Leí con mucho azoro que un grupo de jovenazos con una capacidad cerebral equivalente a la de la podadora de pasto que hay en mi casa, se apersonaron en una inauguración de Marcelo Ebrard, le arrebataron el micrófono (imaginar jóvenes arrebatando micrófonos) y protestaron por la visita del señor Gore a nuestras tierras bajo el sorprendente argumento de que “el cambio climático es una falacia”.
Muy bien, no pienso discutir con esta nube de idiotas lo que es evidente día a día. Hoy que prendí la televisión me encontré a una viejita arrastrada en una especie de colchoneta inflable surcando las aguas del Támesis, nomás que en la ciudad de Oxford. Acto seguido me enteré que en China Nuevo León (un nombre misterioso) el agua se les metió a traición en las viviendas y dejó salas y comedores oliendo a albañal. Luego fui el mudo testigo de que en La Paz Bolivia cayó una nevada inédita. En este caso, las imágenes nos mostraban a un señor con alma de niño, es decir un mamonazo, que hacía piruetas con un copo de nieve en la cabeza y a una niña que descerebraba a su probable padre de un bolazo en el parietal. La última nota era de unos señores turcos que estaban tomando helado mientras el locutor anunciaba que las temperaturas oscilaban (¿por qué dicen “oscilaban”?) en los 41 grados.
Sin embargo, estas escenas no se comparan en lo más mínimo con las que uno vive en carne propia en esta noble y leal ciudad de México cada que cae el agua como ha caído en fechas recientes. Mi casa por ejemplo, es un espacio en el que los conceptos H2O y electricidad son profundamente excluyentes. Nomás veo la primera gota y me apresuro a salvar la información de la computadora, sacar las velas y ponerme unas botas ridículas pero eficaces. Acto seguido se va la luz por medio minuto, regresa para luego abandonarme de manera definitiva las siguientes dos horas. En ese momento me trato de imaginar esperanzado a un señor de luz y fuerza luchando contra la furia de los elementos mientras intenta reconectar el cable de mi casa y luego me quedo dormido.
Los capitalinos enfrentamos las lluvias con la misma resignación que lo señores que viven en Kansas los tornados que se llevan sus casas con rumbo a la chingada. Cuando empieza la temporada salen como hormigas unos señores con iniciativa comercial que venden paraguas de a diez pesos y que tiene la particularidad de desfondarse al primer embate. Otros siguen una técnica sorprendente ya que empiezan a correr por lo que supongo que ellos suponen que así se mojarán menos. Otra extravagancia hidráulica es la de poner la palma de la mano extendida hacia el cielo para determinar si está lloviendo lo que muestra que en materia de iniciativa nuestra raza mexica es incomparable.
En el Distrito Federal las aguas acarrean desgracias múltiples, dentro de las más señaladas está la caída de unos eucaliptos así de grandes que normalmente hacen mierda un auto vacío o el tinaco de la casa del vecino en el mejor de los casos. También se puede apreciar el prodigio de una coladera que se convierte –paradoja de paradojas- en fuente que lanza al aire un chorro de agua aderezado con lo que los clásicos llaman “coliformes fecales” que no son otra cosa que caca Finalmente las imágenes televisivas nos presentan ad nauseaum a gente menesterosa que lo ha perdido todo y que se queja de que las autoridades no los apoyan, mientras sacan unos colchones mojados que deben pesar lo mismo que un tsuru sedán.
En fin, aparentemente vivimos en la paradoja milenaria de una ciudad que se inunda porque pasó la mosca mientras en Iztapalapa reciben agua por medio del tandeo cada que Dios quiere, yo, que soy ejemplarmente pendejo para estas cuestiones, no entiendo la razón por la cual a nadie se le ha ocurrido recolectar estos diluvios y utilizarlos de nuevo, pero ello se debe esencialmente a que mi capacidad analítica desfallece cuando no hay luz, evento que ocurrirá en exactamente medio minuto, así que salvaré esta colaboración mientras me despido de usted.
