa en la que no se quiere ver envuelto y eventualmente lo va a atrapando y lo va atrapando porque justo hay aventura, justo hay pasión, justo hay cosas de las que ha prescindido para lograr este nivel de confort. Entonces los estímulos para que tú te avientes al agua pueden ser esos que has mencionado: te puedes enamorar, te puede cambiar la fortuna, puedes ganar la lotería, te puedes quedar en las ruinas, es decir, las vueltas de tuerca ocurren a cada minuto en nuestra vida y esas vueltas de tuerca a veces no les damos oportunidad, estamos muy asentados. La gente de este siglo y de esta década tiende poco a tomar riesgos, a mí me parece que lo que hay que hacer justamente es, por lo menos novelísticamente, estimular a que la gente tome riesgos pues, no hay nada de malo en ello y a veces reditúa. En el caso del protagonista de la novela le reditúa mucho porque consigue a una mujer extraordinaria que no conseguiría de otra manera. A lo mejor se podría conseguir una modelo, una edecán, alguien quizá más banal, pero lo que logra al final de su vida es una amistad entrañable, es afianzar sus quereres y sobre todo hacerse pareja de una mujer que en la novela pues a mí me resulta extraordinaria.
D: De manera que aunque a veces reditúan y a veces no ¿hay que dejarse llevar por los arrebatos?
FCG: A mí me parece que sí, me parece que los arrebatos son eso, son arrebatos, son cosas que no están premeditadas. Y si bien uno no puede ir por la vida dando tumbos también es cierto que no lo puede premeditar todo, nuevamente es un poco aburrido. De pronto salta una liebre por ahí pues hay que ir por ella, hay que dejarse llevar por los arrebatos, a veces hay que confiar en el instinto, el instinto nos dice “arrebátate”. Si ese instinto funciona la cosa será redituable y si no no pues, no hay garantías, no hay seguros de vida, nadie puede asegurar que eso salga bien pero lo que sí se puede asegurar es que no va a salir nada si uno no se deja llevar de pronto por el instinto.
D: ¿El que no arriesga no gana?
FCG: Exactamente esa es la frase que resume todo lo que acabo de decir.
D: Y mi hermano que es actuario dice “ni pierde…”
FCG: (Risas) Sí, queda tablas, pero queda neutral y la palabra neutral es una palabra a la que yo le tengo particularmente cierta aversión.
D: Cómo no, qué miedo. La novela ni es sobre Rocío Dúrcal, ni es una novela tradicional de misterio –el hallazgo del tesoro no es el fin último de la novela-, ni el azar que tratas en tu introducción lo es todo, sí es el detonador y sí es determinante pero no lo es todo como pinta en la introducción -tu introducción sobre el azar es soberbia- ¿de modo que es una forma tuya de decir que las cosas no son lo que parecen?
FCG: De alguna manera sí. Dejárselo todo al azar sería tan torpe como dejárselo todo al destino. Por eso el remate del azar tiene que ser la necesidad, es decir, hay cosas que aparecen minuto a minuto en tu vida y tú tienes que tomar decisiones, esa es la necesidad. En la medida en que tomes las decisiones correctas tu vida será lo que tú quieres que sea; en ese sentido me parece que lo que confluye en este caso es azar y necesidad. De alguna manera Javier es arquitecto de su destino, es lo mismo que Nahui, pueden dejar pasar esto o lo podrían haber hecho y no lo hacen, ahí están tomando una decisión de un asunto completamente azaroso que tiene que ver con vivir en la misma ciudad que su vecino, vivir en el mismo edificio que el vecino al mismo tiempo histórico, eso es azar. Lo que es decisión es qué hacer con ese estímulo, es decir, qué hacer con ese sobre que se deslizó debajo de la puerta y lo que hacen pues va determinando nuevos azares, nuevas puertas a abrir o a cerrar, esa es un poco la idea de este asunto. Y, efectivamente, el tema no es qué es lo que estás buscando, el tema es el trayecto hacia, no la meta, la meta da un poco lo mismo, lo que es importante es la vida que viven caminando en la nueva dirección.
