Alguna vez llevé a mi prole a presenciar un partido de béisbol; se trataba de los medias blancas contra los tigres de Detroit: me animaba la idea de enseñarle, particularmente al niño frijol, un espectáculo familiar en el que la gente coexiste pacíficamente (a diferencia de un partido de los pumas donde nos llovieron hielazos). Nunca lo hubiera hecho; después de un par de pelotazos que el pitcher local le atizó a sendos bateadores visitantes, se armaron los madrazos y tuvimos el honor, de presenciar (no todos, a mi hijo le tapé los ojos) la peor golpiza que se registró en los anales de este deporte en la que se dieron literalmente hasta con la cubeta y que provocó algo así como 17 expulsados. Un señor beisbolista le arreó con el casco a otro en la cabeza y lo fueron a alcanzar por el jardín derecho, todo duró media hora pero tres entradas después se repitió la madriza por lo que decidimos emprender una prudente retirada ya que se había frustrado nuestra iniciativa didáctica lo que ha producido en mi hijo la idea de que los deportes son la reedición de la batalla de Normandía.
Ahora que la serie mundial está de moda y la gente no habla de otra cosa, me encuentro con asuntos incomprensibles que quisiera discutir con su ayuda, querido lector. Alguna vez me pregunté quién había inventado el conteo en el tenis y nadie me supo explicar, porque estará de acuerdo que es por lo menos anómalo. Ahora espero que usted me envíe un recado explicándome las cosas de la vida que por lo visto me son insondables. El primer y más evidente misterio tiene que ver con los uniformes que los beisbolistas usan y que me parecen propios de alguien que no tiene sentido del ridículo. El atuendo es lo más cercano a una pijama que he visto en mi vida, a la altura de los tobillos se localiza una especie de liga de ballerina cuyo fin ignoro, y los calcetines llegan hasta la rodilla como los que utilizan los gringos retirados en Florida. Prácticamente todos los uniformes se adornan con rayitas verticales y las cachuchas llevan una visera cuya única explicación es la de proteger los ojos del sol, sin embargo los ampayers que también están en el partido usan otro modelo de cachucha con la visera más pequeña lo que no solo les da un aspecto ridículo sino logra (dado que todos son gordos) que sean idénticos a un personaje de la pandilla que se llamaba Spanky. El misterio aditivo con respecto al uniforme es que los managers, independientemente de su edad o su aspecto se lo tengan que poner igual que sus jugadores lo que produce efectos siniestros (imaginar a Manolo Lapuente en pantalones cortos dirigiendo a la selección).
Otro enigma se vincula con el nocivo efecto de ver a un señor adulto escupiendo gargajos como cargador porque pasó la mosca, es notable: todos los jugadores mastican una masa que puede ser tabaco o chicle lo que produce que saliven como perros de Pavlov. Probablemente no sean conscientes que los observan millones de personas pero el espectáculo es francamente repugnante y si algún día por misterios de mi destino llego a ser importante y me invitan a un dog out, no me apareceré ni amarrado porque no se trata de echar a perder un buen par de zapatos.
El tercer misterio tiene que ver con el señor que se pone atrás del plato y decide si las bolas que lanza el pitcher son buenas o malas, para mí es inescrutable el uso de términos como “strike” que literalmente significa “golpear” y que se le asigna al bateador justamente cuando no lo hace o lo hace mal. Tampoco entiendo por qué a una bola mala se le llama “bola” ya que la carencia de adjetivos podría dejar a un neófito sin entender una carajo. Mucho menos comprendo por qué el ampayer cuando canta el strike emite un gruñido gutural: ¡arahtsttrdrrdrrdghhh! Que ignoro qué signifique pero es propio de la gente que está sufriendo una apoplejía y que refuerza la idea cuando el buen hombre se retuerce en un ademán teatral.
Espero sus cartas.
1 comentario:
Nomás que le faltó la etiqueta de share this... es todo!
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