miércoles, 2 de septiembre de 2009
martes, 1 de septiembre de 2009
De gente pequeña y afroamericanos (Milenio 2008)
Son malos tiempos para hablar claro, la última década nos ha traído una oleada de puritanismo y corrección política que se empieza a expandir como una plaga creciente e irremediable. Parecería que las viejas batallas de activistas combatientes que se enfrentaban con la policía montada se han transmutado en grupos de gente ociosa que vive pendiente de que se hable y se diga lo que la corrección política dicta y no lo que uno piensa. La primera vez que leí “tod@s”, por ejemplo, pensé que se trataba de una errata, pero me di cuenta de inmediato que solo un imbécil se equivocaría de tal manera dado que la “o” y la @ se encuentran en las antípodas del teclado. Mas tarde se me explicó, como se le explica a un idiota que nada entiende, que la razón de la arrova en la palabra era un intento ingeniosón por expresar sintéticamente “todos y todas” y entonces me quedé muy sorprendido de que hubiera gente con el tiempo y la paciencia suficiente para tales mamadencias.
Los paranoicos del mundo (que son una turba) normalmente asumen que absolutamente todo lo que ocurre, se dice o se hace, está diseñado para joderlos y entonces buscan signos de agravio con la misma obsesión que Colón a las Indias. Normalmente se empieza por el bulto y entonces se edulcoran los términos que supuestamente son las mayores ofensas en un ejercicio de cierto candor. El razonamiento es el siguiente: “Negro (a pesar de ser un bello color) es algo muy feo de decirle a una persona (no importa que sea negra) y es por ello que hay que buscar una palabra sin esta carga adjetiva”. Acto seguido alguien se devana los sesos y sugiere “afroamericano”, término que se extiende triunfante y se le aplica, por ejemplo, a un negro que nació en Holanda o en China y que nada tiene que ver con estos ajos. Lo mismo pasa ahora con las personas que sufren alguna enfermedad y que ahora se llaman “con capacidades diferentes”. Si bien el término es inapelable, también es cierto que es vago y confuso ya que no orienta en lo más mínimo acerca de lo que se quiere describir.
En esta avalancha los enanos se han convertido en “gente pequeña” y la cruz roja ahora ya no podrá ser cruz debido a las protestas de los no cristianos en el sentido de que simboliza el valor de una religión y no de todas. Asimismo los indios, a los que uno se imagina con penacho de pluma y un peto de huesos en el plexo solar han dejado de serlo para convertirse en “nativos americanos”, un término tan exacto que permite que en él quepan más de mil millones de personas, entres ellas usted y yo, querido lector…Ay que hueva.
Me imagino a los neólogos sentados en concilio alrededor de una mesa, muy serios y circunspectos y con una lista de palabras que deben ser modificadas para que nos entendamos mejor. Así por ejemplo alguien propone “albino” y todos acuerdan que es un término incorrecto y probablemente despectivo. Entonces el de mayor iniciativa propone “persona desmelanizada”, se vota y todos tan contentos. El caso más triste en este destino de corrección le corresponderá a Kal El, el legendario Superman, que próximamente será bautizado como Superperson, no sea que las feministas se nos vayan a molestar.
A quien lea en estás líneas alguna tentación machista le puedo informar que está equivocad@, es simplemente un llamado a la economía del lenguaje. Si todos nos ponemos a hablar como Fox vamos a tener que duplicar el tiempo invertido en las charlas, que ya es demasiado. Uno no puede ir por la vida diciendo “alumnas y alumnos” o “chiquillos y chiquillas” sin que se le desgaste la traquea. Para hacerla fácil sugiero que empecemos a hablar en femenino, así “ellas” albergará a hombres y mujeres, lo mismo que “bienvenidas”. Con esta simple modificación mataremos como quince pájaros de un tiro. Por un lado quienes alegan acerca del sexismo del lenguaje quedarán satisfechos, por otro, los neuróticos como yo que no entendemos estas imposturas de la vida moderna también lo haremos y entonces viviremos en feliz coincidencia todas y todos o lo que es lo mismo todo@s
Los paranoicos del mundo (que son una turba) normalmente asumen que absolutamente todo lo que ocurre, se dice o se hace, está diseñado para joderlos y entonces buscan signos de agravio con la misma obsesión que Colón a las Indias. Normalmente se empieza por el bulto y entonces se edulcoran los términos que supuestamente son las mayores ofensas en un ejercicio de cierto candor. El razonamiento es el siguiente: “Negro (a pesar de ser un bello color) es algo muy feo de decirle a una persona (no importa que sea negra) y es por ello que hay que buscar una palabra sin esta carga adjetiva”. Acto seguido alguien se devana los sesos y sugiere “afroamericano”, término que se extiende triunfante y se le aplica, por ejemplo, a un negro que nació en Holanda o en China y que nada tiene que ver con estos ajos. Lo mismo pasa ahora con las personas que sufren alguna enfermedad y que ahora se llaman “con capacidades diferentes”. Si bien el término es inapelable, también es cierto que es vago y confuso ya que no orienta en lo más mínimo acerca de lo que se quiere describir.