Son como los motivos que están ahí. En la introducción, un poco la reflexión que hace Javier es “Por qué estoy al lado de este señor en esta ciudad”, “infinidad de azares confluyeron para que yo estuviera aquí al lado de este hombre” y es un tema que me obsesiona mucho, me parece fascinante digamos.
D: Está increíble, eso queda muy claro, que el azar es el detonador de la historia porque es vecino del señor y luego se cierra increíble, muy incidentalmente, con el crucero de la mamá que se encontró al cuate que se salvó del avionazo, bueno es una novela redonda.
FCG: Eres la única lectora, y en eso va una felicitación, que advirtió eso hasta el día de hoy. Eres la única única.
D: Muchas gracias. Me encantó porque se cierra y no sólo eso sino que hay un efecto en cine que es muy trillado pero que a mí me sigue fascinando, no me importa lo choteado, cuando se termina una película y se aleja la cámara, vas viendo a la persona, la casa, luego la manzana, la colonia, el país, el planeta
FCG: (Interrumpe) …Sí, va aumentando la escala, digamos…
D: Aumentando la escala y no me canso de verlo que te dan a entender que esa historia que tú acabas de ver es una de miles pero cada quien ahí va deambulando por la vida con su historia azarosa por detrás, entonces me encanta que ahí va la mamá al crucero que llegó ahí por circunstancias, que se topó con sus circunstancias la señora, con las circunstancias del señor que se salvó del avionazo y bueno que ahí se retoma de esa forma así tan incidental, me encanta.
FCG: Creo que fue tan sutil que nadie se enteró pero tú sí.
D: (Risa) Bueno es para que la gente le dé una segunda lectura.
FCG: OK.
D: Recuerdo en nuestra plática previa a esta entrevista que te mencioné a dos comunicadoras que odiabas y sugerí si acaso no sería una cuestión misógina, aunque coincidí en que ninguna de las dos es gran persona, y respingaste con un “¡para nada!”, respondiste “si te fijas cuando leas mi novela, aunque el protagonista es hombre toda la acción dramática y todo el heroísmo recae en la mujer”. Y, efectivamente, el motor y la más entrañable es Nahui, me encantó, lo que detecté es que las mujeres en tu novela son excéntricas, tienen perfiles pintorescos y los hombres tienen la mayor carga melodramática. ¿Es esta tu experiencia?
FCG: En realidad he tratado de no guiarme por un prejuicio antes que nada, me molestan algunas cosas que las feministas reivindican, me molesta el tema de cuotas, por ejemplo. No entiendo por qué de 100 diputados tres tienen que ser indígenas, dos tienen que ser homosexuales, tantas tienen que ser mujeres. Y las 100 podrían ser mujeres porque podrían ser las mejores. Entonces yo nunca le he dado un valor o un anti valor a alguien por ser mujer, por ser homosexual, por ser negro, no, le doy un valor por lo que yo conozco de él. Me parece que es más sensato ver caso por caso que hacer gremios. Yo no creo que todos los (inaudible) sean estúpidos, por ejemplo, conozco a unos y otros no; no creo que todos los argentinos sean guapos, conozco a unos y a otros no; conozco mujeres entrañables y fascinantes y otras que no, que simplemente me caen muy mal, porque me parecen verborréicas o banales, lo mismo que muchos hombres, así hay comunicadores hombres, como a PFDC lo podría mandar matar; ERH o B los podría mandar matar. Me parecen tipos de una muy limitada ¿carga? (inaudible) intelectual.
Más que una experiencia genérica lo que tengo son los casos por trato y en este caso me parecía que era eficaz no renunciar a un tono de humor y me parece que las mujeres en esta novela, no necesariamente como una regla, funcionaban mejor con esta carga que aligeraba un poco el peso de la novela. Rosita al final es muy chistosa, la madre es una señora que está loca, Nahui es un dinamo, es una mujer llena de energía, a mí me encantaría conocer a una mujer así, yo me podría enamorar de una mujer así, de hecho lo hice en algún momento. Entonces no, no hay un prejuicio social, no hay ningún tema de misoginia, te digo yo creo que hay mujeres muy listas y mujeres muy estúpidas entonces uno tiene que calificar caso por caso, por eso siempre me he dado cuenta de este tema de las cuotas, jamás le he dado valor a alguien por el sólo hecho de ser indígena, no creo que eso lo califique para nada, lo califica su actuar diario, lo mismo que a un gay, lo mismo que a un negro o a un enano o a quien sea, los califica lo que hacen y lo que dicen, cómo obran, no su condición de origen.
