sábado, 13 de marzo de 2010

Calzada de los misterios (El Financiero 2001)

Nunca he entendido a cabalidad bajo qué criterio algo se cataloga como una obra maestra, ya que supongo que en el tiempo que se produce, ya sea una pintura o un libro, debe haber varios cientos de contemporáneos haciendo lo propio, es decir produciendo su propia obra. ¿Qué determina que sea Miguel Ángel y no un vecino suyo que se llamaba Giuseppe di la Tela el que llegue a nosotros? Puede haber varias explicaciones; una de ellas es que Buonarotti era más lambiscón y por lo tanto más conspicuo, lo que le permitía recibir obra de Julio II que como todo mundo sabe no es otro sino Rex Harrison, otra hipótesis es que di la Tela era borracho y un día se le quemaron las obras en medio de una peda y desde luego la última, que es la popularmente aceptada, es que Miguel Ángel era mejor. Sin embargo hay que tomar esta idea con reserva ya que algunas evidencias de obras maestras por lo menos a mí me parecen cuestionables.
Será que soy un amargado o ignorante (ambas posibilidades no son excluyentes y de hecho creo que en mi vida se complementan íntegramente) pero resulta que hay obras maestras que considero con todo rigor como verdaderos bodrios inexplicables. Por ejemplo el primer día que llegué a París en medio de un frío del mismísimo diablo, hice lo que todo turista idiota hace, es decir trasladarme al Louvre y buscar entre todos los pasillos a la pinche Monalisa, la cosa fue más o menos sencilla porque seguí el rastro de una nube de japoneses que parecían atraídos con imán por la obra de Da Vinci. Al llegar me encontré con un tumulto que contemplaba un cristal, detrás del cristal estaba el cuadro. Me acerqué vi la obra de arte dije para mi fuero interno: “ah” y me moví de lugar porque un oriental clavaba en ese momento su codo en mi riñón. Lo primero que deduje es que si el cuadro no fuera famoso, nunca en mi vida se me hubiera ocurrido ir a verlo ya que retrata a una señora cachetona que no tiene cejas y una boca así de chiquita. Su famosa sonrisa no delata para mi ningún misterio: es una forma benigna de autismo ¿ por qué es una obra maestra? Lo ignoro.
Otro caso famoso tiene que ver con la música clásica de este siglo; la impresión que tengo cuando la escucho es que la orquesta está afinando sus instrumentos antes de que llegue el director, hasta que me doy cuenta que el ensayo es sospechosamente largo, finalmente me entero que la obra ya terminó y se llamaba sinfonía fulanita de tal y que ha sido escrita por un autor de nombre impronunciable.
Este artículo se originó a partir de una discusión con un grupo de queridos amigos en la que intercambiábamos impresiones sobre las grandes películas del siglo. Una de ellas sugirió que una cosa llamada “El cocinero, el ladrón, el amante y su esposa” (el orden puede variar) aplicaba en la categoría y entonces yo me acordé vagamente de la escena final en que un señor encuerado es servido en bandeja para que se lo coman. Su aspecto es el de una ternera lechal y nomás le falta la manzana en la boca. No guardo un registro mayor del filme y lo único que tengo claro es que cuando salí del cine me quedé con la firme idea de que había sido estafado.
Tengo un querido cuñado que se casó en una iglesia de Cholula catalogada como: “una obra maestra del churrigueresco”. Lo que yo vi en cambio fue un amontonadero terrible de santos, figuritas y figurotas que me recordaban vagamente la casa de la Tigresa. No había un solo espacio libre y la sensación era ligeramente opresiva. Tuve que salir a fumar ante la paranoia de que moriría aplastado por la estatua del santo niño Tarcisio que amenazaba con caer sobre mi cabeza.
Ya he explicado reiteradamente que no veo la maestría de El dinosaurio de Monterroso por ningún lado (nunca nadie me ha querido explicar en qué consiste la gracia de la obra) aunque en este caso reconozco en él a un fregonazo que merece todo mi aprecio y cariño como lo sabe bien… En fin.

1 comentario:

Oscar Chavira dijo...

¿Despreciar la genialidad de una obra maestra no es una forma de envidiar al autor? Recordemos a Antonio Salieri siempre a la sombra de Mozart, que bien retrata el filme de Milos Forman en su magnífica "Amadeus" (que es una obra de maestra y volemos a la discusión). Pero tienes razón Greenaway es bizarro y estético a un modo incomprensible. Si alguien me pregunta si es obra maestra no digo que sí, ni que no. Cada quien sus deidades y yo respeto la Fé de la gente por mas absurda que me parezca. Pero lo tuyo Fredo, y es algo que admiro, es la desacralización, y ésto también es necesario para los equilibrios. Abrazo como siempre.