En esta avalancha los enanos se han convertido en “gente pequeña” y la cruz roja ahora ya no podrá ser cruz debido a las protestas de los no cristianos en el sentido de que simboliza el valor de una religión y no de todas. Asimismo los indios, a los que uno se imagina con penacho de pluma y un peto de huesos en el plexo solar han dejado de serlo para convertirse en “nativos americanos”, un término tan exacto que permite que en él quepan más de mil millones de personas, entres ellas usted y yo, querido lector…Ay que hueva.
Me imagino a los neólogos sentados en concilio alrededor de una mesa, muy serios y circunspectos y con una lista de palabras que deben ser modificadas para que nos entendamos mejor. Así por ejemplo alguien propone “albino” y todos acuerdan que es un término incorrecto y probablemente despectivo. Entonces el de mayor iniciativa propone “persona desmelanizada”, se vota y todos tan contentos. El caso más triste en este destino de corrección le corresponderá a Kal El, el legendario Superman, que próximamente será bautizado como Superperson, no sea que las feministas se nos vayan a molestar.
A quien lea en estás líneas alguna tentación machista le puedo informar que está equivocad@, es simplemente un llamado a la economía del lenguaje. Si todos nos ponemos a hablar como Fox vamos a tener que duplicar el tiempo invertido en las charlas, que ya es demasiado. Uno no puede ir por la vida diciendo “alumnas y alumnos” o “chiquillos y chiquillas” sin que se le desgaste la traquea. Para hacerla fácil sugiero que empecemos a hablar en femenino, así “ellas” albergará a hombres y mujeres, lo mismo que “bienvenidas”. Con esta simple modificación mataremos como quince pájaros de un tiro. Por un lado quienes alegan acerca del sexismo del lenguaje quedarán satisfechos, por otro, los neuróticos como yo que no entendemos estas imposturas de la vida moderna también lo haremos y entonces viviremos en feliz coincidencia todas y todos o lo que es lo mismo todo@s
lunes, 31 de agosto de 2009
Instrucciones para festejar el día de las madres (El Financiero 2004)
1.- Obténgase una madre cuyo aspecto sea el que la ortodoxia recomienda para este tipo de festejos. Ello supone el pelo blanco, si es posible con chongo de la Corregidora, unos lentes bifocales que se balanceen en la punta de la nariz, medias color café que se doblen a la altura de la canilla, mirada beatífica y un reboso de bolita. Conviene sentar a la festejada en una mecedora para evitar cualquier riesgo de un colapso. También es conveniente que nuestro objeto del homenaje diga frases como: “ay mijito”, “si Dios nos presta vida” o “yo ya estoy muy vieja”.
2.- Es menester machetearse un poema alusivo a la celebración que deberá ser usado en el momento oportuno. Existe un sinnúmero de opciones sin embargo, mi respetuosa sugerencia es acudir al vate Aguirre y Fierro, autor de las siguientes líneas inmortales: ¡Por mi madre! bohemios, por la anciana que piensa en el mañana, como en algo muy dulce y muy deseado, porque sueña tal vez que mi destino me señala el camino, por el que volveré pronto a su lado. Por la anciana adorada y bendecida, por la que con su sangre me dio vida, y ternura y cariño. Como podrá apreciarse críticamente, los párrafos anteriores son escalofriantes, es por ello que se recomienda recitarlos en completo estado de ebriedad, llorando y con muchos movimientos de brazos. Téngase la prudencia de evitar que la festejada se encuentre en la línea de fuego del declamante para evitar el riesgo de que éste en un arrebato de efusión , tan propio de estos casos, le caiga encima y la mande al sanatorio. Se sugiere que nuestra madrecita también llore en este momento y se deje dar un beso en la coronilla.