D: Recuerdo a una sudafricana que conocí justo cuando se vino abajo el apartheid y se quejaba de las cuotas que había ahora para emplear en las empresas a personas negras y que parecía como el apartheid invertido. Pues no, las cuotas no.
FCG: Las cuotas no por eso, porque parecería como un acto de ¿protección? ¿contención? (inaudible) social un poco hipócrita, creo yo. Tiene que estar el que esté mejor calificado. Yo en ningún momento negaría que las mujeres no han recibido un rol participativo a lo largo de la historia, eso me queda claro, (fragmento confuso, transcrito lo más fiel posible) sin embargo no podemos caer en excesos redundantes. Y no hay misoginia en lo más mínimo, hay un punto de vista en el que si los 100 mejores son mujeres yo propongo que sean mujeres. Este rollo retórico, comercial político me trae harto de “todas y todos”, “niñas y niños”. Puede adaptarse un escrito que mejor digamos “niñas”, los hombres asumamos que eso nos agrupa a todos y no hay problema. No tiene que ser algo tan barroco, tiene que ser mucho más natural.
D: Es un legado de Fox, de lo único que dejó y sí es terrible. También veo que tienes talento para retratar nuestra cotidianidad defeña. A uno como lector, estarás de acuerdo conmigo, le gusta ver en el papel las cosas que uno ha pensado pero no ha articulado. Ese es para mí y creo que para muchos lectores el mayor mérito de que nos atraiga un libro y tú retratas Chapultepec, El Centro, La Condesa, Polanco, El Bazar del sábado y hasta Tepoztlán, que me encanta tu reflexión sobre los izquierdistas de Tepoztlán que critican desde la comodidad de su hogar. ¿Eres un bicho del D. F.?
FCG: Soy un bicho del D. F., soy un chilango, pero antes que nada soy un observador, soy como el burro que tocó la flauta, jamás tomé ningún taller ni me dediqué a estudiar letras ni nada, entonces me di cuenta que de forma natural lo que era yo era un cronista, comentaba lo que veía, comentaba cosas como lo que hacía la gente en las colas, por ejemplo, hace no mucho hice un artículo que se llama Anatomía de las colas, o en los bancos, o en los supermercados. Entonces, digamos los reseñistas que han seguido mi trabajo señalan eso como quizá un adorno, el hecho de ver cosas que todos vemos y escribirlas tal como las veo. Efectivamente, me llaman mucho la atención estos jóvenes de izquierda que tienen una casota y desde ahí están reclamando acerca de la lucha de clases. Es algo que llama mi atención y normalmente lo que hago es observar lo que pasa alrededor y tratar de escribirlo en el papel, a veces sale con eficacia, a veces no tanto pero esa es la labor de un cronista, es decir, retratar de alguna manera lo que estás viviendo. Efectivamente, pues yo tengo que retratar el D. F. porque soy un chilango que llevo aquí ya casi 50 años viviendo…
D: Es lo que conoces.
FCG: …Y conozco el D. F., efectivamente, tendría yo que estar muy mal para no conocer mi ciudad después de vivir toda mi vida aquí.
D: Lo haces muy bien, eres muy buen cronista. Mencionas algo como “la biodiversidad de los viajeros”, “la fauna del aeropuerto” o algo así. Yo sé que eres biólogo, ¿es cierto que todas las respuestas sobre el comportamiento humano están en la naturaleza?, escuché eso apenas.
