En diciembre de 1863 se reunieron un grupo de señores a los que imagino borrachos en una taberna llamada Freemasons en la ciudad de Cambridge ¿el objetivo? Fijar reglas para el incipiente juego de futbol ya que aparentemente los partidos devenían en carnicerías debido a que estaba permitido dejarle la tibia expuesta al oponente de un patadón. Como se sabe, los ingleses tenían un alma colonial y se dedicaron a expanderse como la verdolaga por el mundo sembrando sus costumbres que en muchos casos eran anómalas (porque anómalo es tomar un brebaje asqueroso a las cinco de la tarde en Birmania, o ser testigo del prodigio de un señor de piel de ébano, vestirse como se vestía el señor Lacoste y pegarle a una pelota con su palo de cricket en Nueva Delhi). De esa manera el futbol se extendió urbi et orbe y es ahora, de lejos, el deporte más popular del planeta.
Vamos a ver, el futbol es un juego que consiste, de manera elemental en poner a once señores por lado, vestidos como se visten los niños y en una cancha de pasto en la que cabría la séptima flota. Pronto se advertirá que existen dos casetas con redes llamadas “porterías” custodiadas por un señor que se viste diferente y da machincuepas para tomar el balón con las manos. Se necesitaría ser idiota perdido para no advertir que el propósito consiste en que un equipo lleve la pelota y la introduzca en la caseta o portería contraria. Se advierte además a un señor que no es de aquí ni de allá, que corre a lo puro buey ya que no se le permite tocar la bola y que cada que lo considera da un silbatazo que detiene el juego. Do señores vestidos como él y portando unas banderitas ridículas también corren a lo güey pero sin meterse al campo.
Por supuesto si yo fuera marciano y alguien me describiera el deporte anterior no me aficionaría ni amarrado porque suena completamente estúpido, sin embargo, paradoja de paradojas, no solo soy aficionado, sino que comparto esa pasión con algunos cientos de millones de personas ¿por qué? Lo ignoro.
Supongo que lo primero es la afición y a ella se llega por un padre noble que compra una pelota e invierte miles de horas útiles en hacer que su retoño la patee para que sepa de qué va la cosa. Evidentemente lo anterior es una hueva porque los niños son normalmente incompetentes en esa materia, por lo que se toma la decisión de inscribirlos en una liga en la que los pobres corren en formación de turba detrás del balón, igual que lo hacen los beodos detrás de una bella en las despedidas de solteros.
Como es sabido hay padres que son sicópatas en potencia que se ponen como el demonio y azuzan a sus hijos como se azuza a un doberman. Gritan, patalean con los ojos inyectados y son directamente responsables de que el niño Juanito les vuele la cabeza de un machetazo cuando arriba a la mayoría de edad.
En este país, ser niño y ser incompetente para el futbol (fue mi triste caso) lo convierte a uno en una especie de leproso sin remedio. Recuerdo la terrible humillación que entrañaba ser elegido al último (en mi caso penúltimo porque había un niño más bruto que yo que se llamaba Beto).
Con la madurez se definen los equipos favoritos y entonces por medio de otro misterio conductual, uno es capaz de apostar al perro a favor del combinado de los amores. He visto a señores adultos que hasta ese momento consideraba inteligentes enfrascarse en una discusión que por poco termina en los golpes bajo el argumento de que las Chivas son o no son el mejor equipo del mundo. Un servidor ha decidió tomarse el asunto sin tanta pasión y seguramente motivado por el desempeño de mi equipo (una mierda irredenta). Es por ello que esta colaboración es para saludar el triunfo de los pumas que son los nuevos campeones. Digo lo anterior aclarando que no eran mis favoritos, que considero a Hugo Sánchez un tipo con la misma lucidez que mi pisapapeles pero que diablos, ha ganado y el triunfo es el néctar de los dioses en este nueva forma de culto en los albores del milenio.
4 comentarios:
No le vas al Necatsa, no?
"...comparto esa pasión con algunos cientos de millones de personas ¿por qué? Lo ignoro." Aun no he encontrado, mi buen Fedro, un escritor que pueda plasmar con certeza el porqué de la afición al deporte del balonpié, y vaya que eruditos han tenido su opinión al respecto: Arreola, Villoro, Borges, entre otros. Lo mas sensato que he leido es lo que comenta Valdano en uno de sus muy amenos libros: el futbol nos rememora la felicidad infantil. Cierto es que, al igual que tú, era de los últimos en ser elegido para jugar en algún bando, pero aun siendo el mas matalote de los jugadores no hay mejor diversión que participar en un juego de futbol. Eso lo entendemos quienes nos gusta ese deporte. Por eso es tan fácil aficionarse a él y tan difícil describir la alegría que nos brinda. Como siempre un abrazo
Futbol sin pasion? Ni al caso. Mi gusto al futbol inicio seguramente porque once señores se visten como se visten los niños (y que les va taaan bien), asumo, porque sigo encontrandole el mismo gusto. Aunque tengo que reconocer que en el momento cumbre del tan ansiado gol, me desconozco, y los gritos orgasmicos de euforia son como los de cualquier bigoton de cara pintada, panza al aire, sombrero enorme, corneta en mano. Amo el futbol? quizas no tanto, pero de que lo disfruto...juralo!
Nos une la pasión por algo que Valdano llaó "la cosa más importante de las menos importantes" gracias x pasar por el blogsucho y sobre todo comentarlo...y no, no le voy al Necaxa, abrazo
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