3.- Prepárese una comida capaz de indigestar a un buitre; tacos, enchiladas, mole, machitos y el resto de las vísceras que contiene un animal mamífero. Acompáñese con cerveza y tequila. Antes de entrar en coma etílico procúrese que los nietos lean cartas alusivas en las que reflejan el amor que sienten por su abuela. Es razonable suponer que los más grandecitos pondrán cara de hueva y se negarán rotundamente al homenaje. En este caso bastará amenazarlos con la pérdida de algún privilegio para que se disciplinen. Testimonios como el siguiente del cantante Beto Cuevas nos parecen ejemplares: Después de cuatro horas, las que supuestamente tenía que haber utilizado para sacar los cachivaches, mi madre entró y me vio acostado en una silla de playa hablando por teléfono con una amiga. Lanzó un grito al cielo y me pegó un escobazo en la cabeza. "Mi cabeza era (y aún es) muy dura y rompió el palo de la escoba. Nos miramos mutuamente y nos reímos a carcajadas, por lo absurdo de la situación. Fue una muy linda anécdota, aunque parezca violenta, ya que mi madre nunca abusó físicamente de nosotros. Mamá, ¡feliz día, te quiero mucho!".
4.- Consígase un mariachi, o de perdida un trío. En el primer caso es muy importante advertir a la festejada de la llegada del grupo musical ya que un trompetazo a traición podría desencadenara un soplo cardíaco absolutamente indeseable. En ese momento el primo que canta deberá entonar las canciones predilectas de la anciana, que deberá ser sujeto de abrazos descoyuntadores de toda la parentela en estado de ebriedad. Se procederá a abrir los regalos entre los que se sugieren bolas de estambre, un chalecito café, que deberán ser acompañados por las manualidades que hacen los infantes en la escuela y que se caracterizan por su funcionalidad tales como: una madre de madera para poner objetos calientes con la foto del niño Juanito, un pisapapeles pirograbado o un calendario lleno de dibujos acerca de la deforestación mundial con textos como el siguiente: Si vieras que a veces cuando estoy muy triste quisiera ser ave y llegar a ti, para acurrucarme como cuando niño, Madre eres ejemplo del amor sin fin.
Si usted, querido, lector, sigue estas sencillas reglas tendrá un éxito garantizado y podrá cumplir con su deuda histórica. Procure recordar además que a nuestras madres hay que quererlas todo el año y no nomás un día. He dicho.
2.- Es menester machetearse un poema alusivo a la celebración que deberá ser usado en el momento oportuno. Existe un sinnúmero de opciones sin embargo, mi respetuosa sugerencia es acudir al vate Aguirre y Fierro, autor de las siguientes líneas inmortales: ¡Por mi madre! bohemios, por la anciana que piensa en el mañana, como en algo muy dulce y muy deseado, porque sueña tal vez que mi destino me señala el camino, por el que volveré pronto a su lado. Por la anciana adorada y bendecida, por la que con su sangre me dio vida, y ternura y cariño. Como podrá apreciarse críticamente, los párrafos anteriores son escalofriantes, es por ello que se recomienda recitarlos en completo estado de ebriedad, llorando y con muchos movimientos de brazos. Téngase la prudencia de evitar que la festejada se encuentre en la línea de fuego del declamante para evitar el riesgo de que éste en un arrebato de efusión , tan propio de estos casos, le caiga encima y la mande al sanatorio. Se sugiere que nuestra madrecita también llore en este momento y se deje dar un beso en la coronilla.
3.- Prepárese una comida capaz de indigestar a un buitre; tacos, enchiladas, mole, machitos y el resto de las vísceras que contiene un animal mamífero. Acompáñese con cerveza y tequila. Antes de entrar en coma etílico procúrese que los nietos lean cartas alusivas en las que reflejan el amor que sienten por su abuela. Es razonable suponer que los más grandecitos pondrán cara de hueva y se negarán rotundamente al homenaje. En este caso bastará amenazarlos con la pérdida de algún privilegio para que se disciplinen. Testimonios como el siguiente del cantante Beto Cuevas nos parecen ejemplares: Después de cuatro horas, las que supuestamente tenía que haber utilizado para sacar los cachivaches, mi madre entró y me vio acostado en una silla de playa hablando por teléfono con una amiga. Lanzó un grito al cielo y me pegó un escobazo en la cabeza. "Mi cabeza era (y aún es) muy dura y rompió el palo de la escoba. Nos miramos mutuamente y nos reímos a carcajadas, por lo absurdo de la situación. Fue una muy linda anécdota, aunque parezca violenta, ya que mi madre nunca abusó físicamente de nosotros. Mamá, ¡feliz día, te quiero mucho!".