FCG: No, es totalmente falso, por supuesto que no. El mejor ejemplo, el ejemplo fácil y evidente que tenemos es un hospital, en la naturaleza no hay hospital. Si nace un individuo que es ciego, en la naturaleza, su probabilidad de éxito de vida es de dos o tres días máximo, nadie lo va a cuidar, nadie lo va a curar, eso se llama selección natural y lo escribió Darwin. El hospital pues es un monumento anti selectivo porque tenemos compasión y cuidamos a nuestros enfermos. Eso no ocurre en la naturaleza, en consecuencia pensar en términos de determinismo biológico pues es simplemente pensar muy chiquito, porque nuevamente es como hablar del destino: si estamos determinados naturalmente a todo lo que hacemos pues qué flojera ¿no? Tenemos una cosa que se llama albedrío y ese albedrío no lo tienen los bichos. Entonces efectivamente estamos moldeados por genes, estamos moldeados por cuestiones selectivas pero nos hemos sustraído de muy diversas maneras, te puse el ejemplo del hospital pero también te puedo poner el ejemplo de la cultura, que son temas que no tienen nada que ver con nuestro origen natural.
D: Por esa respuesta te mando un beso.
FCG: (Risas)
D: Eres crudo en tu tono sarcástico, pero eres amoroso, eso le da un valor adicional a la novela. ¿Estás de acuerdo?
FCG: (Duda) ¿Estoy de acuerdo? Sí, sí estoy de acuerdo porque a pesar de que lo mío es más el tono crudo, digamos como ser humano, el sarcasmo está mucho más cerca de mí que el amor, (¡esta es la nota!, opina la reportera) también entiendo que la novela no es para que uno se ande retratando, la novela tiene eso, tiene que contar una historia y esta historia tiene que ver en alguna u otra manera con el amor, entonces ahí no cabe esta rudeza ni cabe esta ironía, cabe el tratar de hallar que los dos personajes se encuentren y se encuentren de una manera que suene, que sea plausible, o sea que no sea de esos casos así como “la vi y me enamoré”, pues no, que sea un proceso, porque el enamoramiento siempre es un proceso y en este caso me quedaba claro que por ahí teníamos que caminar y eso, insisto, es la labor de un escritor. El escritor tiene que plantear cosas, que le parezcan y otras que no le parezcan, plantear atrocidades sin que uno sea necesariamente atroz, plantear amor sin que uno necesariamente sea muy enamoradizo. En la novela, ahí sí percibo que hay este tono irónico, crudo tipo Dr. House por un lado; y por el otro pues hay una historia de amor, hay una historia en que dos amantes se encuentran de una manera muy venturosa.
D: Proveniente de una persona sarcástica y misántropa, un acto de amor tiene mucho más valor, es más genuino y es más auténtico. Ligarse a un tipo así da mucha ternura. Eso hace también al personaje principal más tierno, más entrañable, porque viniendo de un tipo desencantado, “arquitecto de su destino” como dices, con esa ironía, con ese sarcasmo y que de todos modos se encariñe es muy tierno.
FCG: De alguna manera sí, yo lo que supongo es que pues no hay armadura infranqueable, por supuesto que no y que a la gente –a ti, a mí y a muchos- nos gusta detectar de pronto vulnerabilidad, de pronto hendiduras en esa armadura y eso también sé que llama la atención. Sé que, efectivamente si alguien se mantiene en un tono misántropo puede ser rico ver que sale un poco de ese tono. De hecho una cantidad infinita de historias literarias-cinematográficas se han construido bajo esa premisa, del hombre que de pronto ablanda un poco, que afloja un poco, desde Dickens hasta el que tú quieras… Sí, yo sí creo que hay todo este tema al final asociado a que este cuate pues está enamorado ¿no?, no está en el cinismo este ya, sino al final el cuate se enamora y se quiere casar ¿no?, cosa que cae muy gorda en estos tiempos para los jóvenes treintañeros y cuarentañeros que le huyen a eso como a una plaga.
D: No perdió usted Dr. oportunidad de plasmar su inclinación científica y hablar sobre los relictos.
