sábado, 25 de julio de 2009

Cruceros (La mosca en la pared 2007)

La primera imagen que tengo de un crucero me la trajo una serie precámbrica llamadas justamente “el crucero del amor”, en ella se relataba la saga de unos señores que eran pendejísimos y se trepaban a un crucero cuya tripulación era la siguiente: a) el capitán era un hombre con cabeza de rodilla, usaba calcetines blancos hasta los meniscos (igual que el portero del América) y unas bermudas que solo le he visto a Agallón Mafafas. Se trataba de un viejo huevón que vivía en cocteles mientras uno se preguntaba quién carajo estaba piloteando el barco b) un cantinero negro (no afroamericano por favor) con dientes de peineta española que se vestía como coronel salvadoreño c) uno que nunca supe su cargo ya que realizaba tareas misteriosas d) un médico que se suponía seductor medio calvo y de lentes, características físicas que le permitían ligarse a pura vieja chota y finalmente, una señorita que pesaba catorce kilos y era la anfitriona, de esas que organizan la vida de los viajeros.
Recuerdo que después de ver el programa me quedé muy asombrado de que hubiera esos barcotes y peor aún, gente dispuesta a treparse a la mar océano en formación de turba para pasar las vacaciones. Dentro de mis prejuicios (que son incontables) la sola idea de subirme a una madre de esas me produce sudoraciones inguinales por lo que trataré de explica por qué.
En primero lugar y dados los costos del viaje uno puede calcular que la edad promedio de los viajeros es de 90 años cumplidos y los divertimentos que se organizan en su honor resultan normalmente lamentables. Se encuentra por ejemplo un juego cuyo nombre ignoro en que se utiliza un trapeador para darle a una especie de mina antipersonal que se desliza por el piso con la intención de atinarle a un triángulo en el piso, esta versión yuppie de la rayuela se aprecia –debo decirlo- tan dinámica como el canal del congreso. Otra perversión es organizar concursos de disfraces que –como se sabe- es la forma más idiota de concurso posible después de las mamadencias esas del circo de las estrellas. Me imagino a dos pasajeros en su camarote haciendo un turbante con papel del baño o usando las toallas para producir la túnica de la emperatriz Cleopatra e invariablemente me veo sometido a una profunda depresión. Existe, además, un rito llamado “cena con el capitán” que se me antoja tanto (dicho sea con todo respeto) como una ida al zoológico con Capulina. Se trata de vestirse de gala con corbatita de moño y frac y departir con un anciano al que no se tiene el gusto, mientras la orquesta toca a los Bee Gees. No tengo idea que le preguntaría pero seguramente serían cosas pendejas para salir del paso como: “¿y dígame capitán, conoce usted el nudo de lazo de cochino?” o “¿Si Juan se encuentra a estribor y José a babor, cuál es el que se halla más cerca del trópico de Cáncer? En fin, paso sin ver.
La última perversión en esta diversión posmoderna nos la proporcionan una nube de buenones pero idiotas que se dedican a ponerle alegría a la zona de alberca. Una de sus actividades preferidas es juntar a los viejitos obesos, meterlos en la piscina, programar una música escalofriante y ponerlos a bailar el espectáculo se vuelve una especie de ballet surrealista que podría perfectamente convertirse en performance y ser presentado por algún intelectual mamón en el festival de cine alternativo.
Tengo un amigo que alguna vez me dijo que se iba a un crucero “para ligar”. Lo he de haber visto con alguna dosis de compasión porque se fue muy ofendido y cuando regresó me invitó a su casa, sacó un carrusel de transparencias y me enseñó todo lo que he descrito anteriormente, incluyendo a su conquista, una jovenaza que confundí con el capitán de primera impresión.
Por todo lo expuesto es que yo a un crucero no me subo así me aten. Recientemente me llamaron por teléfono a mi casa para decirme que me había ganado un boleto doble para trepar al “Príncipe de las Mareas” no sabían que su evidente fraude se toparía con alguien como yo que me considero, a estas alturas, completamente inmune a la atracción por la mar océano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me he decidido a destinar cierto dinero ahorrado en unas vacaciones bien merecidas..
estoy entre irme a USA, buscar hoteles en Manhattan New York, ese estilo de viaje.. o irme a algun crucero, que nunca en mi vida eh ido... sugerencias!??! opiniones?!?!