jueves, 10 de diciembre de 2009

De toros y toreros (El Financiero 2006)

Para Gabriel Quadri por la afición incompartida
Donde usted, querido lector, lee: “Zotoluco se llevó el gato al agua al meter en la canasta a un manso de solemnidad que terminó por meter la cara por ambos pitones entregado al poderío muleteril del espada chintololo, Cumplido llevó por nombre el burel al que Eulalio le cortó las orejas tras una faena recia, maciza, en la que a base de someter y cercar a su enemigo logró arrancarle muletazos de largo trazo e innegable temple. La estocada, aunque desprendida, fue suficiente para que doblara el quinto de la tarde por lo que la petición mayoritaria no se hizo esperar”, yo leo: XWRTGFR TRXWZX GRTUYIPIUYU. La crónica de Jorge Murrieta, podría estar escrita en alguna lengua muerta y su humilde servidor entendería lo mismo. En primero lugar lo de meter la cara por ambos pitones parece un albur que envidiarían Chaf y Queli, no sé qué carajo es chintololo pero suena como a idiota. Me parece temible que un señor le arranque las orejas a su enemigo (siempre que no se llame Atila el huno) y también ignoro que es una estocada desprendida aunque queda claro que por muy desprendida que sea, deja en calidad de fiambre al pobre animal.
Lo primero que llama mi atención acerca de los toros es justamente la pinche jerga que emplean los taurinos y que me parece de una mamonería ejemplar; que si patialzado, que burel, que chicuelinas… ¿por qué carajo un grupo de gente habla en clave? ¿para que el resto no entendamos? ¿Cómo una especie de código de los bufalos mojados? Misterio triple.
El segundo elemento de sorpresa tiene que ver con el aspecto de los que asisten a las plazas de toros y que parece ha emprendido una cruzada para vestirse como solo se viste aquella gente con total desprecio al que dirán. Algunos llevan sombreros como los que usaba David Reynoso, nomás que con un mecatito que cuelga por atrás. Otros llevan un atuendo como el del vocalista de los churumbeles de España con otro tipo de sombrero que tiene la particularidad de parecer un pastel al cual le cuelgan unas borlas y que es idéntico a los que los gringos creen que usábamos en tiempos del Zorro.
Un cuarto misterio tiene que ver con el momento en que la gente se emociona y le da por aventar su sombrero a lo que los entendidos llaman “ruedo”, aunque bien visto el asunto y a juzgar por la facha con la que uno luce al portarlo, yo también lo aventaría.
Descripción aparte merece el traje del torero que usa unas mallas temibles que deben provocarle orquitis, se pone medias rosas y unas zapatillas que solo le he visto a la Pavlova. También utiliza una corbata como la de los hombres de negro y un chaleco que a todas luces es tres tallas menor a la correspondiente. El sombrero (o “montera” para que no haya protestas) puede ser adquirido en un centro comercial, concretamente en la panadería ya que parece un pambazo de a peso nomás que negro. Hay otros señores que se ve que tocan en una estudiantina nomás que con sombrero de plumita (si uno fuera marciano sería plausible la hipótesis de que el primer requisito de la fiesta brava es portar sombreros de idiota).
La fiesta ¿por qué fiesta? Inicia y entonces sale el señor de las mallitas da unos pases para que luego venga un gordo a caballo que le clava una pica más larga que mis malos pensamientos al toro. Luego viene otro señor que se aproxima dando brinquitos y le clava unas banderillas a la bestia. Cuando uno está pensando seriamente en llamar al doctor Soberanes y denunciar el abuso, viene el torero y le clava un espadazo al animal y lo deja listo para un filete de aguayón. Si lo hizo competentemente recibirá un par de orejas (honestamente yo preferiría una medalla a un par de apéndices sanguinolentos y llenos de pelos). Luego da la vuelta al ruedo y si da el peso adecuado lo cargan unos señores en sus hombros y lo sacan de la plaza.
Por todo lo anterior es que los toros se han privado de mi presencia y si algún lector taurino se quiere tomar la molestia de explicarme, le suplico se abstenga; soy un hombre de ideas fijas.

7 comentarios:

AndreaLP dijo...

Estamos en la misma situación. Además yo tampoco comprendo qué clase de placer pueden encontrar en hacer sufrir a un animal hasta la muerte. Si los toreros son "artistas", los caníbales son gastrónomos.

Salu2.

JoNaThAn saNChEZ dijo...

"Me parece temible que un señor le arranque las orejas a su enemigo (siempre que no se llame Atila el huno)" No olvidemos a tyson vs evander holyfie... aquella mordida fue de locos

Oscar Chavira dijo...

He llegado a la conclusión (confieso que no me costo mucho trabajo ésta) que lo tuyo es desacralizar todo: el cine, los toros, el futbol.Y esa es la parte que tu seguidores mas apreciamos de ti: retornar la cotidianidad a su estado mundano haciéndonos ver el ridículo de los excesos. No soy un gran fanático pero puedo decir que me agrada la Fiesta Taurina que es una herencia de las arenas de gladiadores de los tiempos romanos. Pero considero que, aunque sea del agrado de algunos, es algo que debe desaparecer por la sencilla razón de que ya no estamos en esa etapa de la evolución de la humanidad (al menos eso pienso). En otra de tus entradas nos comentas el cómo has sobrevivido a la turbas persecutorias ofendidas por tu afán desacralizador. Un saludo

Unknown dijo...

No entendería a una persona que saliendo de los toros con sus hijos se queje de la violencia en el país, o de la violencia en los medios de comunicación.

Fedro Carlos Guillén dijo...

Los toros son un absurdo pero un abusrdo con muchos seguidores. No sé si haya arte, probablemente algunos lo aprecien, en lo pesonal jamá llevaría a mis hijos a ver el sacrificio de un animal. Garcias por entrarle y abrazo

Anónimo dijo...

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Efren Schwarz dijo...

Sin duda una divertida crónica sobre un espectáculo cruel y sanguinario.. del que me confieso APASIONADO!!! Siempre he pensando que las manifestaciones artísticas no son entendibles.. Por el contrario, son del todo irracional, generan o no emociones. Yo voy a los Toros, no a divertirme, sino a apasionarme, entiendo que a un gran porcentaje de la población esta manifestación no lo apasione, como a mi no me apasiona la 1a sinfonía de Mahler a pesar de ser amante de la música clásica.
Por otro lado, no creo que se pueda juzgar a alguien por ser "vícitima" de esta pasión o afición. Pero en fin... si he de ser juzgado por esta afición, que así sea... si me han de matar mañana.. que me maten.. al cabo y que.