4.- Consígase un mariachi, o de perdida un trío. En el primer caso es muy importante advertir a la festejada de la llegada del grupo musical ya que un trompetazo a traición podría desencadenara un soplo cardíaco absolutamente indeseable. En ese momento el primo que canta deberá entonar las canciones predilectas de la anciana, que deberá ser sujeto de abrazos descoyuntadores de toda la parentela en estado de ebriedad. Se procederá a abrir los regalos entre los que se sugieren bolas de estambre, un chalecito café, que deberán ser acompañados por las manualidades que hacen los infantes en la escuela y que se caracterizan por su funcionalidad tales como: una madre de madera para poner objetos calientes con la foto del niño Juanito, un pisapapeles pirograbado o un calendario lleno de dibujos acerca de la deforestación mundial con textos como el siguiente: Si vieras que a veces cuando estoy muy triste quisiera ser ave y llegar a ti, para acurrucarme como cuando niño, Madre eres ejemplo del amor sin fin.
Si usted, querido, lector, sigue estas sencillas reglas tendrá un éxito garantizado y podrá cumplir con su deuda histórica. Procure recordar además que a nuestras madres hay que quererlas todo el año y no nomás un día. He dicho.
sábado, 29 de agosto de 2009
De sueños y pesadillas (El Financiero 1995)
Siempre confié en el maestro Freud para interpretar mis sueños. ¿ Que soñaba con un buque de guerra? La cosa era fálica. ¿ Que estaba en un cuadrilátero poniendo como camote a Fidel Velázquez? Un Edipo mal resuelto. Sin embargo, recientemente tuve oportunidad de leer las cartas que el padre del psicoanálisis le mandaba a su novia y quedé muy desencantado. "(...) En primer lugar, a la pregunta de si te dejo patinar te contesto rotundamente que no. Soy demasiado celoso para permitir tal cosa. Yo no sé patinar y, aunque supiera, no tendría tiempo para acompañarte, y alguien habría de hacerlo, de modo que olvídalo". Esto le escribió don Segismundo a Martha Bernays el 21 de enero de 1885. A que la chingada -- me dije-- , ¿ cómo confiar en las interpretaciones de un tipo tan alcornoque? Entonces dejé a Freud.
Pero seguí soñando.
Mi suerte cambió y un día al salir del Metro encontré a un vendedor que ofrecía el célebre libro: Explicación de los sueños y pesadillas de autor anónimo. Desde luego lo compré. Las revelaciones que recibí aún reverberan en mi alma.
En los "Pronósticos judiciarios concernientes a los niños según el día de la semana en el que nazcan" encontré que dado que vine al mundo un viernes: "seré de complexión robusta, aunque voluptuoso y mujeriego". Esta aseveración -- huelga decirlo-- se convirtió en fuente de muchas desgracias y desprestigios.
Cuando consulté la sección "El oráculo de los amantes" me di cuenta que las preguntas interesantes ya habían sido planteadas: ¿ debo ir hoy al baile? ¿ Será mi esposo rico? ¿ Volverá y me será fiel? Para responder a tan candentes cuestiones fue menester dar la vuelta a una ruletita con los signos del zodiaco. Las respuestas se presentaron en forma de inquietantes versos:
a) No te lo quiero decir por no oírte gemir.
b) Tu novio te quiere mucho pero cuidado que es ducho.
c) Tiene buenas intenciones pero casamiento ¡ nones!
d) Evitando toda cuita llegarás a viejecita.
e) No vayas a hurtadillas, perderías una costilla.
f) Aun siendo niño de escuela se jugará hasta su abuela.
g) Un estreñimiento atroz si no te curas veloz.
Dios mío.
