Narraba hace unos días Víctor Roura que José Luis Perdomo era un editor muy malhumorado y desesperado por lo mal que escribían algunos colaboradores, agregaría yo que tenía el hábito muy deficiente de no saludar al prójimo. Sin que esto implique un arrebato paranoico (o un Edipo mal resuelto) supongo que en la lista de Perdomo un servidor ocupaba un destacadísimo lugar. Efectivamente, cada domingo cuando mando mi artículo me imagino al pobre mortal que le tocó la negra de revisar lo que escribí elevando los ojos al cielo y poniendo un acento donde no lo había, o una coma en lugar del punto y seguido. Ni modo.
Supongo que lo correcto sería hacer un acto de contricción y en consecuencia iniciar un curso de ortografía rápida, u ofrecer mi alma en sacrificio para todos aquellos sacerdotes del español que se encabronan si uno no habla como el Quijote de la Mancha. Sin embargo, el asunto me rebasa; las reglas gramaticales representan para mí una fuente de misterios inescrutables. Para fundamentar esta incapacidad congénita ofreceré algunos ejemplos.
Regla.- El objeto directo es la parte de la oración que responde a las preguntas: qué, a quién o a quiénes + verbo, y puede ser sustituida por los pronombres la, lo, las o los. Muy bien, la buena noticia es que ya sabemos que la es un pronombre, la mala noticia es que hay una parte de la oración que responde a alguna pregunta ¿qué pregunta? Ni idea. Tratemos de salir del embrollo usando un ejemplo: José Luis corrigió algunos artículos y se puso de un humor de la chingada. Correcto, según la regla anterior, lo que debemos hacer es cambiar algunos artículos por el pronombre los y santas pascuas. Sin embargo, a mí me parecía más informativa la versión original en la que no se sabía cuáles eran los artículos que le habían conferido ese geniecito a José Luis. Por otro lado, para poder preparar este modesto problema gramatical invertí media mañana de revisión de el libro de español de sexto grado de primaria -que por cierto escribieron unos cuates.
Regla de tiempos verbales.- El antepospretérito indica que la acción sucede después de otra pasada y antes de una que, para el pasado, sería futura. El texto anterior podría estar escrito en algún dialecto burundi y sería más legible, pero hagamos un esfuerzo. Lo que sucedió se supone que ocurrió después de que algo pasó (lo cuál tiene cierta lógica). También sabemos que va a ocurrir antes de algo que pasará pero que se encuentra en el pasado. Algo así como una versión gramatical de Pide al tiempo que vuelva, donde Christopher Reeve, le mete mano a Jane Seymour de manera antepospretérita. Sigamos con nuestro ejemplo: José Luis me prometió que cuando yo fuera a recoger los artículos el ya los habría revisado y estaría de un humor de la chingada. Ahora bien, yo puedo descifrar esto porque así habla la gente normal, no desde luego porque comprenda la regla.
Regla de acentos.- El acento diacrítico sirve para distinguir palabras escritas que pueden dar lugar a confusión por resultar homógrafas -es decir de idéntica escritura, pero diferente significado o función gramatical- si se aplican regularmente las reglas ortográficas. La segunda buena noticia es que ya sabemos que coños es una palabra homógrafa. Por otro lado esta regla está bastante sencillona porque se supone que debe distinguir palabras como aquel (cuando es adjetivo) de aquél (cuando es pronombre). El enorme problema al que nos enfrentamos es que sólo Dios sabe en el momento adecuado distinguir entre ambas opciones, por lo que en este caso lo que hacemos los mortales es pasarle el corrector ortográfico al texto (asunto que no servirá de nada porque el corrector no puede saber si lo que queremos escribir es pronombre o no). de hecho el corrector de mi máquina cree que Fedro debe ser sustituído por Federo, Medro, Cedro o Pedro.
En fin, yo seguiré escribiendo, el corrector sufriendo, los entusiastas del español criticando y José Luis revisando textos... quién (¿así se escribe?) sabe dónde.