FCG: Los relictos, cómo no, una especie muy extraña. Efectivamente, fíjate que hay tres grandes obsesiones personales presentes: una tiene que ver con que de chico fui un ávido lector de novelas de misterio, yo leía a Poe, leía a Conan Doyle y a un montón de estos autores, eso tiene que ver con este tono de thriller que tiene la novela; la historia es otra de mis obsesiones que ahí está expresada y la ciencia es otra obsesión. Entonces de pronto ahí jugué con fórmulas únicas imposibles, o jugué, por el puro gusto de hacerlo, porque no le aporta ni le quita nada a la historia el que el consultor argentino tenga una empresa que se llame Relicto, como son los fósiles vivientes (cacho inaudible…) o por ejemplo una planta muy rara que se llama ginkgo biloba, o este bicho que aparece en la novela que se llama “________” (no la tengo a la mano).
D: Es un capricho, sí. Tampoco perdió usted Dr. oportunidad de aclarar que el milenio empezó con el año 2001.
FCG: (Carcajada) Esa es una discusión que mantuve probablemente décadas con diferentes amigos acerca de que, ellos decían, el milenio cambiaba al inicio del año 2000 y yo me obstinaba en decirles que esto no era así por supuesto porque no existe año cero. Entonces sí son apuntes personales que uno pone en boca de los protagonistas, a veces de manera ociosa, a veces de manera absolutamente innecesaria, pero son apuntes ¿no? Me queda claro que Guillermo pues es un hombre de ciencia.
D: Guillermo es un tipazo, también quiero uno para llevar. ¿Y era necesario escribir una novela para integrar estas aficiones, estas inquietudes personales?
FCG: Es al revés yo creo, era necesario escribir una novela porque me sentía listo para escribir una novela y la novela de alguna manera es el registro de mis obsesiones, entonces mis obsesiones no me llevaron a hacer la novela, es exactamente al revés. Es una novela y de inmediato me doy cuenta que van a aparecer mis obsesiones personales por aquí y por allá. Eso creo que es bastante común, de hecho en la novela que estoy ahora ya cerca de terminar hay un adolescente superdotado, pongo en su boca pues un montón de obsesiones personales que me han sucedido por aquí y por allá, pero no me lo planteé así, es decir, no usé a este personaje para eso, sino delineé al personaje y luego empiezan a salir ese tipo de cosas.
D: Suena a una terapia muy sana.
FCG: (Risas) No importa si la novela se lee o no se lee, es muy terapéutico hacer novelas.
D: Pero además son muy amigables, al menos tu primera. ¿También la que viene?
FCG: En la siguiente novela el protagonista se va a burlar de la gente que domina demasiada información. Yo me burlo de eso. Este joven adolescente va a tratar de describirse a sí mismo como lo más lejano a un freak, porque este joven es uno de los ¿12? (o algo así, no entiendo) IQs más altos del planeta, entonces él tiene un diario y en ese diario se auto describe, trata de escribir lo que es él y lo que no es, y lo que no es, justamente lo que dice, es “no soy un freak que se tiene que saber qué día murió Napoleón, porque esa información me da igual, no es el tipo de conocimiento que me interesa”, eso dice este joven adolescente justamente.
D: No lo hace emocionalmente más inteligente ni le aporta nada.
FCG: No, por supuesto que no. Él y su padre viven solos, tratan los dos de llevar una vida lo más normal posible y esto no es real …trata de ser lo más normal posible, no antisocial y en ese sentido es bastante sensato... (fragmento indescifrable). Equipara su condición de superdotado a la de nacer con un lunar: “yo no tengo ningún mérito de ser privilegiado, voy a tratar de vivir lo más normalmente posible” y así lo hace. Vive con su padre, los abandonó la madre y tiene una relación entre padre e hijo bastante ¿? El padre es un escritor treintañero que no le va muy bien… (Ibid)
D: Está curioso para variar porque en Soñé… estaba presente la madre y no el padre y ahora va a ser al revés.
FCG: Exactamente, de hecho la próxima es una novela en la que aparecen muy poco las mujeres. Al final aparece una protagonista femenina pero en general, aquí sí, es una novela de personajes eminentemente masculinos, no hay estos registros de la primera novela y tiene que ver también con las obsesiones de un hombre, un hombre que se obsesiona por algo y se asocia con esta pareja de padre e hijo para encontrar ese algo.
D: Esa relación me va a dar mucha curiosidad.