Cuando soñé que estaba en el Salón Madrid haciendo pipí, acudí a mi manual y encontré bajo la palabra "orines", la siguiente advertencia: "Florida salud: beberlos terminación de enfermedad. El juego lo arruinará pronto".
Debo confesar que sufrí un gran desconcierto; en realidad no soñé que tomaba los orines, lo que cancelaba la opción de terminar con mi enfermedad. En cambio, existía la temible advertencia de que el juego me arruinaría pronto ¿ cuál juego? ¿ el de barajas? ¿ el de futbol?
Durante un mes esquivé deliberadamente todo expendio de lotería que se cruzara en mi camino. Ni siquiera compré el "melate". En otra ocasión soñé que mi esposa se levantaba de la cama mientras la cabeza le daba vueltas y decía: "eres un impotente". El manual, paradójicamente, me indicó que tendría un "cercano logro" lo que me llevó a atribuir cualquier éxito en mi vida a la impotencia. Luego soñé que en las manos traía un par de guantes, esta vez mi manual declaró: "El que sueña usar buenos guantes, será feliz; el que lo contrario, experimentará mil incomodidades. Eso no resuelve el problema". Deduje que "lo contrario" era usar malos guantes. Sin embargo, no recordaba detalles de calidad en mi sueño. Lo que me dejó en blanco fue la última frase: "Eso no resuelve el problema" ¿ qué problema? ¿ Usar guantes buenos? ¿ Guantes malos? ¿ Cuál problema? ¿ De frío? ¿ De usar guantes malos? Sólo Dios lo sabe.
Mi último sueño fue el más simple: estaba en la cámara de diputados y les mentaba la madre a todos los presentes. Cuando estaba a punto de abrir mi manual, me quedé pensando en lo mucho que los sueños representan nuestros propios deseos.
Y cerré el libro.
Pero seguí soñando.
Mi suerte cambió y un día al salir del Metro encontré a un vendedor que ofrecía el célebre libro: Explicación de los sueños y pesadillas de autor anónimo. Desde luego lo compré. Las revelaciones que recibí aún reverberan en mi alma.
En los "Pronósticos judiciarios concernientes a los niños según el día de la semana en el que nazcan" encontré que dado que vine al mundo un viernes: "seré de complexión robusta, aunque voluptuoso y mujeriego". Esta aseveración -- huelga decirlo-- se convirtió en fuente de muchas desgracias y desprestigios.
Cuando consulté la sección "El oráculo de los amantes" me di cuenta que las preguntas interesantes ya habían sido planteadas: ¿ debo ir hoy al baile? ¿ Será mi esposo rico? ¿ Volverá y me será fiel? Para responder a tan candentes cuestiones fue menester dar la vuelta a una ruletita con los signos del zodiaco. Las respuestas se presentaron en forma de inquietantes versos:
a) No te lo quiero decir por no oírte gemir.
b) Tu novio te quiere mucho pero cuidado que es ducho.
c) Tiene buenas intenciones pero casamiento ¡ nones!
d) Evitando toda cuita llegarás a viejecita.
e) No vayas a hurtadillas, perderías una costilla.
f) Aun siendo niño de escuela se jugará hasta su abuela.
g) Un estreñimiento atroz si no te curas veloz.
Dios mío.
Cuando soñé que estaba en el Salón Madrid haciendo pipí, acudí a mi manual y encontré bajo la palabra "orines", la siguiente advertencia: "Florida salud: beberlos terminación de enfermedad. El juego lo arruinará pronto".
Debo confesar que sufrí un gran desconcierto; en realidad no soñé que tomaba los orines, lo que cancelaba la opción de terminar con mi enfermedad. En cambio, existía la temible advertencia de que el juego me arruinaría pronto ¿ cuál juego? ¿ el de barajas? ¿ el de futbol?
Durante un mes esquivé deliberadamente todo expendio de lotería que se cruzara en mi camino. Ni siquiera compré el "melate". En otra ocasión soñé que mi esposa se levantaba de la cama mientras la cabeza le daba vueltas y decía: "eres un impotente". El manual, paradójicamente, me indicó que tendría un "cercano logro" lo que me llevó a atribuir cualquier éxito en mi vida a la impotencia. Luego soñé que en las manos traía un par de guantes, esta vez mi manual declaró: "El que sueña usar buenos guantes, será feliz; el que lo contrario, experimentará mil incomodidades. Eso no resuelve el problema". Deduje que "lo contrario" era usar malos guantes. Sin embargo, no recordaba detalles de calidad en mi sueño. Lo que me dejó en blanco fue la última frase: "Eso no resuelve el problema" ¿ qué problema? ¿ Usar guantes buenos? ¿ Guantes malos? ¿ Cuál problema? ¿ De frío? ¿ De usar guantes malos? Sólo Dios lo sabe.
Mi último sueño fue el más simple: estaba en la cámara de diputados y les mentaba la madre a todos los presentes. Cuando estaba a punto de abrir mi manual, me quedé pensando en lo mucho que los sueños representan nuestros propios deseos.
Y cerré el libro.
viernes, 28 de agosto de 2009
El mexicano al volante (El Financiero 1995)
Hace algunos días subí a un taxi. El chofer se veía muy amable y me hizo la pregunta de rutina: ¿ ya a descansar, joven? Cuando iniciaba mi respuesta, el taxista, una especie de mister Hyde al volante, se transformó en el doctor Jekyll y gritó con cierta vulgaridad: ¡ Pus pásale, vieja guanga! El destino de su insulto, una viejita en vocho que no se enteró de nada, nos rebasó. El chofer volteó hacia mí, emprendió un guiño de complicidad y dijo: "Pinches viejas". La experiencia anterior me dejó reflexionando sobre la posible razón que explique por qué se nos desmadran las entendederas de manera tal.
Los capitalinos conducimos muy diversos tipos de vehículos: cochesotes, cochecitos, taxis y camiones. Los tripulantes pueden ser viejitas (como la guanga), burócratas que van al trabajo, o Pithencatropus en peseros; todos sin ninguna excepción tenemos la perdularia tendencia a enloquecer detrás del volante. Por alguna razón, que seguramente tiene que ver con la humillación sufrida por nuestros antepasados tenochcas, pensamos que el que se deja rebasar es puto, que aquel que cede el paso se ha vuelto loco o que el que se detiene para dejar pasar un poliomielítico merece un bocinazo con mentada de madre. ¿ Quién lo entiende? Ensayemos un análisis de la fauna automovilística y las mañas que la determinan.
Los oligarcas jóvenes.-- Los tristemente célebres júnior son jóvenes muy jóvenes que manejan sus coches a velocidades supersónicas; cuando se enojan manejan más rápido y son tan brutos que no se han dado cuenta que en nuestra ciudad el promedio de velocidad es de 20 kph. De todas maneras le recortan la suspensión a los coches, usan guantes y utilizan la palanca de velocidades como Thor usaba su martillo. Consideran que la distancia adecuada para tomar el volante es de dos metros y esto determina que para dar una vuelta necesiten hacer una contorsión de circo. Cuando chocan le hablan a su papá.
Los oligarcas viejitos.-- Les encanta leer el periódico, así no se dan cuenta de las atrocidades cometidas por su chofer. A veces les da por hacer llamadas telefónicas (¿ Jaime?... estoy aquí en el Periférico), y cuando reciben un soplo de juventud se compran un Corvette y salen a pasear con cachuchita.
Los peseros.-- Ya muchos zoólogos se han encargado de tratar de descifrar el comportamiento de estos animales. Les gusta jugar carreras por el carril de en medio; algunos especialistas han reportado que pueden cerrarse sobre un coche en menos de un segundo y que si chocan les vale madre. Consideran el concepto « atrás » como un espacio en el que siempre hay lugar, y se asume que los trastornos conductuales que sufren son consecuencia de la música que oyen.
Las tías.-- Todo mundo tiene una tía que maneja. Se trepa al coche, sume la nariz en el parabrisas y trata de enfocar el camino con sus lentes de fondo de botella. Cuando va a dar vuelta a la derecha saca la mano a la izquierda. Por algún misterio del azar su coche (un Plymouth 59) se mantiene intacto, mientras detrás de ella queda una cauda de desastres.
El lumpen degenerativo.-- Son los que con una bailarina encuerada en el retrovisor y la virgencita de Guadalupe en la parte de atrás se dejan ir como Lanzarote del Lago. Andan en grupo y frecuentemente llevan un objeto que disminuye su visibilidad, como un excusado o kilo y medio de varilla. Tienen la costumbre de negar cualquier responsabilidad ante un incidente en la vía pública.
Los materialistas.-- El problema con los camioneros es que seguramente nadie les ha explicado que, de acuerdo con la segunda ley de Newton, un vehículo que desplaza tres toneladas necesita cien metros para dar un frenazo. Lo averiguan cuando dejan como charamusca el coche de algún incauto. Entonces bajan todos los tripulantes (los que van en la caja suelen ir desnudos) y le echan montón a la víctima. Ni modo.
Lo único bueno del asunto es que nuestra imbecilidad para manejar es democrática y esto determina la posibilidad de encuentros entre las clases sociales... en la esquina de Copilco y Universidad.
Los capitalinos conducimos muy diversos tipos de vehículos: cochesotes, cochecitos, taxis y camiones. Los tripulantes pueden ser viejitas (como la guanga), burócratas que van al trabajo, o Pithencatropus en peseros; todos sin ninguna excepción tenemos la perdularia tendencia a enloquecer detrás del volante. Por alguna razón, que seguramente tiene que ver con la humillación sufrida por nuestros antepasados tenochcas, pensamos que el que se deja rebasar es puto, que aquel que cede el paso se ha vuelto loco o que el que se detiene para dejar pasar un poliomielítico merece un bocinazo con mentada de madre. ¿ Quién lo entiende? Ensayemos un análisis de la fauna automovilística y las mañas que la determinan.
Los oligarcas jóvenes.-- Los tristemente célebres júnior son jóvenes muy jóvenes que manejan sus coches a velocidades supersónicas; cuando se enojan manejan más rápido y son tan brutos que no se han dado cuenta que en nuestra ciudad el promedio de velocidad es de 20 kph. De todas maneras le recortan la suspensión a los coches, usan guantes y utilizan la palanca de velocidades como Thor usaba su martillo. Consideran que la distancia adecuada para tomar el volante es de dos metros y esto determina que para dar una vuelta necesiten hacer una contorsión de circo. Cuando chocan le hablan a su papá.
Los oligarcas viejitos.-- Les encanta leer el periódico, así no se dan cuenta de las atrocidades cometidas por su chofer. A veces les da por hacer llamadas telefónicas (¿ Jaime?... estoy aquí en el Periférico), y cuando reciben un soplo de juventud se compran un Corvette y salen a pasear con cachuchita.
Los peseros.-- Ya muchos zoólogos se han encargado de tratar de descifrar el comportamiento de estos animales. Les gusta jugar carreras por el carril de en medio; algunos especialistas han reportado que pueden cerrarse sobre un coche en menos de un segundo y que si chocan les vale madre. Consideran el concepto « atrás » como un espacio en el que siempre hay lugar, y se asume que los trastornos conductuales que sufren son consecuencia de la música que oyen.
Las tías.-- Todo mundo tiene una tía que maneja. Se trepa al coche, sume la nariz en el parabrisas y trata de enfocar el camino con sus lentes de fondo de botella. Cuando va a dar vuelta a la derecha saca la mano a la izquierda. Por algún misterio del azar su coche (un Plymouth 59) se mantiene intacto, mientras detrás de ella queda una cauda de desastres.
El lumpen degenerativo.-- Son los que con una bailarina encuerada en el retrovisor y la virgencita de Guadalupe en la parte de atrás se dejan ir como Lanzarote del Lago. Andan en grupo y frecuentemente llevan un objeto que disminuye su visibilidad, como un excusado o kilo y medio de varilla. Tienen la costumbre de negar cualquier responsabilidad ante un incidente en la vía pública.
Los materialistas.-- El problema con los camioneros es que seguramente nadie les ha explicado que, de acuerdo con la segunda ley de Newton, un vehículo que desplaza tres toneladas necesita cien metros para dar un frenazo. Lo averiguan cuando dejan como charamusca el coche de algún incauto. Entonces bajan todos los tripulantes (los que van en la caja suelen ir desnudos) y le echan montón a la víctima. Ni modo.
Lo único bueno del asunto es que nuestra imbecilidad para manejar es democrática y esto determina la posibilidad de encuentros entre las clases sociales... en la esquina de Copilco y Universidad.
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